El neocolonialismo llega a Cuba

Por Karina Arciniegas y Mike Schirtzer

Casa de Cambio. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Hace menos de un año, el presidente Barack Obama anunció su decisión de normalizar las relaciones diplomáticas con Cuba y “enterrar los últimos vestigios de la Guerra Fría en Las Américas”. La semana pasada, Obama hizo una visita a nuestro vecino para formalizar todos los acuerdos realizados en el último año. Trajo consigo una delegación que incluyó a representantes electos y a líderes empresariales.

Pronto, los vuelos comerciales saldrán de Nueva York, Miami y de otras ciudades para aterrizar en suelo cubano. Los cruceros están haciendo arreglos a toda prisa para atracar en los puertos de La Habana. ¿Está listo este país para recibir la afluencia de turistas que pronto llegarán  para verlo “antes de que cambie”?

Haber estado en la Mayor de las Antillas justo después del anuncio que hiciera el presidente estadounidense y haber conversado con personas de diferentes niveles socioeconómicos, hizo evidente que los cubanos sabían que estos cambios estaban llegando y que su nación no estaba preparada para ello.

El país no tiene la infraestructura necesaria para las masas que muy pronto llegarán. Los aeropuertos son pequeños y solo tienen espacio para un determinado número de personas a la vez. De hecho, los pasajeros del vuelo de salida no fuimos autorizados a entrar a la terminal de La Habana, hasta después de que los viajeros del que arribaba salieran de allí.
Los muelles donde anclan los barcos no son lo suficientemente grandes para los enormes cruceros que ya han comenzado a hacer reservaciones. No hay suficientes alojamientos para todos los estadounidenses que expeditamente vendrán. Las casas de cambio (Cadecas) son limitadas, tienen largas colas;  mientras que nuestras tarjetas de crédito ATM todavía no son aceptadas. No podemos olvidar que la lenta Internet se limita a los pocos minutos que una tarjeta de dos dólares te pueda brindar, si es que en algún momento logras conectarte.

Cuba no está lista, pero preparada o no, los estadounidenses ya vienen. ¡La crisis ya comenzó! La única manera de resolverla es que las empresas estadounidenses vengan y salven la situación. Los negocios provenientes de Estados Unidos y los amistosos funcionarios gubernamentales de ambos países abogarán por un “tratamiento de choque,” con más políticas de libre mercado. Solo más privatización podrá resolver esta crisis turística.

Las empresas e inversionistas del norte estarán listos para “proporcionar” a la isla caribeña Cuba con lo que necesite. De hecho ya han comenzado a hacerlo. Primero fueron las compañías aéreas que proporcionarán el transporte. Verizon y Google trabajarán dentro del país para proporcionar la siempre necesaria Internet, sin la cual no pueden vivir.

Starwood Resort tomará dos de los hoteles que existen en La Habana y Airbnb ya ha sido un puente entre los dueños de viviendas que están buscando ganar algún extra de dinero en efectivo y los visitantes que disfrutan la experiencia  “hogareña”.

En la Camara oscura de La Habana Vieja. Foto: Juan Suárez

Evidentemente, poco a poco, y a medida que se abra la puerta y sea mayor la afluencia, al choque de una Cuba no preparada seguirán hambrientas empresas estadounidenses que se harán cargo, como si esta crisis manufacturada solo pudiera resolverse con sus políticas neoliberales de libre mercado.

Siguiendo las ideas de “tratamiento de choque”, así como la perspectiva de Naomi Klein de las ideas económicas de Milton Friedman, es fácil establecer paralelismos entre lo que ocurrió en toda América Latina en los años 1970 y 1980 y lo que podría suceder o está pasando en Cuba ahora.

Políticas neo-coloniales: grandes corporaciones multinacionales con sede en los EE.UU., China y Japón abren negocios, se apoderan de las tierras públicas, privatización los servicios públicos, trabajan con los gobiernos para desregular, ponen fin a todas las restricciones comerciales, destruyen  los sindicatos, y reducen los salarios en nombre de la “libertad”.

Los gobiernos electos democráticamente fueron derrocados y reemplazados por dictadores  amigos de los estadounidenses, como Pinochet, quien permitió que los Estados Unidos y sus economistas utilizaran su país como conejillo de indias, conduciéndolo a una deuda, de la cual solo podría salir a través de las empresas norteñas. ¿Es esto lo que los cubanos han estado esperando?

En el caso de Cuba, estamos escuchando fragmentos de “libertad para los cubanos”, junto con la promesa de introducir más competencia y mejores servicios a la población. Esa es la retórica que lentamente está tomando forma para alcanzar el aparente propósito de esta intervención.

Los estadounidenses con “responsabilidad moral” para extender la libertad se mostrarán a sí mismos como los salvadores que traen a la isla todo el poderoso capitalismo. Venderemos al pueblo de Cuba nuestra creencia de que la libertad económica conduce a una mayor democracia, lo que significa igualdad de derechos y mayores oportunidades para todos. El problema es, que para aquellos que vivimos en los Estados Unidos, especialmente para los grupos minoritarios, difícilmente eso resulta ser el caso.

