Glosas a Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt

Hannah defendió el pluralismo político y la discusión libre como generadores de libertad e igualdad entre individuos y naciones.

Por Mario Valdés Navia (Joven Cuba)

HAVANA TIMES – Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa, historiadora y politóloga alemana de origen judío. Discípula de Heidegger, Husserl y Jaspers, su obra teórica ha marcado la historia del pensamiento con sus investigaciones y atrevidas ideas plasmadas en vastos ensayos de teoría política que encabeza el clásico Los orígenes del totalitarismo (New York, 1951). (1)

Por combatir al nazismo en Alemania fue perseguida, encarcelada y obligada a exiliarse en Francia. En 1941 se instaló en Estados Unidos, donde impartió clases en las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. Orgullosa de sus raíces étnicas, fue directora de instituciones culturales judías; pero también una de las primeras en enfrentar a la extrema derecha sionista de Menájem Beguin, racista y expansionista, y defender la necesidad de establecer un Estado federal árabe-judío en Palestina.

Hannah defendió el pluralismo político y la discusión libre como generadores de libertad e igualdad entre individuos y naciones. Por ello, criticó profundamente los regímenes totalitarios de Hitler (1933-1945) y Stalin (1927-1953), al tiempo que censuraba las limitaciones de la democracia representativa y postulaba un sistema de gobierno basado en consejos populares y formas de democracia directa.

A casi medio siglo de su muerte ¿qué podría aportarnos su ideario para el análisis de los problemas del mundo actual, en particular los asuntos cubanos? Glosemos algunos de los postulados centrales de su ensayo sobre el totalitarismo.

1. Hannah Arendt llega a su teoría sobre los regímenes totalitarios después de examinar las experiencias históricas del III Reich y el estalinismo soviético, únicos regímenes a los que consideró de dominación total,(2) un tipo de relaciones de subordinación que sobrepasaban, por su rigor y efectos, a las peores dictaduras. Aunque otros investigadores han empleado el término con más ligereza, (3) ella advirtió acerca de la necesidad de «emplear escasa y prudentemente la palabra totalitario».

Si clasificamos las formas de gobierno en monarquías, repúblicas, dictaduras militares, tiranías y totalitarismos; entonces la categoría más acorde para designar al Gobierno/Partido/Estado cubano se torna un constructo difícil de definir. En principio parece tener un poco de todas esas formas, y lo más acertado sería crear una categoría híbrida para clasificarlo con mayor precisión: algo así como república dictatorial-totalitaria.

2. Para el establecimiento de regímenes totalitarios, la pensadora consideró imprescindibles cinco requisitos: que estuvieran precedidos por el crecimiento de movimientos de masas de ideología totalitaria(bolcheviques, nazis…); transformación de las clases sociales en masas; atribuir el rol principal a la propaganda en relación con el mundo no totalitario; utilización del terror como esencia del sistema de gobierno; imponer al individuo, el movimiento y el país un aislamiento respecto al resto del mundo, su estabilidad dependería precisamente de cuán efectivo pudiera ser en tal sentido.

De estos requisitos, los tres primeros están presentes en el caso cubano, con las peculiaridades que el devenir histórico, el entorno de la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI han impuesto. Sin embargo, la aplicación del llamado terror total nazi-estalinista, basado en el exterminio físico de oponentes y grupos enteros de la población por razones diversas, no aplica al caso cubano. No obstante, eso no excluye el empleo sistemático de la violencia física y simbólica contra opositores, así como amenazas, presiones, tortura psicológica y  medidas extrajudiciales contra  críticos y disidentes  de cualquier signo político.

El aislamiento del experimento cubano pudo ser impuesto con bastante efectividad entre los años sesenta y ochenta, pero se resquebrajó desde los noventa con el acceso al turismo y las visitas de los emigrados. En la época de Internet y las redes sociales, con los cubanos disfrutando del derecho a viajar libremente (2013), es imposible mantenerlo.

