En Cuba “el futuro es hoy”
Por Lázaro González
HAVANA TIMES, 25 marzo —¿Qué es ser revolucionario en el siglo XXI? ¿Dónde están los valores de la cultura cubana? ¿Cómo se construye una sociedad socialista? Las interrogantes llueven. Mientras más se acalora el debate, más preguntas quedan al desnudo. Así: en cueros, retando a la razón, al pensamiento rígido, al dogma.
Los protagonistas: un puñado de jóvenes realizadores, un par de críticos y profesores, algún que otro directivo cultural, el resto aficionados al arte de reflexionar. El escenario: por sabios caprichos del azar, la Sociedad Cultural “José Martí”. A pensar Cuba nos convocó la Sección de Crítica e Investigación de la Asociación Hermanos Saíz en Ciudad de La Habana. La mesa de diálogo lleva un buen rato servida: Cuba en el audiovisual y el papel de los nuevos creadores.
Hay que partir de una verdad: los realizadores criollos han tenido históricamente la obsesión de representar a Cuba, en detrimento de una búsqueda formal. La observación, a modo de plataforma de despegue, la lanza Danae Diéguez, miembro y coordinadora del panel. Danae es profesora del Instituto Superior de Arte (ISA) y organizadora de la Muestra de Nuevos Realizadores, el más importante y polémico evento de la novel vanguardia artística audiovisual.
“También antes de 1959, Cuba y nuestra cultura estaban en el centro de la producción cinematográfica permanentemente”, apunta Gustavo Arcos, experimentado crítico. “Este acercamiento a nuestra realidad el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos lo ha hecho críticamente. Entonces, ¿hasta qué punto el discurso de los nuevos realizadores se distancia de las generaciones mayores?”
Karel Ducasse, autor de materiales premiados como Zona de silencio, argumenta que el interés por abordar la temática Cuba “nos viene porque es la realidad que nos duele, porque no está hecha con la participación de todos. Los dirigentes deben comprender que los procesos sociales se hacen con todos y con criterios diversos. Una sociedad no se puede construir a base de ordeno y mando. Si la Revolución sigue así le queda poco”. Es su opinión. Lapidaria, pero suya. Y no es la única, como veremos más adelante.
Para Arcos, también profesor del ISA, en el aliento contestatario del audiovisual joven cubano hay una continuidad. “Solo que esta mirada desprejuiciada al entorno, es enjuiciada por los círculos de poder que la rechazan por no entrar dentro del ‘paradigma revolucionario’. Y yo quisiera saber: ¿Qué es ser revolucionario en el siglo XXI?”
Silencio. Las preguntas, aparentemente retóricas, se han empeñado en salir a flote. Y su superioridad numérica es angustiosa, más no desconcertante. “Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error”, sentenció el escritor italiano Alessandro Manzoni.
Enfrascados en desmitificar valores tradicionales, criticar la burocracia, la pobreza, la censura paranoica, la política cultural, los problemas raciales, educacionales, migratorios, etcétera, esta producción alternativa, no controlada por la industria ni por otras instituciones culturales, ha encontrado una fuerte resistencia a la hora de difundirse, sobre todo a través de los canales de televisión, todos estatales. “Existen muchas limitaciones, a pesar de algunas muestras de voluntad”, reconoce Danae.
Según Arcos lo más lamentable es que “el pueblo está distanciado de esta producción. Y las nuevas tecnologías son una oportunidad de descentralizar también la circulación, ya que en Cuba no hay salas alternativas, de pequeña propiedad privada”.
Los propios creadores confiesan que las nuevas tecnologías les han ayudado mucho; no obstante, “estamos desfasados y nos cuesta asimilarlas”, acotan.
Entre el público algunas voces inquietas ya enristran sus intervenciones. Reinier, joven realizador, licenciado en Historia del Arte, se lamenta de que “ante la limitación de hacer comprensiones holísticas, sistémicas, las respuestas de los jóvenes realizadores son fragmentadas, van al detalle”.
Otra certeza aflora entonces y recibe un consenso explícito mayoritario en el auditorio: las obras de los nuevos realizadores han cubierto un espacio que los medios cubanos han abandonado. Nadie la refuta. No hay matices. Es una verdad como una casa.
“Es cierto, dice Karel Duchase, pero hace falta abarcar nuevos temas, ‘mirar detrás del espejo’, tratar de que nuestra obra tenga una universalidad.”
“Yo creo que el resultado de los materiales existe porque hay un compromiso con la realidad. Son obras revolucionarias”, subraya el director guatemalteco Alejandro Ramírez, muy implicado con Cuba y autor de documentales como De Moler y Monteros, entre otros.
El final del viaje se acerca. La nave de la discusión se dirige hacia el puerto de las respuestas. Que no quieren decir soluciones.
“¿Dónde están los valores de la cultura cubana? —dispara Arcos nuevamente—. Atar el arte y la cultura cubana a esquemas obsoletos puede acabar con la Revolución. El poder sobredimensiona la obra al censurarla. Si tú crees que un libro, una canción o una película van a cambiar a una nación, entonces tu país está mal construido. Además, esas son obras revolucionarias. Las instancias de poder tienen que estar atentas a lo que piensan los jóvenes y no a la inversa.”
Desde el público el joven intelectual Julio César Guanche enriquece la discusión: “existe una larga tradición burocrática que clasifica esquemáticamente a todo el pensamiento diferente como burgués y decadente. Una cosa es la censura burocrática y otra bien distinta es la crítica técnica ideológica seria. Estamos escasos de esto último. La calidad artística necesita un ambiente favorable a la crítica”.
El tiempo agoniza. Antes de que se corra la tramoya Danae Diéguez hace una confesión: “Amo la piratería. Sin embargo, tengo un conflicto ético como organizadora de la Muestra: aunque creo en esta forma de difusión, me resulta contradictorio alentarla por tener que respetar los derechos de autor”.
A todas luces el fenómeno es más complejo de “cerquita” que de “lejos”. Y como veíamos al principio, la incertidumbre puede ser la madre de las ideas. El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona, decía Aristóteles.
“Estos materiales proponen un redimensionamiento de los valores revolucionarios, al ubicar la acción de los jóvenes en el presente y no en el porvenir. Hay que hablar del mundo nuestro hoy”, concluye Arcos.
Parafraseando el título de un valioso documental de la cubana residente en Suiza, Sandra Gómez, también presente en aquel portal, muchos terminamos afirmando en voz alta “El futuro es hoy”. Y además es nuestro, agrego.
Excelente crónica, que complementa las del Observatorio Crítico y demuestra que en Cuba hay una juventud crítica pero comprometida con una mejor sociedad socialista
abrazos y felicidades al autor