Estampa de una tarde en la zona Wifi

Por Frank Simón

Punto Wifi por pago.

HAVANA TIMES – Internet se ha tornado el mercadillo cubano de cualquier comida de barrio, no interesa su aún alto y prohibitivo costo o, al menos, no parece interesar a muchos.

La escena se inicia a cualquier hora del día, pero tiene sus horarios picos en la tarde-noche, cuando bajan los “pingueros” al malecón y comienza el show: ¿qué quieres que te enseñe?, mira aquí, ¿me lo ves bien? La retahíla de preguntas va acompañada por otra donde se oye desde el más soez de los comentarios, hasta quizá un piropo con alguna justificación. También están ellas con el papi y ¿cuándo me llevas para allá?, se me acabó lo que me mandaste, no me alcanzó, dime si ya está eso ahí.

Las zonas Wifi tienen ya su discurso, pues el cubano se muestra en estas tal y como existe, lleno de precariedad, contrariedades, confusiones. Se trata, quizás, de la sala de prensa más veraz para tomarle el pulso al estado de opinión.

También se ve por este o aquel callejón a un tipo con una gorra que no le deja ver los ojos, mal vestido, o semivestido, que se para detrás de quienes usan aplicaciones como el IMO, para escucharlo y verlo todo; luego se va por otro recoveco de cualquier ciudad de Cuba, a informarle a la Seguridad del Estado u otro engendro parecido. Los chivatones cunden las zonas Wifi en busca de lo que el régimen llama “subversión” y que nadie sabe aún definir.

En medio de la noche, las putas abren las piernas y enseñan la mercancía, celular en mano, sexo que viaja a través de los megabytes hasta  Australia, Canadá o el país de los malos. Así se han gestado algunas relaciones tontas, sin futuro, como la del italiano Andrea con una cubana de Marianao; ella lo enamoró por IMO y le quitó hasta el último centavo, le hizo vender la casa en Italia y, para colmo, ahora le exige que se la lleve de Cuba. No todo es prostitución en Wifi, aunque Cuba tiene ya fama en el mundo de ser una tierra sin facha, llevada y traída, sin rostro.

Hay quienes van a pedir ayudas desesperadas a sus familiares de Miami, porque la canina que están pasando es grande, el candado de la pescadería de la esquina ya cogió hasta moho y telaraña puesto en la puerta de esta. Nada hay para el nacido en la Isla de los peces, más allá de la claria o un burlesco pollo por pescado. Las tiendas en divisas que venden carne son llamadas con sorna “museos”, adonde se va a ver reliquias.

“Oye lo que me mandaste no me alcanza para los quince de la niña, ni siquiera para tirarle las fotos”, dice una madre desesperada. ¿Y cuándo nos vamos para Guyana?, esto aquí está de madre. Los extranjeros, algunos, no entienden el porqué de tantas quejas de los cubanos, pero tendrían que vivir la dictadura comunista más inaudita y larga del hemisferio occidental para pensar distinto.

Porque sí, lo que se oye allí es inaudito; se escucha, pero no se cree; es el alarido de un pueblo real y cansado, que no aparece en los diarios, donde “todo está maravilloso y todo el mundo desfila integrado al sistema” o que retrata a jóvenes “recordando con regocijo a la revolución de Lenin de 1917”.

Cuando  le preguntas a uno de esos pingueros que tienen de 18 a 25 años por esas cosas, ellos ni saben ni les importa, se concentran en el yuma viejo que les paga el hostal y la cerveza y quizás el viaje a Inglaterra.

Conozco de un pueblo de provincia, polo turístico, donde los hombres se han ido extinguiendo, pues la mayoría se pone para cazar europeas que se los lleven a sus países, uniones que terminan en matrimonios. Esas conveniencias vician las relaciones entre el cubano y el extranjero y marcan al aburrido turismo de sol y playa de la Isla, con el rótulo de “destino sexual”.

En las zonas Wifi comienzan a subir fotos semidesnudos, fuertes, quizás con el miembro viril marcado y enseguida aparece la extranjera linda y caucásica, ávida de que “le den lo que lleva”.  A ese oficio de cazar le llaman en ese pueblo, “luchar tu yuca, taíno”.

Por último, casi nunca o nunca vemos a ningún cubano leyendo sitios de la disidencia o informándose acerca de la situación de los derechos humanos en la Isla, mucho menos abriendo un blog para interactuar, eso sería en el lenguaje de los que usan la zona Wifi, “botar el dinero”. Una hora de conexión cuesta un dólar, así que si vas a invertir que sea en sol y no en sombra, menuda frase de aludir a que salgas de Cuba y no te busques años de cárcel por decir cuatro verdades en Facebook.

El Gobierno de la Isla sabe muy bien todo lo que sucede allí, tiene sus mal pagados, mal vestidos y peor concebidos informantes. Mientras sean putas y pingueros no hay problemas, hasta el día en que sean activistas y periodistas independientes.

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