3. Para la Arendt, el totalitarismo se sustenta en la ficción ideológica según la cual todos los hechos que no estuviesen conformes, o no coincidieran con la ficción oficial —datos sobre economía, criminalidad, actividad «contrarrevolucionaria»—, serían tratados como carentes de existencia. Por ello, la característica más distintiva de Stalin: «fue el relieve por completo no leninista otorgado a la conspiración, que llegó a convertirse en el sello de la época».

Ese rasgo —amplificado por la apelación indiscriminada a los secretos militar y de Estado—, se manifiesta en Cuba de manera permanente, y trata de ser mantenido por los medios oficiales de información aún en plena sociedad de la información. De ahí la imposibilidad de una prensa oficialista objetiva, a pesar de las supuestas apelaciones constantes de las máximas autoridades a sus periodistas para que pierdan el miedo a decir la verdad verdadera. 

4. La politóloga destacó que la rama ejecutiva del gobierno estalinista no era el Partido, sino la policía, cuyas «actividades operacionales no eran reguladas a través de los canales del Partido». Este Estado policíaco logró que personas enteramente inocentes —diferentes a los enemigos auténticos— llegaran a auto-asumirse como «delincuentes sin delito» y reaccionaran con la misma «completa pasividad» que fuera norma de conducta en víctimas del terror nazi.

El establecimiento de tal Estado policíaco en Cuba no alcanzó ribetes totalitarios, en primer lugar, porque a pesar del poder que ostentan los órganos de orden interior, son los altos mandos militares los que siempre han preponderado en el aparato estatal.

Por otra parte, aunque la mayoría de los dirigentes e intelectuales reprimidos se resignan a su suerte y se acogen al confortable Plan Pijama; los opositores y disidentes cubanos tampoco suelen ofrecer el cuello al sacrificio con el silencio de los corderos. Recuérdese la representación montada por Heberto Padilla a sus represores estalinistas en la famosa  Sesión de autocrítica de 1971, y las grietas que abrió en el apoyo de la intelectualidad progresista a la Revolución.

5. Lejos de aceptar la tesis extendida de que el terror de los últimos años veinte y durante los treinta en la URSS fue: «el elevado precio en sufrimientos que hubo que pagar por la industrialización y el progreso económico»; Hannah sostuvo que el terror no produjo ni el progreso ni la industrialización rápida, sino «el hambre, las caóticas condiciones en la producción de alimentos y la despoblación».

El terror administrativo ejercido durante más de medio siglo por el gobierno cubano a los diferentes sujetos de la producción, supeditados a la tiranía del plan estatal, unido al que se impuso a la libre expresión de las ideas políticas; han traído similares resultados para Cuba: baja productividad del trabajo, disminución de la producción —en particular de alimentos— y peor aún, de la población, debido a la escasa inmigración, baja natalidad y migración masiva, sobre todo de la juventud, lo que ha impedido que nacieran y/o se establecieran millones de nuevos habitantes.

6. La Arendt interpreta el punto de vista mitológico de aquellos personajes totalitarios que se enfrentaron al hecho consumado de tener que conservar lo que había llegado a ser suyo gracias a un accidente histórico y tuvieron que hallar una razón plausible para trocarlo en un tipo de acto voluntario:

    «Tales cambios históricos de hecho se han operado desde los tiempos antiguos mediante las leyendas [por eso] En la base de la burocracia como forma de gobierno y de su inherente sustitución de la ley por decretos temporales y mudables se halla esta superstición de una posible y mágica identificación del hombre con las fuerzas de la Historia».

El grupo de poder burocrático-militar hegemónico en Cuba ha monopolizado el poder por más de medio siglo, a fuerza de decretos y leyes aprobadas sin oposición parlamentaria alguna, lo cual las convierte de hecho en decretos. Para eso ha creado el mito de los que saben, apelando tanto a la leyenda del elegido como a la confianza en ideólogos y tecnócratas que supuestamente piensan siempre lo mejor para el pueblo.

