El fin de una era

By Alberto N. Jones

Casamiento en La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 28 feb. – Las últimas semanas se caracterizaron por un constante llamado de Radio Mambí 710 AM a los cubano-americanos y a residentes  de otras nacionalidades en el sur de la Florida, para que asistieran a una gran marcha convocada para el 24 de Febrero en la Calle 8.

El objetivo no era  celebrar la acción definitoria que tuvo lugar en Baire en 1895 bajo las órdenes de José Martí,  sino  enviarle un mensaje claro a la isla de  que la vibrante y militante comunidad anti-castrista de Miami, está  lista para asumir el control de Cuba.

Con el propósito de conseguir una gran asistencia al evento y de azuzar el odio en contra de su país de origen, se estuvo  trasmitiendo continuamente durante semanas una comunicación pirateada entre la torre de control y los pilotos de los cazas Cubanos, antes, durante y después del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate el 24 de Febrero de 1996.

Al frente de esta marcha y concentración se encontraban cuanto vale y brilla de la Unidad Cubana, la Fundacion Cubana Americana, el Consejo de la Libertad, La Nueva Rosa Blanca, el Instituto Cubano de Investigación de la Universidad FIU, Municipios en el Exilio, CID, Presidio Político, Alpha 66, la Brigada 2506, Comandos L, la UMAP, Hermanos al Rescate y otros.

Una foto sonriente en la primera plana de Univisión de los hermanos Lincoln y Mario Diaz-Balart, Armando Perez-Roura, Ileana Ros-Lethinen y otros, simbolizan el material humano presente en esta concentración, en la cual, el Miami Herald y otros medios estimaron el número de participantes en unos 3,000, de una comunidad de unos 800,000 cubano-americanos, lo cual equivale a la vergonzosa participación de un 0.3% del mismo.

Ni aun recurriendo al denominador humano más bajo, en el cual usaron repetidas veces la trágica muerte de esos pilotos, que habían sido advertidos repetidas veces por los gobiernos de los Estados y Cuba, acerca de los peligros asociados con las incursiones hostiles en el espacio aéreo nacional y la vergonzosa explotación del primer aniversario de la muerte por hambre del huelguista Orlando Zapata Tamayo, convertido súbitamente en mártir, fue suficiente para revertir la vergonzosa participación en esta tragi-comedia.

Resulta igualmente inexplicable, la falta de respuesta de los líderes políticos de los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba, quienes se niegan a reconocer que esta minúscula comunidad ultraderechista reaccionaria, se encuentra ingresada en la sala de cuidados intensivos padeciendo de una enfermedad terminal, cuya actitud beligerante y frecuente agresividad en Cuba y los Estados Unidos, no debería tener efecto alguno en cómo se perciben y se les trata  a los otros cubano-americanos a ambos lados de esta  artificial división política entre ambos países.

Después de cincuenta años de Cuba haber sido obligada a atrincherarse, defendiéndose de agresiones reales o imaginarias provenientes de los Estados Unidos y habiendo vivido lo suficiente para ver realizarse un sueño imposible, al ser electo un afro-americano presidente de los Estados Unidos, qué factores más poderosos pudieran impedir a ambas partes, reunirse para buscar la solución de un problema menor, como es mejorar las relaciones entre ambos países.

Ningún deseo de bienestar o de humanistas amantes de la paz, deberá permanecer en silencio en estos momentos de grandes convulsiones sociales alrededor del mundo, sin exigirle a ambos gobernantes, nuestro derecho inalienable de vivir en paz y felicidad, con simplemente echar a un lado falsos orgullos, arrogancia y envidias, mientras centran su total atención en las enormes ventajas al alcance de la mano, que son mutuamente beneficiosas para ambos vecinos, si la paz, la justicia, el respeto y la amistad pudieran prevalecer.