Hablemos del paro nacional en Nicaragua

Vista del paso a desnivel de la Centroamérica durante el Paro Nacional del 14 de junio de 2018. Carlos Herrera | Confidencial

“La disyuntiva de Pellas, Ortiz, Zamora, y las cámaras del Cosep: esperar que algo cambie, aceptar la oferta de Ortega, o asumir un rol proactivo”

Por Vilma Castillo  (Confidencial)

HAVANA TIMES – ¿Por qué el empresariado adscrito al Cosep no acepta ir a un paro nacional? El argumento más importante es que un paro golpearía mucho más la economía de los hogares nicaragüenses. Y eso es cierto, pero nadie puede negar que el desgobierno ya ha resquebrajado la economía en la mayor parte de los hogares y que eso no está disminuyendo. La pobreza crece día a día a la par de los precios.

Los empresarios saben –se lee en todos los informes internacionales-, que el desgobierno actual pone a Nicaragua en una posición internacional absolutamente precaria; tan precaria como la salud mental de la pareja gobernante.

Los grandes empresarios, el Cosep y todos sabemos que después de tanta muerte, represión y odio propagado a lo largo y ancho del país, la pareja gobernante ya no está en condiciones de producir soluciones. Necesitan quedarse en el poder. No cometerán el “error” de Evo. No renunciaran. No se arriesgarán en unas elecciones limpias. Se mantendrán en el poder a sangre y fuego.

En esta circunstancia de precariedad política, economía deteriorada y con un gobierno que abiertamente funciona afianzado en una organización armada ideologizada, cebada financieramente y que opera en contra de las leyes de la República, uno se pregunta ¿Por qué los empresarios y los grupos económicos más grandes eligen –para gran parte de las empresas– muerte lenta y para ellos una imagen de apañadores que los hará pasar a la historia como parte del problema y no como parte de la solución? ¿O será que esperan que ocurra un milagro?

No, no hay ingenuidades. Es creíble que empresarios y grupos económicos que influencian decisiones en el Cosep (Pellas, Ortiz, Zamora, etc.) no quieran contribuir a mayor pobreza. Pero a la par, enfrentan otros hechos que les dificulta ser más proactivos para ayudar en la construcción de un nuevo rumbo en Nicaragua. Para algunos de ellos probablemente es el miedo. ¿Y quién los puede culpar? Este gobierno ya amenazó que si van a paro pondrá a trabajar sus empresas, o sea “Daré luz verde al robo”. Así que el miedo –aunque no afectaría a todos los empresarios– es real y nadie puede culparlos por eso. Pero si es así, deberían decirlo. Ser honestos.

El miedo se ha apoderado de Nicaragua. Además de las imágenes desquiciadas que publican y que están dirigidas a aleccionar al pueblo opositor, hay muchos otros miedos. No tener ingresos el mes que viene, miedo del presente y del futuro. Miedo de los delincuentes armados protegidos. De ser asaltados en el bus, el taxi o cuando vamos en carro. Miedo de los policías y antimotines armados hasta los dientes apostados en calles, o merodeando en tiendas, colegios y rotondas. Tenemos miedo de ser denunciados por un vecino. Miedo al crecimiento desmedido de la deuda nacional, de ver cómo el gobierno destruye el país, vende o regala tierras y propiedades que son bienes públicos.

Otro miedo real es que pase lo que ya pasó antes. Que la solución tan deseada, el cambio de rumbo del país no llegue o demore más de lo esperado y todas las empresas, grandes y pequeñas se vean obligadas al pago de impuestos acrecentados por multas y disposiciones fiscales cuyos resortes el gobierno maneja a su antojo. Dueños de pequeñas empresas están aterrorizados porque las quiebras son inminentes. Con la incertidumbre actual no hay dueño de pequeño negocio que duerma tranquilo.

Sí, el miedo está ahí. Todos tenemos miedo y por eso pasamos de aquellas marchas multitudinarias a piquetes exprés. La represión es atroz y aun así mucha gente está haciendo lo que puede para evitar que el miedo controle su conciencia y sus acciones –las pocas que pueden hacerse en un país militarizado-. Y no se puede negar que parte del empresariado también se ha echado a tuto parte de su miedo. Pero es obvio que tienen otros impedimentos que no les permiten activarse de manera más contundente.

Una hipótesis sobre porque se observa poca contundencia en el Cosep tiene que ver con el hecho de que la gente que lo integra y sus más cercanos asesores no son gente común. O más bien, es gente común que vive y quiere vivir como gente no común. ¿Estamos claros? Y eso no es cualquier cosa. ¿Alguien recuerda aquella frase de que “La vida material determina la conciencia”?

Pues sí, por ahí va. Como seres que vivimos en sociedad, nuestra conciencia se conforma a partir de lo que hacemos, de nuestros vínculos y relaciones más significativas. Y esas conciencias guían nuestros pasos y decisiones. En la política, en las asociaciones, en los gremios, lo común es que lo individuos construyen y asumen una conciencia grupal –generalmente por consenso, pero no siempre. En todos los grupos hay voces dominantes que imponen valores, creencias, miedos, intereses, etc.

