Elecciones legislativas, otro revés vendido como victoria

La gran noticia en la prensa oficial fue que Raúl Castro, 91, salió a votar por todos los candidatos.

Por Francisco Acevedo

HAVANA TIMES – Es tradicional la política del gobierno cubano de querer transformar los reveses en victoria. Desde la época de Fidel Castro esta era una consigna muy utilizada para maquillar desde el asalto al Cuartel Moncada hasta la crisis de los balseros, pasando por la zafra de los 10 millones.

El pasado fin de semana se realizaron las elecciones para escoger a los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) de Cuba, y aun cuando mostraron sus peores cifras de la historia, la prensa oficialista las presentó como exitosas.

La etiqueta de “Cubaganó”, como si se tratara de un partido de béisbol, estuvo presente durante toda la semana de manera permanente en la parte superior derecha de todos los canales de la televisión nacional.

Para las autoridades fue un éxito que asistieran a las urnas seis millones 164 mil 876 cubanos (el 75,87 por ciento de los posibles votantes), porque supera el paupérrimo resultado de hace unos meses en el referendo para el Código de las Familias, que marcó los índices más bajos de la historia electoral en el archipiélago, y las pasadas municipales, donde la abstención alcanzó el 31,5 por ciento.

Que la mayor parte de los ocho millones 129 mil 321 personas con derecho al sufragio acudieran el pasado 26 de marzo “de forma voluntaria” a las urnas es considerado un éxito, pese a que esto constituye que uno de cada cuatro cubanos convocados a las urnas no acudió a votar.

Lo de voluntaria ya sabemos cómo funciona, pues si bien el Código Penal no establece sanciones para quienes decidan no participar en los sufragios, ese día se movilizan miles de personas para ir a tocar las puertas de las casas de aquellos que en horas de la tarde todavía no fueron a los colegios.

Además, a los centros de trabajo estatales llega la información de quiénes no se presentaron a los comicios y por supuesto que los implicados reciben sus reprimendas, más o menos evidentes.

No indica la prensa oficialista que estos números son ampliamente inferiores a los registrados en los comicios legislativo de 2018, que contaron con la presencia del 85,65 por ciento del total de electores.

Dicen que, si se analizan los países de la región, el 75,87 por ciento concretado en Cuba se sitúa por encima de la participación electoral de una buena parte de estos.

Pero volvemos a leer entre líneas. Si se suman los que no votaron con los que anularon sus boletas, la cifra de quienes no apoyaron el llamado oficial crece a 33,85 por ciento de todo el electorado, ya que en blanco votó el 6,22 por ciento y fueron anuladas el 3,5 por ciento de las papeletas.

Como siempre recordamos, aquí se encuentra un grupo importante de empleados del Estado que no quieren arriesgarse a ser señalados por no ir a las urnas, pero reflejan su rechazo saboteando su papel.

Mientras sea anónimo este proceso, es la mejor vía de quienes dependen del gobierno aunque lo repudien, para mostrar su descontento, aunque seguramente muchos preferirían ni siquiera salir de sus casas ese día.

Entonces, el rechazo fue muy similar al de las elecciones de noviembre pasado, aunque la presencia en los centros de votación fuera ligeramente más alta. En números de personas, casi tres de los ocho millones de cubanos con derecho al voto no escogieron el voto unido que tanto cacareaba la propaganda desde hace más de dos meses en los cuales todos los medios de prensa dedicaban espacios estelares al tema.

Esta desconexión de las personas con la institucionalidad en el caso cubano está vinculado también a las pobres relaciones entre diputados y electores tras meses de apagones y carencias materiales de todo tipo, a las cuales los parlamentarios no tienen respuesta alguna.

Eso sin olvidar que los listados están llenos de ancianos que nada tienen que ofrecer a las nuevas generaciones, como no sea la continuidad de un sistema que los tiene en la miseria y sin esperanzas de cambios reales.

Todos salieron electos, porque para eso bastaba que obtuvieran el 50 por ciento de los votos válidos; y así fue. Evidentemente, el sistema electoral está diseñado de un modo que es prácticamente imposible que los candidatos propuestos sean rechazados, pues para ello deberían votar en su contra más de la mitad de los electores.

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