La inservible diversidad del Parlamento cubano

La propaganda oficial define el Parlamento cubano como un muestrario de la diversidad nacional. (Minrex)

El supuesto equilibrio no logra perturbar el monopolio de esa tendencia política que se manifiesta en más de un 90% de militancia comunista

Por Reinaldo Escobar (14ymedio)

HAVANA TIMES – Más allá de cualquier definición semántica o etimológica, la acción de parlamentar se interpreta siempre como un acto de negociación entre individuos o entidades que teniendo intereses diferentes tratan de alcanzar un acuerdo.

De aquí que la más deseable peculiaridad de un Parlamento, como fórmula de gobierno, sea que en él estén representadas las diversas tendencias políticas, siempre que la presencia de estas sea proporcional a la preferencia de los ciudadanos expresada en el sufragio. Se dice fácil.

Desde 1976, Cuba cuenta con una especie de Parlamento que se nombra Asamblea Nacional del Poder Popular. La propaganda oficial lo define como un muestrario de la diversidad nacional, lo cual se intenta demostrar con los datos de su composición que reflejan cuántas mujeres y hombres, blancos, negros y mestizos, artistas, deportistas, científicos, obreros y campesinos tienen una silla.

Resulta significativo, incluso sorprendente, que el equilibrio en las proporciones de esta diversidad sea producto de la azarosa voluntad de los proponentes y no (como parece ser) fruto de una meticulosa planificación.

Pero un equilibrio sustentado en la variedad de géneros, edades, razas y perfiles ocupacionales, aun cuando responda a un modelo matemático en relación con la proporción de esos elementos en la realidad, no logra perturbar el monopolio de esa tendencia política que se manifiesta en más de un 90% de militancia comunista. Que en la vida real no supera el 7% de la población.

El hecho de que el único partido político permitido en el país sea el comunista, al igual que su organización juvenil, no significa que no haya otros ciudadanos que se sienten liberales

Eso quizás explica por qué en casi medio siglo ni una sola propuesta llevada por el Gobierno al Parlamento haya sido desaprobada, y peor aún, que han sido aprobadas por unanimidad o por una abrumadora mayoría. Se llama disciplina partidista.

El hecho de que el único partido político permitido en el país sea el comunista, al igual que su organización juvenil, no significa que no haya otros ciudadanos que se sienten liberales, demócrata-cristianos, socialdemócratas, ecologistas o de cualquier otra denominación y más aún, que quisieran verse representados en el Parlamento y que de tener la oportunidad de presentar libremente sus propuestas tendrían seguidores, entiéndase votantes.

Para colmo, cuando se produce el proceso de votación (que no de elección) para aprobar la candidatura de los diputados al Parlamento, los electores solo conocen la foto y una síntesis biográfica de los candidatos que les toca aprobar según su municipio. Está prohibida la campaña electoral y con esa prohibición se impide la promoción de diferentes plataformas que compitan para conquistar al electorado.

Cuando en su colegio electoral un ciudadano vota a favor de la candidatura de uno de los propuestos en la lista que le corresponde, se entera de que cumplió alguna misión internacionalista, que es ingeniero y tiene 42 años, pero no tiene la menor idea de cómo va a levantar la mano en el Parlamento cuando se esté discutiendo algo que a él le interesa.

Si ese diputado es el que va a votar a nombre de sus electores, estos últimos debieran saber si su candidato quiere favorecer la empresa estatal socialista o si opta por beneficiar las formas no estatales de producción y servicios; si prefiere proponer flexibilizaciones en las leyes migratorias o nuevas restricciones; si está de acuerdo o en contra de que se amplíe el derecho a la propiedad o de que los profesionales puedan ejercer por cuenta propia; que los privados puedan importar con el propósito de comercializar; si las tiendas en moneda libremente convertible debieran ampliarse o eliminarse; si se debe seguir construyendo hoteles o viviendas y muchas cosas más.

Si ser negro, blanco o mulato, hombre o mujer, campesino o intelectual pudiera definir la posición política del diputado ante estas encrucijadas (que son las que importan), tendría sentido la proclamada diversidad de la Asamblea Nacional.

Si esa diversa condición no interviene en la forma en que va a votar a nombre de sus electores, entonces no sirve para nada.

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