Dos, tres, veinte, más, muchos Fidel y Chávez

Guillermo Fernández Ampié

Fidel Castro y Hugo Chavez viendo el periódico Granma. Foto: Estudios Revolucion

HAVANA TIMES, 20 agosto — Pocos dirigentes latinoamericanos han despertado y despiertan tanto odio y temor en los sectores adinerados de nuestro continente y sus socios mayoritarios, como lo ha hecho el líder de la revolución cubana.

Es más, podría afirmar que ningún otro líder de la región ha recibido tal nivel de desprecio, si bien en la actualidad el presidente Hugo Chávez no está muy rezagado en las preferencias de esa élite como el objetivo preferido de su rabia contra todo lo que huele, respira, habla, defienda o actúe a favor de las multitudes históricamente empobrecidas en Latinoamérica.

Sus portavoces, las compañías transnacionales comercializadoras de noticias y sus repetidoras nacionales, hacen todo lo posible para que los siempre excluidos compartan esos sentimientos. No desperdician una sola oportunidad para remachar con algún epíteto la imagen de Fidel o del presidente venezolano, y de cualquier otro que quiera seguir similar sendero, que desean grabar en la mente de la población de a pié en el continente.

A su vez, tampoco escatiman esfuerzos para que las masas trabajadoras y empobrecidas admiren y asuman como dirigentes propios a políticos o “estadistas” que en la práctica, por mucho y muy bonito que hayan hablado a favor de los pobres, no hicieron ni hacen algo verdaderamente significativo a favor de ellos.

Así, hasta en las series de televisión más banales es posible escuchar alguna referencia a Churchill o Kennedy –el mitificado Camelot– como el brillante estadista mundial o político inmaculado, respectivamente. O sobre el ingenio, buen humor y popularidad de Reagan, el promotor de los escuadrones de la muerte en Centroamérica, además de protector y facilitador de la expansión de los cárteles del narcotráfico.

Ni qué decir de George Washington, o sus colegas fundadores de lo que hoy es EUA, de quien por regla general no se menciona que también tenía en propiedad, como si fueran reses, a otros seres humanos, cuyo trabajo esclavo usufructuaba.

misma tonalidad se percibe en la “información” que sirve la industria fabricante de noticias y manipuladora de opinión cada vez que muere un soldado de los que han invadido Afganistán o Iraq. “Recordados como héroes”, se leía recientemente en un titular repetido en diversos medios. Una crónica enfatizaba sobre lo cariñosos que eran esos militares con su familia, lo bondadoso con sus vecinos, sobre sus sueños y aspiraciones y cuánto amaban a sus hijos y hermanos.

No diré que algo de eso sea falso, pero tampoco puedo dudar que los miles de masacrados por los bombardeos en esos países, como ahora en Libia y antes en Vietnam o Nicaragua, también amaban a sus hijos y hermanos, y eran bondadosos con sus vecinos, e igualmente tenían muchos sueños e ilusiones. Sin embargo, de los sentimientos que tenían las víctimas de las bombas “inteligentes” no se habla. No importan y no se mencionan porque la estrategia “informativa” de dichos medios es crear una imagen bondadosa y heroica de los militares estadounidenses, para que sean vistos como héroes por el mundo entero.

Parecieran no darse cuenta que sus héroes no son ni pueden ser los héroes de los pueblos de Nuestra América, ni héroes de otros pueblos del mundo, oprimidos y masacrados por ellos. No son ni pueden ser nuestros. Por el contrario, sus próceres, líderes y héroes son corresponsables de tanta traición, muerte, destrucción y miseria en nuestros países.

Ha corrido tanta sangre y son tantas las muertes, tantos los esfuerzos, las luchas y las derrotas acumuladas y es tanto el desengaño, como para que los oprimidos latinoamericanos no logren identificar quién defiende y lucha verdaderamente por sus intereses, quienes promueven y dirigen los cambios que buscan modificar la situación de miseria y opresión heredada de siglos, y quienes sólo pronuncian discursos bien floreados pero vanos.

Los líderes, los héroes y los próceres de la nueva América Latina, de Nuestra América, son otros y Fidel Castro es ya uno de ellos. Y no es raro que se desperdicie tanta tinta y tanto papel para denigrarlo, como ocurre también con el actual presidente venezolano. Lo mismo ocurrió con otros líderes populares del pasado.

Hidalgo, el prócer mexicano, fue llamado maldito por las élites y la alta jerarquía novohispana; los líderes indígenas que murieron en defensa de sus pueblos –Túpac Amaru, Tasunka Witko-Caballo Loco, Tatanka Iyotanka-Toro Sentado, entre otros–, no fueron considerados más que indios salvajes por sus asesinos. Los militares estadounidenses que ocupaban Nicaragua, en la segunda década del siglo veinte, calificaban a Sandino como bandolero. De igual manera llamaban a Charlemagne Péralte los jefes de las tropas estadounidenses que ocupaban Haití diez años antes. La serie de ejemplos es bastante extensa.

No se vaya a creer que con lo anterior pretendo afirmar que Fidel Castro o Hugo Chávez son santos, o que no cometan errores ni tengan debilidades. De ninguna manera. Pero sí que es evidente que han hecho más por los desarrapados que tenían hambre y sed, y deseos de educación y necesidad de medicinas, que muchos señores y señoras que no se cansan de hablar de amor al prójimo.

En su mensaje a los pueblos del mundo, en 1966, el Ché escribió: “como podríamos mirar el futuro luminoso, si dos, tres muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo”. En nuestras actuales circunstancias, podríamos parafrasearlo y decir: qué luminoso y digno sería el destino de los pueblos latinoamericanos si contara con dos, tres o más, muchos líderes de la catadura de Fidel o Chávez.

Seguramente, y voy a repetir palabras que en más de una ocasión he escuchado en Centroamérica, “otro gallo cantara en Latinoamérica, si cada país contara con un Fidel”. O un Chávez y otro Evo, y dos Mujica y una Cristina más, podemos agregar ahora. Porque todo indica que para lograr una verdadera independencia, para vivir con dignidad, para dejar de ser un peón subordinado y hablarle de tú a tú al gobierno de Estados Unidos y a los países europeos, para poner coto a la depredación de las transnacionales y defender los derechos de los pueblos de la región, para desarrollar todas sus potencialidades, Latinoamérica necesita dos, tres, muchos líderes como el cubano o el dirigente popular de Venezuela.