Descifrando la solución a la crisis de Nicaragua
Por Raúl K. Bautista
HAVANA TIMES – En recientes entrevistas, el exgeneral Humberto Ortega y el excanciller y ex reo político Francisco Aguirre Sacasa, insinuaron que Estados Unidos podría realizar una acción militar orientada a sacar a Daniel Ortega del poder. Ellos y otros analistas y líderes de la oposición han planteado posibles soluciones a la crisis sociopolítica de Nicaragua, que pondrían fin a la represión, la consolidación del totalitarismo y la sucesión dinástica. Para determinar el verdadero alcance de sus propuestas intentaremos descifrarlas y auscultar su factibilidad.
Partimos de la premisa que, después de exhaustivos análisis políticos, económicos y sociales, ha reiterado desde 2022, la prestigiosa Intelligence Unit de The Economist: Daniel Ortega mantendrá el poder hasta las elecciones del 2026 o hasta que muera. Destacados analistas políticos y algunos líderes de la oposición manifiestan que puede darse una implosión; una insurrección súbita; un colapso de las estructuras gubernamentales; una rebelión de facciones insatisfechas del Ejército o una pronta caída de la dictadura. Aunque estas aseveraciones dan aliento y sustentan la esperanza, los actuales avances en la consolidación del autoritarismo total (lo vamos a llamar totalitarismo, aunque le falta el componente ideológico) y del Estado policiaco suponen que solo son wishful thinking (pensamientos ilusorios).
La Administración Biden —y antes la de Trump—, quitaron visas, sancionaron a funcionarios y empresas del régimen, presionaron por vía diplomática y han expresado que deben rendir cuentas por sus violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Pero, no definieron una política propositiva para forzarlos a cambiar su política represiva. Todo lo contrario. Desde 2018 Estados Unidos fortaleció su relación como primer socio comercial de Nicaragua y según datos recientes de la Embajada de Estados Unidos en Managua: “EEUU representa un tercio de las importaciones nicaragüenses y casi el 60% de las exportaciones totales”.
El Ejecutivo estadounidense no impidió que organismos financieros dieran recursos al régimen, ni aplicó a cabalidad la NICA ACT ni la Ley RENACER. Incluso, algunos expertos y analistas en política exterior consideran que las administraciones mencionadas han actuado con cautela hacia el régimen Ortega-Murillo, pues han percibido que la oposición es demasiado débil, fragmentada, descoordinada y sin capacidad para representar una alternativa frente a Ortega. En tales condiciones, ni las sanciones hasta la fecha aplicadas por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea; ni pronunciamientos o resoluciones de la OEA o la ONU; ni contundentes informes sobre violaciones a los derechos humanos, ni tweets burlándose de los Ortega-Murillo o denunciándolos como criminales, van a sacarlos del poder.
Aun así, debemos reconocer que la oposición nicaragüense ha hecho un excelente trabajo de denuncia e incidencia política en la OEA, organismos internacionales de derechos humanos, parlamentos y gobiernos. La dictadura tiene amplios y detallados informes de la CIDH, GIEI, Comité de Derechos Humanos de la ONU, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otros, sobre sus violaciones a los derechos humanos, clavados como banderillas que no se pueden sacudir. Pero, al no existir ninguna acción penal a nivel doméstico o internacional que pueda ser aplicada, repiten y amplían sus represiones en total impunidad y con mayor crueldad. Como ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la impunidad conlleva a la “erosión de los cimientos de la democracia y repetición crónica de violaciones a los derechos humanos”.
Un golpe quirúrgico militar
Un golpe quirúrgico militar (tipo Panamá) de EE.UU., como ha sido sugerido, no es posible ni probable y no ha sido conceptualizado o considerado por sus estrategas de política exterior. Nicaragua no fue mencionada en su Annual Threat Assessment of the US Intelligence Community February 5, 2024 (Valoración de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos sobre amenazas. Febrero 2024), que incluye a Venezuela y Haití. Se argumenta que una integración más profunda con Rusia o China no debe conllevar a chocar con Estados Unidos. Y así es. Ahora el “Global South” (hemisferio sur), tiene más independencia para decidir. Muchos países no apoyaron las sanciones a Rusia por su invasión a Ucrania, impuestas por Estados Unidos y otros países occidentales.
