Fin de año en familia, a pesar de los problemas

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – En Cuba sigue siendo una hermosa tradición pasar la “noche buena” y el fin de año en familia. Más aún si es comiendo puerco asado, congrí, yuca con mojito, ensalada mixta y dulce de corteza de naranja agria. Pero no todas las familias pueden costearse el tremendo “lujo” en que se han convertido esos sencillos manjares.

En los campos orientales (no sé del resto de la Isla), se estilaba antes de la crisis que trajo la Revolución, que los vecinos y parientes alternaran de casa en casa y todos probaban del lechón del otro y compartían bebidas. Generalmente el aguardiente animaba a la gente, junto a la sidra, como simbiosis de lo criollo y lo español.

Según cuentan los menos jóvenes, no había hogar, por pobre que fuese, que no tuviese un cerdito asado. Los problemas de Cuba eran otros. El festín comenzaba en “noche buena”, el 24 de diciembre, en espera del cumpleaños simbólico de Jesús, (la Navidad), que da inicio a las Pascuas hasta el Día de Reyes (Epifanía). Como herencia también española no podían faltar junto al dulce criollo de naranja, las uvas, manzanas y turrón de Alicante, fuese de ajonjolí o almendras.

Pero, según se cuenta, en la zafra del 70 se suspendió la festividad, porque coincidía con esa actividad económica fundamental, que ya en el nuevo contexto requería de movilizaciones. Se trasladó para el 26 de julio, en honor al Moncada. El traspaso ahorró, adicionalmente, millones de dólares al evitar las importaciones tradicionales desde España.

El cambio, junto al estigma negativo en que se fue convirtiendo a la religión y sus festividades, conllevó a que muy pocos quedaran celebrando la “noche buena”. Pero poco a poco se ha ido rescatando la celebración, especialmente desde la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, a raíz de la cual se declaró feriado el 25 de diciembre.

Solo nos quedó intacto el fin de año, tal vez ayudado porque “casualmente” el líder de la Revolución decidió que el 1ro de enero fuese el día de su triunfo, por ser en esa fecha de 1959 que Batista abandonó el país y que él ocupó Santiago de Cuba. Pudo ser perfectamente otra la fecha, porque fueron muchos eventos, no uno solo, los que determinaron el triunfo. Pero así se mezcla oficialmente la celebración del fin de año con la del Triunfo de la Revolución. Algo similar se hizo en Roma al asumirse el cristianismo oficialmente, con el 25 de diciembre: transmutaron la festividad.

El 1ro de enero es feriado por esa causa, sin embargo es muy raro escuchar a alguien diciendo que está celebrando esa conmemoración, ni siquiera en los CDR se hace un acto político ni nada por el estilo. Pasaría inadvertido a no ser por la connotación que se le da en la televisión, la radio y la prensa. Y aún así no se hace eco en el pueblo.Todo el mundo se saluda previo al año nuevo con “feliz fin de año” y luego con “feliz año nuevo”. Un gesto hermoso que denota esperanza, al menos simbólica.

Pero es triste en Cuba pasar un 31 de diciembre sin un trozo de carne asada, a no ser que seas vegetariano. Una libra de cerdo cuesta 35 pesos aquí en Mayarí, la yuca a 3 pesos la libra, el pepino igual, el tomate a 10, y 4 matas de lechuga cuestan 5 pesos. La cerveza más barata es a 18 pesos, una botella de vino artesanal 25 y el ron cuesta 80 pesos.

Cierto que frente a los astronómicos precios de La Habana luce hasta barato, pero aquí hay menos desenvolvimiento económico y resulta una odisea preparar el convite, tal vez peor. Mínimamente se necesitan 500 pesos para una cena sencilla de 4 personas, que son aproximadamente 20 dólares: el salario de cualquier profesional durante un mes de trabajo.

Queda abordar lo que no cuesta dinero en la tradición. En occidente acostumbran lanzar un cubo de agua, en señal de purificación. Pero aquí en el Oriente no es una práctica recurrente, al menos no en Mayarí. Hay quienes, deseando viajar, preparan una maleta y dan la vuelta a la cuadra como buen augurio. Y en los últimos años en muchas casas fabrican un muñeco con ropas viejas desde “noche buena”, al que nombran con el año que finaliza, y lo queman a las 12:00 de la noche del 31.

Esta nueva parte de la tradición puede tener sus raíces en la costumbre difundida en décadas atrás por las organizaciones de masas de la Revolución, de quemar muñecones semejantes con el nombre del presidente estadounidense de turno. Cualquier distensión en los años 80 motivaba tales piras alegóricas en los CDR y hasta en las escuelas.

Pero lo hermoso sigue siendo estar en familia y usar la fecha como pretexto para reunirse y pasar un momento agradable, compartiendo el manjar que se pueda. Siempre se hace el esfuerzo y se pasa lo mejor posible. La gente desborda alegría sincera, olvidando por momentos sus vicisitudes, saliendo a la calle a abrazarse, besarse y desearse mutuamente un mejor año. Ojalá que así sea. ¡Felicidades!