Invadir Cuba

Foto: Alejandro Taquechel

Por María A. Cabrera Arús (El Estornudo)

HAVANA TIMES – Este 25 de septiembre el gobierno cubano trocó en destierro la prisión que hasta entonces sufría el artista Hamlet Lavastida, que para entonces se extendía a más de noventa días. El 21 de junio pasado, al aterrizar en La Habana procedente de Berlín, adonde había viajado a realizar una residencia artística, Lavastida había sido apresado por la Seguridad del Estado, que lo encerró en las mazmorras de Villa Marista, donde permaneció hasta el 20 de septiembre, la mayor parte del tiempo incomunicado. Ese día fue trasladado a una casa de protocolo de ubicación desconocida, en espera de que se ultimaran los detalles de su destierro.

Decir que Lavastida fue puesto en libertad es, cuanto menos, eufemístico. Su prisión fue, en realidad, conmutada por otro tipo de castigo. El 25 de septiembre, cuando cruzó el umbral de la casa de protocolo donde estuvo secuestrado los últimos cuatro días que permaneció en Cuba, Lavastida no emergió un hombre libre: no pudo decidir hacia dónde dirigirse o con quién comunicarse, y es posible, a juzgar por el testimonio ofrecido por su pareja, la poeta Katherine Bisquet, que ni siquiera portara documentos de identificación.

Custodiado una vez por agentes de la Seguridad del Estado, Lavastida fue conducido, en triste recorrido inverso, al mismo aeropuerto donde fuera apresado tres meses antes. Allí fue puesto en un vuelo rumbo a Polonia en un viaje que, según le fuera advertido, no tendría retorno. Bisquet fue deportada junto con él.

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Hamlet Lavastida y Katherine Bisquet son los dos últimos nombres de una larga lista —que en beneficio de la memoria histórica habría que reconstruir— de ciudadanos cubanos inconformes con el status quo que han debido pagar la expresión pública de su inconformidad con el destierro, sea este, como en el caso de Lavastida y Bisquet, la expulsión del territorio nacional o, como en el caso de la periodista Karla Pérez, la imposibilidad de regresar a la Isla. Se trata de una lista que es, en sí misma, garantía de poder, que es el status quo.

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El pasado 11 de julio, y en días posteriores, la historia política cubana registró sucesos inéditos. Por primera vez en al menos en seis décadas tuvo lugar a lo largo del territorio nacional una serie de protestas ciudadanas, después acompañadas por manifestaciones políticas de exiliados cubanos en diversas ciudades de Estados Unidos, América Latina y Europa.

En muchas de las protestas realizadas en Estados Unidos, país donde reside la mayor parte de la diáspora cubana, los manifestantes demandaron una invasión a Cuba. Para ellos, se trataba —se trata— de la vía más expedita a un deseado cambio de régimen en el país de donde, por razones políticas, se marcharon y adonde muchos temen regresar. «In-va-sión», se coreó a lo largo de la avenida Bergenline y frente a la alcaldía de la ciudad de West New York. También se escuchó, aún con más fuerza, en Washington, D.C., en los alrededores de la Casa Blanca, en algunas avenidas de la ciudad capital y ante las puertas de la embajada cubana.

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Ninguna administración estadounidense de la historia contemporánea —digamos, de los últimos veinte años— ha mostrado interés en invadir Cuba. Es difícil encontrar, en el gran esquema de la política mundial, justificación histórica, estratégica o siquiera ética favorable a dicho desenlace. No es el caso, sin embargo, de una simbólica «invasión» de desterrados.

Hablo de regreso y no de desembarco. De pasaportes y derechos de nacimiento como armas, y no de granadas o balas. De vuelos comerciales llenos de exiliados y de flotillas humanitarias, y no de ejércitos. Debemos devolverle a Cuba el potencial de cambio que entraña la expresión pública de la inconformidad con el status quo, de cuya amenaza, durante seis décadas, el poder político ha conseguido deshacerse, hallando en ello garantía de permanencia y consolidación. Hablo del aeropuerto de La Habana como Bastilla.

Invadir Cuba destruyendo la lista de los desterrados para que Hamlet Lavastida y otros tantos como él puedan por fin cruzar el umbral hacia la libertad.

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2 thoughts on “Invadir Cuba

  • Segun el diccionario RAE destierro: Pena que consiste en expulsar a alguien de un lugar o de un territorio determinado, para que temporal o perpetuamente resida fuera de él.
    La accion que hizo el estado cubano contra Lavastida se corresponde exactamente con la definicion dada por el diccionario RAE, o lo que hcieron con él fue firmas y te vas o te quedas en la carcel? Entonces, el firmo y se fue. No son exactamente lo mismo, yo comprendo que estan el asfixiandose en una pasion patriotica, pero resulta que no hay heroes, nadie se quiere inmolar, lo que es necesario es que con los mas de 400 presos inocentes que tienen hagan un escandalo internacional hasta que los liberen, sirven a despretigiar a la dictadura en ambito internacional. No hacen falta mas presos.
    “Desgraciado el país que necesita héroes.” Bertolt Brecht
    Esta la carcel grande que es la isla de Cuba, y despues dentro esta hay tantas carceles chiquitas. A que hay que ir a una carcel?

  • En el mundo ningún gobierno ha exigido nada al gobierno cubano, los americanos pueden decirle, permitiremos la remesa pero tienes que permitir que todos los cubanos puedan salir y entrar libremente a Cuba, lo mismo puede pedirle la Unión Europea, firmamos planes de cooperación pero si liberas a todos los presos políticos. El gobierno de Canadá puede ponerle condiciones para permitir los vuelos de turistas, en fin, pueden hacer mucho, pero no lo hacen, no le queda más remedio a los cubanos que resolver el problema por sí solos, sin la más mínima ayuda. Eso sí, invansión armada nunca, hay muchos mecanismos para presionar, pero tienen que hacerlo.

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