El último Presidente de la República de Cuba

Vicente Morín Aguado

Fidel Castro, Osvaldo Dorticós, el Che y otros dirigentes de a Revolución durante el sepelio de las víctimas de La Coubre en 1961.
Fidel Castro, Osvaldo Dorticós, el Che y otros dirigentes de a Revolución durante el sepelio de las víctimas de La Coubre en 1961.

HAVANA TIMES — La Revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, publicó en su segunda edición de este año un artículo recordando a Osvaldo Dorticós Torrado, por cierto, el último Presidente de la República de Cuba, de acuerdo al título acordado para la más alta magistratura de la nación en las cinco constituciones refrendadas por los cubanos hasta 1976, cuando se votó la sexta, primera con un declarado carácter socialista.

El brillante abogado cienfueguero, durante diecisiete años firmó  todas las leyes emitidas por el gobierno revolucionario cubano, de acuerdo al mandato constitucional de 1940, ley suprema de la nación, definitivamente abolida en el mencionado año setenta y seis. Ningún otro mandatario con el título referido se mantuvo en el cargo tantos años.

No alcanzó la máxima magistratura únicamente por ser un jurista excepcional, durante el batistato estuvo varias veces detenido, especialmente tras la sublevación militar del 5 de septiembre en su ciudad natal, donde desde la clandestinidad laboraba como Coordinador del Movimiento 26 de Julio. Finalmente México acogió al recto jurisconsulto, hasta el enero triunfal de los barbudos.

Desconocemos cómo pudo irle en conciencia a Dorticós en cuanto al limbo legal en que vivió y aún vive Cuba desde el triunfo revolucionario. Los rebeldes liderados por Fidel Castro, al enfrentarse a la dictadura de Fulgencio Batista, clamaban por regresar a la Constitución del Cuarenta, pisoteada con las armas por “El Indio de Banes”.

Debemos aclarar que el primer Jefe de Estado provisional, Manuel Urrutia LLeó, promulgó en su calidad de presidente del país, una llamada Ley Fundamental el siete de febrero del primer año de la Revolución, que en la letra retomaba la Constitución del 40, pero otorgaba facultades legislativas excepcionales al gobierno. Precisamente el ministro encargado de formular las nuevas leyes sería en poco tiempo su inmediato sucesor, la persona de quien ahora escribo.

Hasta el año 76 vivimos bajo decretos del Consejo de Ministros, compuesto por algo más de veinte personas, erigidas en órgano legislativo de la nación. Al promulgarse la nueva constitución socialista surgieron los cargos de  Presidente del Consejo de Estado, junto al de Presidente del Consejo de Ministros, unificados ambos en la persona de Fidel Castro al igual que en la de su designado sucesor y hermano Raúl.

Al decir de expertos en la materia, las limitaciones de nuestra última carta magna son evidentes, con ellas lidió un profesional de alta valía como Dorticós, quien a pesar de su filiación comunista y antibatistiana, tenía tantos méritos que fue elegido Presidente del Colegio de Abogados de Cuba en los años cincuenta.

El texto votado por los cubanos en 1976 es corto, general, con escasas precisiones, dejando amplio margen a la libre interpretación y la improvisación propias del liderazgo revolucionario. Sobre todo abre un espacio indeterminado a leyes que deberían fijar el alcance de las principales normativas constitucionales en el terreno de los derechos inalienables del ciudadano.

Al cesar en su cargo Dorticós permaneció en el gobierno como uno de los Vicepresidentes del Consejo de Ministros, además de titular de justicia hasta el 23 de junio de 1983 cuando de un disparo se quitó la vida.

Desde entonces todo es como un agujero negro alrededor  de su persona. Hay referencias de que padecía insoportables dolores físicos, provocados por una enfermedad de la cual  no hay una exacta información. Era un hombre de vida sencilla, muy casero, apegado a su esposa María de la Caridad Molina, fallecida poco tiempo antes del suicidio.

Vuelvo a la revista Verde Olivo y veo a Dorticós en plena calle, marchando al frente, en el centro, cogido de brazos por El Che Guevara y Raúl Castro, hay otra figura que no puedo identificar, además de Carlos Rafael Rodríguez, brillante pensador, ministro del gobierno revolucionario, comunista y cienfueguero al igual que él.

Indagamos si existe alguna calle, un parque, una escuela, al menos un sitio que recuerde a este hombre y la respuesta es negativa. Tal vez la explicación sea un úkase poco divulgado, una de esas orientaciones inapelables que todavía fatalmente perduran en la sombra. ¿Por qué permanece en el olvido la memoria del último Presidente de la República de Cuba?

Vicente Morín Aguado: [email protected]

One thought on “El último Presidente de la República de Cuba

  • alla los tontos que se pensaron que el periodismo iba a cambiar con un congreso mas. a veces nos da la impresion que la gente de espacio laical y de este mismo sitio son demasiados ingenuos

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