Estilos de liderazgo, empatía política y crisis pandémica
Los verdaderos líderes democráticos irradian un estilo -John Keane
Por Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta*
HAVANA TIMES – Mucho se ha escrito recientemente sobre la relativa eficacia de respuesta de los Gobiernos a la pandemia global del Covid-19. La dimensión global del virus y su inquietante ubicuidad han amenazado, indistintamente, a países con regímenes políticos, diseños institucionales, infraestructuras sanitarias y economías diferenciadas. No han pasado desapercibidas las fallas de la capacidad de respuesta en democracias consolidadas. Tampoco, un relativo éxito de contención en ciertos regímenes autoritarios.
Al revisar las políticas sanitarias de respuesta en diversos países y sus estrategias de mitigación (rastreo y cartografía del virus) o supresión (confinamiento obligatorio), el estilo de liderazgo político y los sesgos cognitivos que condicionan estas definiciones parecen ser determinantes.
Sin restar importancia al eficiente desempeño de una infraestructura sanitaria, que como toda institución refleje la estabilidad de las prácticas y valores de un ejercicio profesional autocorrectivo, incorporando aprendizajes e innovaciones tecnológicas, así como la flexibilidad adaptativa a las nuevas condiciones y la garantía de minimizar los daños.
Sin embargo, las respuestas a la pandemia y sus relativos resultados parecen explicarse por el estilo de liderazgo y sus habilidades empáticas en situaciones de crisis global.
A partir del sesgo cognitivo podría definir dos estilos de liderazgos: el Consensual y el Populista. En el Liderazgo Consensual el sesgo cognitivo tiende a ser bajo o nulo, dados los fundamentos deliberativos de sus decisiones y la naturaleza cooperativa de las definiciones estratégicas, las cuales reconocen el condicionamiento global, regional y nacional de la crisis, y la importancia de las estrategias solidarias basadas en la racionalidad científica y tecnológica (expertise), así como en predicciones y escenarios múltiples.
Sus respuestas a la crisis tienden a ser proactivas, con un énfasis en estrategias preventivas y de intervención selectiva con una visión de largo plazo, minimizando los efectos negativos sobre la economía y las finanzas nacionales. El interés público tiende a predominar sobre el privado o de grupos de interés.
Ejemplos relevantes de estos liderazgos y sus exitosas respuestas a la crisis pandémica han sido la canciller alemana Angela Merkel; la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern; el primer ministro de Dinamarca, Mette Frederiksen; Erna Solberg en Noruega; Sanna Marin en Finlandia, y Katrín Jakobsdóttir en Islandia. Taiwán, Corea del Sur, Singapur también tuvieron este tipo de liderazgo.
Por su parte, el Liderazgo Populista se define por el alto sesgo cognitivo de sus decisiones, dada la naturaleza personalista e histriónica de su gobierno, la dinámica poco cooperativa, e incluso, conflictiva con otras instituciones de su propio gobierno, y una visión nacionalista ultraconservadora.
Su carácter negacionista respecto a la racionalidad científica y tecnológica (expertise), y el apego a predicciones utópicas y escenarios únicos, le permite respuestas reactivas con un énfasis en estrategias equívocas y zigzagueantes de corto plazo, fundamentalmente orientadas a la supresión (confinamiento obligatorio) como última alternativa.
Los intereses privados, corporativos o de grupos de interés tienden a estar presentes. De ese tipo de liderazgo y su pésimo desempeño tenemos muestras fehacientes en Donald Trump (EE.UU.), Boris Johnson (Reino Unido), Jair Bolsonaro (Brasil), Andrés Manuel López Obrador (México), Nayib Bukele (El Salvador), y Víktor Orbán (Hungría).
Un Liderazgo Consensual, a pesar de contar con recursos económicos e infraestructura sanitaria modesta, tiende a maximizar su utilidad en función de las necesidades públicas, aplicando de forma proactiva y flexible estrategias combinadas de mitigación y supresión derivadas de tempranas evaluaciones científicas sobre los ciclos de comportamiento del virus. La capacidad de usar las tecnologías de la información para generar información empática parece ser un plus diferencial de estos liderazgos emergentes exitosos.
Notorio ha sido el caso del estilo de liderazgo de la joven primera ministra neozelandesa, Jacinda Arderns, quien ha encontrado en Facebook Live un medio de interactuar empáticamente con sus conciudadanos, transmitiendo mensajes claros y consistentes en un estilo aleccionador y relajante desde la informalidad de su cuarentena hogareña. La gente siente que “ella no les predica; ella está con ellos”, de ahí, el elevado nivel de confianza de los neozelandeses en las decisiones tomadas por el Gobierno para enfrentar la pandemia (88 %), y el índice mayor de aprobación para una mandataria en el último siglo (56.5%) .
El estilo de Trump y Bolsonaro ha dado muestra inequívoca de un negacionismo radical frente a la racionalidad científica, lo cual los ha enfrentado a sus propios expertos e instituciones. Sus disparatados diagnósticos epidemiológicos sobre el virus y sus supuestas curaciones han generado incertidumbre y polarización, limitando la percepción de riesgo latente en un sector importante de la población.
En la orientación de estos liderazgos parece primar el cálculo económico sobre la gestión de la crisis sanitaria. Lejos de la comunicación asertiva y empática de Jacinta Arderns, los presidentes Trump, Bolsonaro y López Obrador con sus actos cotidianos desafían los pilares de la contención del virus: la distancia social y el uso de mascarillas.
El estilo de comunicación -asertivo o disruptivo- de los líderes constituye un componente fundamental de la estrategia sanitaria. Ante tanta incertidumbre, la confianza del ciudadano en la orientación cívica del líder constituye un incentivo fundamental para activar el capital social, es decir, el potencial solidario asociativo, organizativo y de movilización colectiva en función del interés público de una sociedad.
Ninguna estrategia sanitaria podrá por si sola contener la pandemia sin contar con una respuesta cooperativa de la sociedad civil. Ahí es donde la empatía, entendida como la dimensión humana de la autoridad política, puede ser determinante.
Como acertadamente reconoce John Keane, “a la hora de la verdad, los verdaderos líderes democráticos reconocen humildemente su profunda dependencia de la gente a la que dirigen. No intentan arrastrar a los ciudadanos de las orejas. Dirigen a la gente convenciéndola de que debe admirar a sus líderes.”
*Sociólogo y Académico cubano, reside en Ciudad de México, interesado en la historia republicana, y las nuevas dinámicas de la sociedad y la política cubana.
En efecto, ha sido fatal el negacionismo de algunos líderes populistas. Ahora Brasil pasa a ser el epicentro de la covid en el hemisferio, sobrepasando a EUA y México tiene una situación difícil también. Aquí no fue una tragedia humanitaria desproporcionada porque la presión popular por las redes sociales, único espacio de libertad de expresión aunque limitado en Cuba, fue tremendo y logramos despertar al gobierno populista que también comenzó negacionista. Querían estimular el turismo haciendo alarde de potencia médica. Costó poco, ochenta y algo de muertos, pudieron ser miles si la demora hubiese sido de una o dos semanas más..