Encuentro cercano con Stephen Hawking en Cuba

Por Vicente Morín Aguado

El agujero negro.

HAVANA TIMES – Las fotos de un agujero negro están recorriendo el mundo. Se convertirán en el acontecimiento científico del año. La noticia aviva mis recuerdos de cuando conocí al científico que junto a Albert Einstein ha cautivado a millones de seres humanos, a pesar de enarbolar ambos, teorías poco comprensibles para el común de las personas.

La primera vez (1995) que nos encontramos estaba yo de pasada por Cayo Largo del Sur, paraíso reservado a turistas, polo de una economía intentando resurgir de las cenizas del socialismo eurosoviético que hasta entonces sustentaba nuestro país. Stephen Hawking chocó ojos conmigo desde la portada de un libro, el primero de varios amontonados en una mesita en la recepción del hotel Pelícano. La frase, todavía enigma, es hoy noticia: Black Holes.

La humanidad ha conseguido ver lo invisible, se trata de un proyecto internacional integrado por telescopios ubicados en América, Europa y Oceanía, formando de conjunto el Event Horizon Telescope, Telescopio del horizonte de eventos, EHT sus siglas universales, de hecho, un super instrumento virtual que abarca el planeta a partir de la conjunción de instalaciones astrofísicas muy reales.

Aunque limitadamente, yo pertenecía a los privilegiados que en Cuba, año 1995, podían ver la luz cuando se oculta el sol, todo porque tratándose de un sector emergente, aquel islote, abundante en playas vírgenes, gozaba la excepción del servicio eléctrico permanente. El resto de Cuba era un auténtico agujero negro, despiadado, sin metáforas. Los apagones eran tantos y tan largos que cuando había luz eléctrica la gente decía tenemos “alumbrón.” La propaganda comunista decía que estábamos en “período especial en tiempos de paz.”

El libro que llevaría a inscribir la identidad de aquel fragmento humano de energía pura en la escala del tiempo estaba en inglés, abandonado por algún visitante, felizmente recuperado de la arena por un cubano sensible. Algo leí con dificultad porque entonces no desayunábamos con la internet, alcanzar Google o tal vez una descarga del libro en la Web no alcanzaba a ser un sueño para mí.

Los dos hechos científicos, mediáticos a la vez, de mayor resonancia en los últimos cien años se parecen:

Albert Einstein se convirtió en niño mimado de la prensa cuando las fotografías tomadas durante un eclipse solar en 1919, comprobaron la todavía difícil de entender curvatura del espacio, reflejada en la luz de unas estrellas que servían de fondo a la negrura circundante del astro rey opacado por nuestro planeta.

Ahora el célebre pensador británico, también besado hasta el infinito por ciudadanos simples a la par de jefes de estado, acaba de mostrarnos su eterna presencia en el tiempo. La más avanzada tecnología, reforzada por la cooperación internacional ha permitido obtener imágenes de un agujero negro.

Los astrofísicos reafirman la vitalidad de los postulados del ilustre hijo de Ulm.

Stephen Hawking, a quien siempre le acechó el Nobel de Física, tal vez lo alcance ahora post mortem, cuando sus entusiastas seguidores de la comunidad científica están mostrando orgullosos fotografías tan bellas como insólitas.

Los recuerdos no me abandonan, pasados veinte años de aquel primer encuentro con el tenaz físico teórico, vencedor en vida de la muerte decretada por unos genes adversos. De visita en Miami, un amigo lector de Havana Times me facilitó su potente computadora y ¡al fin!, descargué toda una biblioteca electrónica. Volví a chocar con Breve Historia del Tiempo, esta vez para un encuentro definitivo.

El evento en la galaxia

Desde aquel agosto de 2014 no cejo en el empeño de divulgar entre mis compatriotas toda la literatura universal a mi alcance, sin fronteras, sin límites que no sean los de la dignidad humana. Son mis Libros Libres, tributo al hiperdivulgador científico que fue y sigue siendo Stephen Hawking.

Cayo Largo del Sur ha crecido mucho desde la primera vez que supe del hombre de los agujeros negros; abundan los hoteles, el aeropuerto local se mantiene activo día y noche, tampoco falta la electricidad que, eterna condena, vuelva a fallar cada vez con más frecuencia en Cuba. En La Habana, sin decirlo por las claras, se comenta lo evidente de otro período especial, la frase significa escaseces sin cuento.

Un siciliano honesto y trabajador, recién casado con una cubana, cuenta sus experiencias durante el fin de semana que pasaron juntos, luna de miel, en el islote escenario de esta crónica:

“La playa Sirena es algo tremendo, con sus arenas rosadas, abrasadoras, cual la mujer que me escogió para su felicidad, pero una acción oscura vino a quitarle la miel al momento. Cuando fuimos a tomar una embarcación para irnos hasta el cayo de las iguanas, ¡ay!, con cínica amabilidad le han dicho a mi esposa: Señora, los reglamentos de la empresa, según leyes del país, impiden a los cubanos abordar embarcaciones turísticas. No importa que esté casada con el señor, Ud. es cubana, no puede abordar.”

Este agujero negro de la discriminación escapa a la mente poderosa de Stephen Hawking.

Vicente Morín Aguado: [email protected]