La discusión de la democracia y los derechos humanos ha sido el tema central en el nuevo intercambio entre nuestros gobiernos. Como estadounidenses, nos dicen que tenemos el extraordinario privilegio de protestar contra nuestro gobierno, criticar en Internet o en las plazas de nuestros pueblos aquellas políticas o a los políticos con los que no estamos de acuerdo. Tenemos el derecho a votar a un sistema de dos partidos, tenemos derecho a la educación hasta el duodécimo grado. Igualmente, nos beneficiamos con un sistema judicial que supuestamente debe ofrecer a todos un proceso justo. La nación habla con orgullo de brindar igualdad para todos.

Muchos cubanos nos pueden ver como un faro de esperanza, al aspirar al estándar de los derechos humanos. Sin embargo, no podemos olvidar la injusticia que existe aquí. El movimiento la Vida de los Negros Importa surgió el año pasado como respuesta a la brutalidad policial, a la continua falta de justicia, al encarcelamiento masivo, y al racismo sistemático contra la juventud negra. Eso está sucediendo hoy en día, casi 50 años después del movimiento de derechos civiles y de la muerte de Martin Luther King Jr.  Activistas de Nueva York son habitualmente rociados con gas lacrimógeno y detenidos de manera arbitraria por protestar.

Para marchar en las calles, primero los grupos deben obtener un permiso de la Policía. Los sindicatos luchan constantemente para sobrevivir,  debido a las leyes anti-obreras que son respaldadas por los corporaciones. Los salarios son más bajos que nunca antes, la desigualdad de ingresos está fuera de control, las mujeres todavía no han alcanzado la igualdad y los estudiantes universitarios tienen deudas mayores que nunca. ¿Es esta la democracia y los derechos humanos que nuestros hermanos cubanos están anhelando tener?

Contamos con elecciones, ¿pero realmente nos queda otra opción? Tenemos dos partidos políticos, pero las empresas ya han comprado y vendido candidatos a los dos. La ilusión de la opción es lo que mejor describe nuestro sistema electoral. Podemos abrir cualquier negocio que queramos, pero ¿tratamos  a todos nuestros trabajadores con dignidad? Tenemos educación gratuita, sin embargo, todavía sufrimos la segregación; los estudiantes de color y sus escuelas reciben menos recursos, perpetuando un ciclo de pobreza entre esos grupos minoritarios.

Cuando Obama y los medios de comunicación de su país presionaron a Raúl Castro sobre sus violaciones de los derechos humanos por encerrar a los disidentes, él se defendió. Castro respondió: “Tenemos el derecho a la salud, el derecho a la educación. En Cuba, las mujeres reciben igual remuneración por un mismo trabajo”.

El régimen de Castro es culpable por encerrar a los disidentes y suprimir los debates públicos, ¿pero acaso los Estados Unidos de América tienen una posición moral para señalar las fallas del otro? Los medios de comunicación estadounidenses están llenos de artículos que hablan de cómo la intervención económica de Estados Unidos será beneficiosa para el cubano promedio.

Cuba colonial. Foto: Juan Suárez

La retórica de lo mucho que los cubanos carecen de “libertad” y la necesidad de tener una competencia en la economía para acceder a mejores productos y servicios es la excusa para invadir sus mercados. La varita del capitalismo hará trabajar su magia antes de lo que esperamos.

Si bien es cierto que muchos cubanos buscan mejores servicios y oportunidades, hay preocupación por lo que tendrá que ser sacrificado para conseguirlo. ¿Hasta dónde llegará la mano del capitalismo en la isla?

La historia de América Latina muestra cómo se ha conquistado eso en múltiples ocasiones. Greg Grandin señala en su libro Empire’s Workshop las tres conquistas que se hicieron a América Latina. La primera,  realizada por los españoles en 1492, la segunda en la década de 1970 a través de las políticas de Nixon y de Kissinger y, la última, a través de las políticas económicas de Reagan y Friedman.

Aunque las dos últimas conquistas, al parecer, son simplemente económicas, llevaron a países de América Latina a la deuda extrema, lo que resultó en la venta de sus tierras y los servicios a las empresas extranjeras. Lo que antes era proporcionado a la población, fue entregado a las empresas privadas. Las fuerzas del libre mercado han estirado las clases a un extremo de ricos y pobres. La triste realidad ha sido la pérdida de la democracia y menos derechos humanos. Esto puede ser el futuro neocolonial de Cuba.

Castro reiteró que se necesita “paciencia”. ¿Definitivamente la paciencia permitirá que Cuba tome precauciones para no dejar que las corporaciones multinacionales reinstalen las prácticas coloniales del pasado que todavía prevalecen en toda América Latina hoy en día? Eso aún está por verse.
—–

Karina Arciniegas es profesora de Español en la Universidad  Leon M. Goldstein de Brooklyn, Nueva York. Ella se graduó en el Centro para Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Nueva York.

Mike Schirtzer es profesor de Historia y delegado del sindicato de la Universidad Leon M. Goldstein, en Brooklyn, Nueva York. Es  organizador del Movimiento de Rango y Educadores de Archivo, el grupo de justicia social de la Federación Unida de Maestros (UFT).

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