Entre Carter y Reagan, los “excluibles” y el turismo en Cuba

Historias de turistas

Por Vicente Morin Aguado (photos:Caridad)

HAVANA TIMES — No le fue bien al bueno de Jimmy Earl cuando finalizando su primer mandato y aspirando a la acostumbrada reelección, se le juntaron las crisis de Irán, la economía nacional y los migrantes cubanos.

Carter perdió la contienda frente al vaquero Reagan y en el medio quedaron los “excluibles”, unos dos mil de entre más de cien mil cubanos que entonces viajaron a los Estados Unidos de forma definitiva.

El presidente republicano determinó que estas personas no reunían los requisitos mínimos para legalizar su presencia en Norteamérica y los devolvió a Cuba.

Muchos de ellos tenían antecedentes penales antes de partir, incrementados por su vida delincuencial en el país que provisionalmente los acogió. Allí vivieron años, aprendiendo el inglés callejero que luego usarían en su patria de origen como vía para seguir ganándose la vida.

Una tarde en el Parque Central me encontré con Peter, un inglés de baja estatura, pelo negro y alrededor de sesenta años, quien se mostraba orgulloso de ser africano. Sonriente me descubrió la intriga de su origen, al hablarme de Seychelles, el pequeño grupo de islas donde vivía, allá por el Océano Índico, pero geográficamente hablando, dentro del África.

Junto al enigmático británico-africano, conversaba en su idioma natal un cubano de apellido Amarán, conocido entre los conversadores del parque como uno de esos “excluibles”.

Debimos aceptar su presencia en el taxi, viajando hasta la sede del Ballet Nacional de Cuba, ocasión aprovechada por Amarán para intentar vender desde Puros Habanos hasta una Carabela hecha con maderas preciosas, cosas sistemáticamente desechadas por el inglés, concentrado en la próxima exhibición de un documental sobre las bien llamadas “Cuatro Joyas” de nuestra compañía danzaria: Loipa Araujo, Aurora Bosh, Mirta Plá y Josefina Méndez.

Finalmente la salvación vino porque nuestro acompañante se autoexcluyó del programa, al considerar algo un tanto de “gente floja”, además de muy aburrido, eso de irnos a un espectáculo de danza clásica.

Pasadas las veinticuatro horas, Peter y yo nos encontramos junto a la esquina de 23 y 10 en el Vedado, exactamente en el vestíbulo de la Sala Teatro Charles Chaplin. Esta vez me dijo luego del primer saludo: ¿Me parece que tenemos tiempo para tomarnos una cerveza?

Desde entonces el hombre de Seychelles, sempiterno viajero, es mi amigo, pero otras sorpresas habían de esperarme al conversar con gente del habla Shakesperiana, no exactamente la de los excluibles, pero lamentablemente comprensible entre ellos.

Sentado en El Malecón, conocí a un productor de la BBC londinense, armado de potentes cámaras fotográficas, y a la vez deseoso de informarse sobre Cuba. Lo invité a La Abadía, un sitio cuyos techos recuerdan la típica arquitectura religiosa británica, además de ofertar excelentes Mojitos con precios aceptables. Apenas iniciada la conversación, escuché ese inglés antes conocido por mí, trasmitido por otro coterráneo de los que ya se imaginan.

El “amigo” atacó rápido y directo, pidiendo de forma imponente que le cambiaran un billete de veinte Pesos Convertibles por dos de a diez, mirándome de reojo con las consabidas señas: We haven’t change–le dije, agregando,– Please, go to the Cashier Man. El « excluible » me miró como si yo fuera uno de sus antiguos carceleros en Cuba o los Estados Unidos, recriminándome por no ser solidario con su “amable petición”.

Perplejo o intimidado, mi acompañante estaba casi dispuesto a ejecutar la orden de aquel inesperado interlocutor que pretendía estafarlo. ¡Ni dudarlo!, el billete de A Veinte era falso; yo quedaría como cómplice del Faking, perdiendo una posible buena relación, nada ganando, salvo el deshonor, todo por el chantaje sentimental de que éramos cubanos y debíamos taparnos las faltas cuando de dinero contra turistas se trataba.

Todavía el impertinente repitió el intento, ocasión en que increpé al camarero, exigiéndole su ayuda con tal de sacar al pernicioso personaje de nuestro entorno. Finalmente desapareció, pero sus huellas quedaron en el camino.

El hombre de la British Broadcasting Company había aceptado una cita conmigo al siguiente día, a la una de la tarde. En mi concepto la puntualidad es una manifestación de cultura y, tratándose de ingleses, algo proverbial. Esta vez la sombra oscura se hizo realidad porque el londinense falló a la cita.

Era domingo y vine acompañado de mi pequeño ahijado, quien me entretuvo en la desesperanza por el fallido encuentro. Esperamos una hora, caminamos por El Malecón y regresamos al lugar, casi desfallecidos.

Finalmente la buena palabra se impuso ante los temores de la noche anterior: Míster BBC nos saludó disculpándose y a la vez, visiblemente aliviado, cuando vio al niño que sería su otro guía esa tarde.

Terminamos comiendo en un restaurante un tanto exclusivo, algo alejado del centro, llamado “El Pedregal”. Es un sitio realmente bello, rodeado de fuentes donde abundan los peces y se respira el aire puro.

El inglés no sabía como disculparse y, luego del cansancio, acompañado por las bebidas, llegó hasta lo insólito de dejar a mi ahijado jugar con aquellas cámaras fotográficas tan costosas, además de pesadas para el niño.

Regresamos al hotel después de agotar todo mi modesto arsenal idiomático. El hombre fue generoso, inclusive con el Taxi  que pagó, garantizando nuestro cómodo regreso a casa.

Esta vez no me atreví a decirle al taxista que nos dejara un par de cuadras más allá de nuestra partida porque al lado mío viajaba una personita nada excluible, todo lo contrario, a quien le debía mucho del cambio “climático” entre la tarde y la noche de aquel excelente día.

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Vicente Morín Aguado. [email protected]

3 thoughts on “Entre Carter y Reagan, los “excluibles” y el turismo en Cuba

  • una duda: el amigo vicente se pasa todo el tiempo jamandole gratis a los extranjeros?

  • Jezfran,

    Me parece que hay una diferencia abismal entre el amigo Vicente y los “personajes” que muestra en su reportaje.Asi que no entiendo mucho tu comentario malintencionado. Es como el dia a la noche. Y si estos senores lo han invitado a comer, seguramente es porque, por una parte,disfrutan la compania de alguien que puede expresarse en su idioma, ademas de ser una persona que tiene buenas intenciones y un deseo genuino de que el visitante se sienta bien y disfrute la hospitalidad local. Y poniendome en los zapatos de esos senores ingleses, el costo de pagarle una cena a un local no es nada comparado con la experiencia de compartir una experiencia con un local, que por demas,ademas de servirte de Ciceron, te espanta esos personajes inoportunos Lo que pasa es que para algunos todo se mide por el rasero del estomago….

  • Nada, que no se ni que decir, yo soy un “exluible de esos”, trabajo para la compañia de ballet Laura Alonso, profesor de ingles e informática de la Univ de la Hab., Master en Ciencias de la CUJAE, BA de la Univ. George Wash. trabajé para la Agencia de Viajes Cubanacan como guía de turismo por 4 años sin ningún problema, hasta que alguien decidió que no podia continuar en esa “pincha” porque era un “exluible de esos”.

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