Hasta 2018, Cosep y su grupo asesor formaron parte de un modelo económico colaborativo junto con el gobierno. En otros países este modelo de “capitalismo colaborativo” es conformado por empresarios. En Nicaragua, donde la principal política gubernamental es la falta de transparencia y la ausencia de poderes independientes, ese modelo fue la mejor carta de presentación para la comunidad internacional.

Un gobierno socialista moderno e inclusivo –de los adinerados claro, a los pobres las gallinitas y las láminas de cinc–. La inclusión del empresariado y el gran capital en este modelo fue para Ortega como sacarse la lotería. Excelente estrategia que la sangre derramada echó a perder.

Hay que reconocerle al COSEP que después de la masacre de 2018 decidiera poner distancia de ese modelo y haya logrado mantenerse fuera, incluso con una posición clara acerca de que la única salida es política y no económica o policial-militar como cree Ortega. Pero, y aquí viene mi primera hipótesis que trata de explicar porque los empresarios del Cosep se ven tímidos en su accionar político. Un elemento es que su conciencia todavía está determinada por su experiencia en el modelo económico colaborativo de Ortega. El otro es que están sometidos a la influencia del grupo asesor de los grandes empresarios.

Durante los últimos años su conciencia como empresarios ha funcionado en términos de influenciar políticas distributivas, expansión de capitales y ganancias, control de variables adversas al crecimiento económico, relaciones internacionales con los bancos, acciones de lobby, etc. También sabemos que cuando los intereses económicos son lo primero, otros valores tales como empatía, solidaridad y sacrificio personal tienen que ponerse al margen –y digámoslo claro, así funciona la economía –incluso –o peor- en la economía socialista del siglo XXI–.

Con la crisis el Cosep se asoció a la Alianza Cívica, pero es hoy y no logran decidir cuál es la esencia de su aporte. Como grupo económico tienen más en común con el modelo colaborativo creado con el gobierno, que con la Alianza que es una instancia política.

En el modelo colaborativo económico, podían ser propositivos, tirar líneas de acción, ser parte de decisiones que desde su punto de vista podían generar impactos importantes. En la instancia cívica se sienten perdidos, lo más que han podido hacer es respaldar los planteamientos de la Alianza a través de pronunciamientos y comunicados –que dicho sea de paso tienen su valor- pero que son absolutamente insuficientes y no proporcionales a lo que representan como gremio, ni a la gravedad de lo que ocurre en Nicaragua.

Con eso a la vista surge la duda de si han discutido –como Cosep- qué condiciones sociales y políticas necesitan para insertarse en la Alianza –en articulación con los otros actores- de un modo más proactivo y si han plantado sus puntos en dicha instancia.

Mi punto es que no discuten su apoyo al paro nacional, igual que no discuten otras acciones que serían necesarias para cambiar de rumbo al país, porque simplemente no salen de su mentalidad economicista.

No han revisado su nuevo “ser social” en el contexto actual. En otras palabras, no han reflexionado y decidido cómo quieren proyectarse al resto de los nicaragüenses, como quieren interactuar a favor de cambios reales en el contexto actual. Tampoco han discutido con la Alianza y los otros grupos qué condiciones deben crear –entre todos- para buscar acciones más fuertes y contundentes.

A la par hay otro detalle y hay que decirlo, el Cosep no es una entidad aislada del mundo económico. Este gremio cuenta con apoyo y asesoría de grupos influyentes como son Carlos Pellas, Ramiro Ortiz, Roberto Zamora, José A. Baltodano, Jaime Montealegre, Juan B. Sacasa, Piero Coen, Carlos R. Lacayo, Manuel I. González, Miguel Gómez. Estos empresarios influyentes y determinantes para la vida económica del país, en la coyuntura actual no han dado la cara, no han dicho ni media palabra sobre lo que todos sufrimos, pero es difícil creer que no están influenciando decisiones del Cosep.

Este grupo de poder está viendo como mueren empresas y personas todos los días y no dicen nada ¿Qué les impide expresar sus opiniones políticas? ¿Cuál es su posición sobre un cambio de rumbo y que tipo de rumbo? ¿Van a continuar callados sobre la criminalidad de un régimen que con guardias armados impide que la gente se junte y discuta sobre política nacional?

En 1978 y 1979 los grandes empresarios apoyaron diversas acciones contundentes en un contexto de lucha armada. Es interesante que siendo individuos de orientación pacífica no sepan en este momento cómo articularse o cómo apoyar significativamente una lucha pacífica.

Interesante también que, frente a frente con un movimiento social pacífico, disperso pero bien comprometido y decidido, el régimen da plomo y los grupos económicos dan silencio apañador.

¡Qué disyuntiva enorme tienen Pellas, Ortiz, Zamora, y los presidentes de las cámaras del Cosep que lideran la economía del país! Seguir esperando que algo cambie. Recoger el llamado del gobierno para volver al modelo colaborativo y seguir construyendo “paz y felicidad”, o bien volver a la Alianza en un rol más proactivo y pertinente para lo que Nicaragua necesita.