El gran pueblo de mi infancia

Por Pedro P. Morejón

Calle de Consolación el Sur, Pinar del Río. Foto: flickr.com

HAVANA TIMES – Me crié a unos escasos kilómetros de Consolación del Sur, un pueblo de Pinar del Río, que siempre fue considerado el más elegante y urbano de la región, después de la capital provincial. Recuerdo su parque maravilloso, amplio, sombreado, lleno de arbustos de un verdor intenso.

“Soy de La Habana, y este es uno de los parques más bonitos que he visto”, le escuché decir a un señor hace ya mucho tiempo.

También recuerdo la heladería Coppelia de La Villa, donde podías degustar helados de cualquier sabor; la pizzería Salermo, que tenía fama de hacer las mejores pizzas de la provincia e incluso, del país;  la única barbería del pueblo -inmensa-, con sillones giratorios, confortable, de espejos amplios y con aire acondicionado; el maravilloso cine Avellaneda, adonde el mayor de mis primos me llevaba para ver películas infantiles o aptas para todas las edades; incluso recuerdo los carnavales con carrozas desfilando por toda la avenida 51.

Es cierto que fue en la época de las “vacas gordas” o, mejor dicho, el tiempo en que Cuba se erigía como la vitrina del socialismo marxista en Las Américas, y por eso recibía las ayudas de la URSS, que según algunos economistas superaron en valor al equivalente de 10 planes Marshall para reconstruir a Europa occidental, tras la Segunda Guerra Mundial. Ayudas que permitieron mayores productos y mejores servicios, todos a precios alcanzables.

Pero llegaron los 90 con la crisis ya consabida y el lugar amado de mi infancia comenzó a deteriorarse, imperceptible, pero sostenidamente.

Hoy tenemos un pueblo con un parque de bancos rotos y aceras cuarteadas; donde estaba la heladería tenemos una TRD (en la que los militares venden algunos productos en moneda dura); una pizzería cuyo local está deteriorado; decenas de portales o locales incómodos que fungen como barberías; el cine ya no se puede llamar cine; y los carnavales hace rato que se han convertido en una aglomeración de personas comprando cerveza a granel y aguada, música reggaetón del peor gusto y la mayor vulgaridad, y un montón de timbiriches ofertando juguetes, baratijas y comida chatarra a precios exorbitantes.

Calle de Consolación del Sur, Pinar del Río

También es notable la suciedad de las calles, con sus numerosos baches y las aceras desbaratadas. Pululan los basureros. Lo más significativo es la indiferencia de los residentes, quienes inmersos en la lucha cotidiana no parecen advertirlo. Quizás yo, porque no vivo allí y solo hago visitas semanales.

He podido constatar ese deterioro en algunos pueblos que visito, pero el Consolación de mi niñez marcha a la vanguardia de la depauperación.

No obstante, ahora veo intentos tímidos por realizar algunos arreglos. Vi una brigada trabajando en el parque, otra comenzando a remozar la pizzería, y así en distintos sitios. Quizás maquillando el municipio por habérsele otorgado la sede provincial del acto por el 26 de julio, fecha que todos conocemos. Sin embargo, no creo que el resultado sea sustancialmente positivo.

“Entre la desidia y la falta de recursos, el gran pueblo de mi infancia hace mucho dejó de ser aquel hombre recto y fino que a todos cautivaba. Hoy tiene el aspecto de un viejo arrugado, sucio y vagabundo, acostado sobre un banco, esperando la persona que lo rescate del olvido.”

2 thoughts on “El gran pueblo de mi infancia

  • Creo esa es la imagen que se extiende por todo el país…en nuestra infancia, muchos visitábamos algún que otro pueblo cubano en nuestras vacaciones. A mi me trae muy lindos recuerdos ese pueblito villaclareño al que iba, la casa de los abuelos…años después, el lugar cambió y no para mejor…

  • amigo, ni intentes quitarle a Mayarí el desmérito mayor de ser el pueblo más a la vamguardia en deterioro. aquí no hay ni una calle con la calidad de esa que presentas en la foto como mala, jjj. es broma, pero sin dudas te ganamos la emulación a consolación. a diferencia de tu pueblo, los mejores años de Mayarí no fueron en los 80 como parte de esas vacas gordas y la vitrina sociualista. aquí no llegó esa estrategia. aquí la nostalgia viaja hasta los años 50.

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