El insulto, un atraso que no se acaba

Por Benjamin Noria

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Cuando en Cuba se cambiaron las cátedras de Marxismo Crítico por Marxismo Dogmático, después de 1976, se eliminó el diálogo como forma de interacción verbal. En su lugar quedó el insulto como medio de sostén ideológico.

Muchas de las guerras y conflictos de la humanidad son motivadas, en parte, por la falta del debate como medio de alcanzar la paz. El entendimiento que puede traer el bienestar general está frecuentemente ausente.

Según Sigmund Freud, el ser humano descubrió que la vida en sociedad era más segura y poderosa que vivir aislados y en constantes guerras. Ese fue el momento en que, quizás, el hombre ideó el contrato social.

Yo no sospecho que el diálogo haya estado presente en dicho proceso. Sin embargo, los cubanos han rechazado los beneficios de esa facultad humana y lo convirtieron en tabú.

Este permite hablar de las cosas que nos gustan y también de las que no nos gustan. En el impedir conversar sobre lo que no nos gusta es donde entra en escena el insulto en Cuba.

El insulto para no dialogar

Es inútil platicar con los cubanos sobre cuestiones de la libertad de expresión u otro tipo de libertades. Recuerdo haber entrado en una farmacia hace dos meses y escuchar que una mujer expresó: “Aquí nunca hay medicamentos”.  Acto seguido, las trabajadoras de la entidad le responden a la señora: “Usted es una malagradecida, pues la Revolución se lo ha dado todo, gusana”.

Al cubano no le importa escuchar las cosas malas que afectan el bienestar. Lo que le interesa es destruir la originalidad y la inteligencia del interlocutor, desear su miseria.

El agravio ha resultado un instrumento significativo en esta actividad. Todos hemos sido culpables por dejarnos llevar por la pasión y la ceguera de la ideología. Es por ello que no hemos conseguido mejorar nuestra vida económica, que empeora con las ofensas.

Lenin decía que la economía era la expresión concentrada de la política. No hay política eficaz con injurias, enemistad y odio. Es necesario basar la política y también la educación en la cultura del intercambio, de los argumentos. Un pensador cubano escribió que todo cambio político y económico lleva antes un cambio cultural y moral.

No hay cambios sin cultura del diálogo. La transformación que necesitamos tiene que venir acompañado del debate que todo lo puede, que impregna de creatividad la mente y llena de diversidad nuestras vidas.

Incluso puede hasta resolver los problemas de los conflictos de la homofobia que todavía en el siglo XXI nos abruman aquí. Y que se pudiesen haber resuelto como en los países europeos si no estuviéramos tan atrasados culturalmente.

La cultura de cada país tiene todo el mérito que conquista a través del entendimiento, no de la agresividad. Las ofensas han dejado entre nosotros muchas víctimas y pobreza mental. Todos los cubanos deberíamos contribuir a dejar de buscar el insulto en nuestra vida cotidiana como si fuera un tesoro escondido.

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