Hablando del legado de Hugo Chávez

Vicente Morín Aguado

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Un mar de pueblo despide a su presidente, el presidente de los pobres. Desde Bolívar no hay otro que se le iguale en Venezuela; no era perfecto, El Libertador tampoco lo fue y de esto dio constancia Martí cuando sentenció: “El sol tiene manchas, los desagradecidos hablan de las manchas, los agradecidos hablan de la luz.”

Chávez abrió el camino como auténtico Eleguá de nuestra santería, ruta seguida por otros, cuyos rumbos no son exactamente iguales, pero siempre apuntan al sur, disparando desde la izquierda: Lula, Correa, Evo, Kirchner, Aumala, Tabaré, la intentona de Zelaya, el malogrado Lugo y el retorno de Ortega; hasta la derecha en minoría, gobernante en México, Colombia, Chile, Costa Rica y otros países de Nuestra América, ha contemporizado con la oleada que le ha venido encima.

¿Dónde está la unidad, lo imposible de borrar, aquello que deja sin argumentos a sus contrarios?

Chávez inició una revolución democrática, respetando a lo largo de catorce años la constitución creada por voto popular, sin excluir a sus enemigos, aceptando el NO a sus propuestas cuando fueron votadas y conservando, incluso después de su desaparición física, el derecho a las elecciones, con pluralidad de partidos políticos, órganos de prensa y campañas electorales.

Chávez demostró durante sus catorce años de gobierno que es posible mantener el proyecto revolucionario-socialista, desde la izquierda, dirigido a la mayoría, sin excluir al resto, incluyendo, aceptando el reto de la oposición, sus críticas, desmedidas o no, siempre dentro de una ética apegada a la legalidad constitucional.

Esta apuesta política demostró su vialidad en otras muchas naciones del Nuevo Mundo, reforzando la institucionalidad frente a las dictaduras. Las derechas tradicionales intentaron acabar con la nueva realidad que les contrariaba, pero felizmente fueron derrotadas en los escenarios más importantes. Está demostrado que llegó la hora de nuestra madurez para hacer política.

En Venezuela, país petrolero o Nicaragua, nación escasa de recursos, por sólo citar dos casos extremos, la izquierda gobierna sin aplastar a los opositores, sus partidos, medios de prensa o el simple derecho ciudadano a Internet. Es un asunto de la historia; los procesos políticos surgieron y se desarrollaron bajo estos condicionamientos, aceptados por todos, en tanto los líderes de la izquierda aprendieron a convivir con la realidad.

Chávez demostró durante sus catorce años de gobierno que es posible mantener el proyecto revolucionario-socialista, desde la izquierda, dirigido a la mayoría, sin excluir al resto, incluyendo, aceptando el reto de la oposición, sus críticas, desmedidas o no, siempre dentro de una ética apegada a la legalidad constitucional.

De esta última y permanente demostración política poco se habla y creo es importante subrayarla, no sea que todavía entre la izquierda latinoamericana anide la idea trasnochada de alcanzar un supuesto sistema, idílico para el tutelaje cómodo, donde los opositores desaparezcan ante la “verdad suprema de líderes infalibles”.

Un mar de pueblo despide a su presidente, el presidente de los pobres. Desde Bolívar no hay otro que se le iguale en Venezuela; no era perfecto, El Libertador tampoco lo fue.

De otros muchos legados de Chávez se habla, ideas que no son nuevas y están por cumplirse aunque comienzan a verse resultados positivos: la integración latinoamericana; el rescate de los pueblos indígenas; un reparto mas equitativo de los ingresos obtenidos por los cuantiosos recursos naturales que poseemos como derecho común los ciudadanos de un país…Es una lista larga, pero nada nueva, aquí el aporte es hacerla realidad.

Sin embargo, algo totalmente nuevo es proponer, luchar, vencer; ganar la posibilidad de que la anterior lista larga de reclamos populares, se haga realidad dentro de la democracia, cada vez mas participativa, con innovaciones adaptadas a cada país, tal y como se hace en Venezuela, Ecuador o Brasil.

La omisión de este auténtico legado, es decir, no hablar de que en Venezuela hay democracia, con partidos políticos opositores, sus medios de prensa propios y la capacidad de réplica ante el adversario, algo refrendado por la actitud personal de Chávez, aún cuando perdió un referendo que eran dos en uno y lo aceptó, esa omisión intencional de lo esencial, me provoca espanto. Deseo reiterar el concepto hasta lo infinito.
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Vicente Morín Aguado: [email protected]

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