7. Hannah descubre una sorprendente semejanza entre los movimientos totalitarios y las sociedades secretas, plasmada en el papel del ritual, al que considera: «resultado natural de la ficción conspiradora del totalitarismo, cuyas organizaciones supuestamente han sido constituidas para contrarrestar las acciones de las sociedades secretas enemigas».

Considera igualmente que las sociedades secretas, en particular el aparato conspirador de los partidos revolucionarios, siempre se caracterizaron por la ausencia de facciones, supresión de opiniones disidentes y absoluta centralización del mando. Esto permitió a Stalin trocar: «la dictadura unipartidista rusa en un régimen totalitario y los partidos comunistas revolucionarios de todo el mundo en movimientos totalitarios [mediante] la liquidación de facciones, la abolición de la democracia interna del partido y la transformación de los  partidos comunistas nacionales en ramas de la Komintern dirigidas desde Moscú».

En Cuba, la amenaza —real o fingida— de agresión armada extranjera, el uso del terrorismo por organizaciones contrarrevolucionarias internas y el bloqueo económico permanente de los Estados Unidos; han creado el sustrato idóneo para la persistencia del mito de plaza sitiada al borde de caer en manos del enemigo que ha usado el Gobierno/Partido/Estado para justificar su poder omnímodo y liquidar cualquier forma de disidencia, facciones o críticas internas.

De ahí que las autoridades no solo exijan al pueblo obediencia y sacrificios, sino también rituales de lealtad y gratitud a los líderes por sus sacrificios en pos de conservar a flote el barco de la Revolución en medio de tantos ataques de los imperialistas y sus mercenarios internos que intentan hundirla con planes sediciosos secretos.

8. Según la Arendt:

    «De la misma manera que surge el peligro de una dictadura militar cuando el Ejército ya no sirve, sino que desea dominar al cuerpo político, así el peligro del totalitarismo surge cuando el sector conspirador de un partido revolucionario se emancipa del control del partido y aspira a su jefatura. Los métodos de Stalin fueron siempre los típicos de un hombre que procedía del sector conspirador del partido: su devoción por los pormenores, su énfasis en el aspecto personal de la política, su estilo implacable en el empleo y liquidación de camaradas y amigos».

Como complemento a esta usurpación del rol del partido por los conspiradores: «La liquidación de facciones y de la democracia interna del partido fue, en consecuencia, acompañada en Rusia por la admisión en la afiliación de grandes masas políticamente ineducadas y neutrales».

Este proceso ocurrió en Cuba de manera natural, pues durante la unificación de las fuerzas revolucionarias, la lealtad al liderazgo de Fidel opacó las dudas y discrepancias de muchos con la ideología y la práctica del comunismo. Bajo el lema de: «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista», entraron al partido no solo viejos luchadores antibatistianos y comunistas del PSP, sino una gran cantidad de advenedizos que corrieron a apuntarse en la Revolución y jurar lealtad al nuevo status quo para hacer carrera como estrenados revolucionarios marxista-leninistas.

9. «La única regla de la que todo el mundo puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuanto más visibles son los organismos del Gobierno, menor es su poder, y que cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser en definitiva».

De acuerdo con este visionario aserto de Hannah, la Asamblea Nacional del Poder Popular, la más alta autoridad del Estado, tiene menos poder que el Buró Político del PCC; este, que recluta abiertamente a sus afiliados y es reconocido como la fuerza dirigente de la sociedad, tiene menos poder que las FAR y el MININT, soportes armados del poder. En lo más profundo de la sociedad militar, pero sin lazos de subordinación a ella, se encuentra el holding GAESA, auténtica fuente actual del poder en Cuba, protegida por un halo de absoluto secreto.

Creo que las ideas de la Arendt tienen mucho que hacer en Cuba todavía.

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