El drama de los abogados

Por Pedro P. Morejón

HAVANA TIMES – Hace poco escuché las declaraciones de un directivo de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos (ONBC) exponiendo las bondades de ser abogado en Cuba, y me vinieron tantos recuerdos…

“Cuando sea abogado se acabó el lío este de los cakes”-le dije a mi entonces esposa un 31 de diciembre, cerca de las 12:00 am. Entonces yo estudiaba Derecho y ella ya era estomatóloga. Nos defendíamos haciendo dulces, pero casi no podíamos disfrutar del fin de año e inicios del nuevo, pues los encargos aumentaban y era necesario hacer un poco de dinero. 

Y al fin me gradué y comencé a trabajar en un bufete colectivo. En Cuba no existen bufetes privados ni colegios de abogados. Solo se puede ejercer como abogado perteneciendo a la Organización Nacional de Bufetes Colectivos (ONBC).

Haciendo un poco de historia, hasta el año 1974 coexistieron dos modalidades del ejercicio de la abogacía: los privados, que ya estaban sometidos a un grupo de regulaciones, y los que pertenecían a los bufetes colectivos que se habían formado desde la década de 1960. Pero en 1984 se dictó el Decreto Ley 81 creando la ONBC y estableciendo que solo en dicha organización se puede ejercer dicha especialidad.

Lo cierto es que al ingresar tenía el entusiasmo propio del que comienza. Me volví casi una enciclopedia de Derecho Penal y Civil, las ramas que más me gustaban, por su orden. Veía mi futuro como un gran abogado y reconocido jurista, de esos que escriben libros, dictan conferencias y son invitados a universidades extranjeras, incluso me categoricé como profesor adjunto instructor cuando aquella locura de la municipalización de la universidad.

Entré “a todo tren”, con deseos de comerme el mundo. Pero la realidad cotidiana me golpeó el rostro haciéndome despertar. ¿De qué vive un abogado? Para los curiosos, aquí le va la respuesta: de la ilegalidad, como casi todos los cubanos. Veamos algunos ejemplos de las tarifas de los servicios que presta la organización y la remuneración al abogado.

-Un divorcio por justa causa costaba unos $85.00 CUP, la retribución al letrado era de $20.00 CUP (0.80 USD) a los 3 meses que terminaba el proceso con la sentencia del Tribunal.

-Un proceso ordinario para subsanar errores de inscripción $150.00 CUP, remuneración para el letrado 35.00 CUP (1.40 USD), a los 2 o 3 meses de terminar el proceso.

-La defensa penal de un delito de 8 a 30 años $400.00 CUP, remuneración de $100.00 CUP (4 USD), y eso es lo que más cobra un abogado por un caso penal.

Los anteriores ejemplos son una expresión grosso modo. Quien vea todas las tarifas deducirá fácilmente que para cobrar unos miserables $500.00 o $600.00 (20 a 24 USD) incluyendo la garantía salarial de $100.00 por concepto de consultas, etc, el letrado necesitará de una buena clientela y de esfuerzo en tiempo y energía.

Las tarifas y remuneraciones correspondientes datan de más de 10 años y han sufrido modificaciones, pero según excolegas y amigos del gremio, no ha habido cambios sustanciales en lo que respecta al salario de un abogado en Cuba. Entonces ¿de qué vive este? 

De aceptar regalos, cobrar por la “izquierda”, en fin, de la ilegalidad, todo ello asumiendo el riesgo de ser expulsados. Casi todos lo tienen que hacer. Se ven empujados a esa situación para sobrevivir.

Solo consiguen enriquecerse unos pocos, aquellos, que por determinadas circunstancias han sabido ganar reputación de ser lo “mejores”, aunque no lo sean tanto. Y todos saben que es así, pero fingen, empezando por la directiva de esa organización. Entre el discurso moralista y la praxis hay miles de años luz.

Una realidad que no existiría si los abogados pudieran ejercer su profesión de forma privada, como lo puede hacer cualquier colega en otro país, o como lo puede hacer hoy en Cuba, un albañil, un carpintero, un barbero, etc, oficios todos útiles y honrados, pero que históricamente, y por cuestiones de categoría y capacidad, han sido considerados de menor relevancia social que la de un profesional del Derecho.

Por eso, durante mucho tiempo tuve que seguir haciendo cakes los fines de años. Por eso, después de marcharme y habiendo tenido la oportunidad de regresar a la organización, no quise hacerlo.