El cáncer nos asecha

Por Osmel Ramírez Álvarez

Fabrica de niquel en Moa, Holguín.  Foto de archivo: Trabajadores.cu

HAVANA TIMES – Mi tío Verónico tiene cáncer en los huesos, un mieloma múltiple. Hace cinco meses se hallaba enfrascado en su cosecha de tabaco de exportación, con mil dificultades, pero aparentemente bien de salud. Sin embargo, tuvo que abandonarla y su deterioro físico avanza a un ritmo terrible.

No se dedicaba exactamente a la agricultura, solo adelantaba sus planes de subsistencia por hallarse próximo a jubilarse. Imaginen, si el salario nunca le alcanzó, menos aún se las arreglaría con una pensión. Trabajó más de 40 años en la industria del níquel, como retranquero (frenando manualmente los vagones cargados de mineral pendiente abajo) y luego como maquinista de locomotora.

El próximo día 9 cumplirá los 65 años. Ahora la meta de su vida es diferente: llegar al día primero de julio y poder presentar la solicitud de jubilación, para no dejar desamparada a su compañera de toda la vida.

Por otro lado, la hija de mi primo Alexey tiene solo 6 años, y está ahora recibiendo la quimioterapia tras una intervención quirúrgica donde, por causa de un tumor maligno, se le extirpó un riñón. Ya perdió todo el cabello. Por suerte, su inocencia le evita la preocupación por la muerte y el futuro, lo cual es un punto a favor en estas enfermedades que se alimentan del estrés.

Manuel, un tío de mi esposa, ha logrado sobrevivir dos años a un cáncer de garganta. Aunque ha perdido mucho peso y lleva un pañuelo en el cuello cubriendo del polvo la secuela de la traqueotomía, la quimio le vino bien por el momento, y ya anda en su bicicleta arreglando refrigeradores y lavadoras soviéticas para ganarse la vida. Menos suerte tuvo su sobrina nieta, que murió hace solo tres años de un tumor en la cabeza. Tenía 7 años.

Esperanza, mi tía-abuela, murió de un cáncer de mama que hizo metástasis en el pulmón; mi prima Elsi tiene lo mismo, pero ha sobrevivido con el tratamiento; Rafaela, su hermana, milagrosamente ha sobrevivido, aunque le dieron tres meses de vida por un cáncer en el colon muy avanzado; mi tío José María murió de cáncer de garganta; mi vecina de al lado, Edita, ha sobrevivido cinco años luego de la quimio y radio terapias por cáncer en el endocervix; mi vecino del frente, Ariel, murió hace seis años de cáncer en el colon y dos años después su hijo Osmani por Mieloma múltiple; mi exsuegro Carlos, abuelo de mi hija mayor, murió en igual fecha también de cáncer. La lista es interminable.

Ni asunto local ni familiar

Cualquiera creería que es un asunto local o familiar. No, no lo es. Tal vez mi familia y mi barrio sean de los menos afectados y tan solo he mencionado los casos más cercanos. Pero no podemos disponer de las estadísticas del Área de Salud, del municipio, la provincia y la nación, pues son manejadas por Salud Pública con cierto grado de secretismo.

Lo cierto es que en Mayarí se puede percibir que hay una recurrencia muy elevada del cáncer, que para nada luce normal. Y no hay pistas de que alguien lo investigue. En Internet solo encuentro que se halla entre los 72 municipios con Riesgo I, de mayor incidencia, y que la provincia de Holguín está por encima de la media nacional (y seguramente mundial), con tendencia ascendente.

Las personas, por sus temores y desesperación, especulan sobre las causas de tantos casos de este tipo de enfermedad. Durante 70 años la fábrica de Nicaro ha sido fuente de contaminación con la producción de níquel+cobalto. Y aún destruida desde 2013, los depósitos de cola siguen suspendiendo partículas minerales que son arrastradas en temporadas secas por el viento hasta decenas de kilómetros.  El polvo metálico de cobalto y níquel está registrado como agente cancerígeno de tipo físico, con efecto acumulativo a mediano y largo plazo.

Al norte se halla también la mayor termoeléctrica del país, la Félton, pero se desconocen sus índices de contaminación. Esta zona es, además, tabacalera, y para mantener las hojas sanas se hacen tratamientos a base de químicos para diezmar larvas y hongos. Recientemente en un reportaje de Telesur sobre Brasil, se criticaba el uso de acefato, que es uno de los plaguicidas más utilizados en Cuba.

Igualmente, no parece haber nadie en este país vigilando ni certificando los alimentos que se producen y consumen, independientemente de que existan entidades con esa responsabilidad. Lo que comemos es alimento y veneno al mismo tiempo, en la mayoría de los casos.

Por otro lado, los vehículos automotores, aunque menos abundantes que en el resto del mundo, son obsoletos y enormemente contaminantes. La gasolina que se expende debe ser con toda seguridad a base de compuestos de plomo y manganeso para elevar el octanaje. Porque jamás se ha informado la reconversión tecnológica para dejarlos de utilizar. Por ejemplo, del 2000 al 2002 Europa suspendió su uso por el daño ambiental y a la salud humana.

El lugar es un cóctel letal de agentes carcinógenos: químicos, físicos o biológicos. La gente se siente amenazada y con razón. Sin duda es un tema muy preocupante que necesita de una estrategia gubernamental preventiva, que disminuya los agentes causales, más allá del diagnóstico precoz y la educación de salud. Que, independientemente de su importancia, no son suficientes en la lucha contra el cáncer. 

 

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