Vivimos en una época incierta a nivel global y en un mundo multipolar. Estados Unidos está en declive, con crisis interna y enfrentando una rivalidad económica, militar, cultural y tecnológica por la hegemonía mundial; la carrera armamentista amenaza con armas nucleares; hay guerras en Ucrania, Palestina, Sahel Occidental, Sudán, República Democrática del Congo y otras; el poderío militar chino hace agresivas demostraciones en Taiwán y en su Mar del Sur. La Nueva Guerra Fría (Guerra Fría 2.0), es muy diferente a la surgida después de la II Guerra Mundial. El comunismo desapareció. Ahora todos los países son capitalistas, incluido China, exceptuando a Corea del Norte, y con algunas restricciones Cuba y Laos.
Hoy existe gran interdependencia económica entre los países, lo cual hace improbable a corto plazo una guerra entre grandes potencias, aunque un conflicto en terceros países puede salirse de las manos. Ya hay una guerra comercial, propagandística y de desinformación entre EE.UU. y China, pero en 2018, cada día entre ambos países, fluían productos y servicios por 1.500 millones de dólares. China es el segundo socio comercial de América Latina y el más grande de casi todos los países de América del Sur. Está involucrada en minería, telecomunicaciones, producción eléctrica y de transmisión, y agricultura.
Estratégicamente, China busca ampliar su influencia política y ha estado capacitando y armando a fuerzas policiales de varios países, entre ellos Nicaragua, y están contentos de tener a un aliado vociferando diario contra el imperialismo norteamericano en su patio trasero y darán al régimen toda la ayuda económica (que para China es un monto insignificante) y diplomática que requiera, pero no irán más allá.
Putin es más confrontativo, quiere mostrar su poder en la región y provocar a Estados Unidos por su apoyo a Ucrania, pero tiene las manos llenas con la guerra, que va para largo, y a excepción de espionaje, inteligencia, campañas de desinformación y propaganda, desde Nicaragua no puede hacer más contra la seguridad nacional de EE.UU.
Un alineamiento total de Nicaragua con el bloque autoritario no conllevará a que EE.UU. lance un ataque quirúrgico ni que opte por un regime change, política abandonada hace décadas. Un golpe militar tampoco ocurrirá por “ataques (retóricos) permanentes y frontales” o por suscitar “la ira” de demócratas o republicanos; ni por acciones provocativas, como que Nicaragua sirva de puente para inundar la frontera sur con oleadas de inmigrantes para afectar la reelección de Joe Biden.
Lo que sí puede esperarse de un segundo mandato de Trump —según asesores y futuros funcionarios—, es una política más beligerante y confrontativa hacia Nicaragua (Cuba y Venezuela), quizá sacar al país del CAFTA y aplicar de manera más rigurosa la NICA ACT y la Ley RENACER. Si Biden es reelecto quizá su política hacia Nicaragua continúe sin una estrategia para debilitar significativamente al régimen.
Consolidación del totalitarismo
Daniel Ortega y Rosario Murillo hicieron la transición al bloque autoritario (China y Rusia) y abandonaron el sistema interamericano después que la OEA, en noviembre de 2021, aprobó una resolución rechazando las elecciones presidenciales y asegurando que no fueron libres, justas ni transparentes y no tienen legitimidad democrática. La canciller canadiense, Melanie Joly, afirmó que el régimen de Daniel Ortega sacó a Nicaragua de la familia de las democracias del hemisferio.
A diferencia de las elecciones del 2011, 2016 y las municipales de 2017, “blanqueadas” por la Secretaría General de la OEA, ahora, ningún gobierno o instancia del hemisferio occidental haría lo mismo. Después de meticuloso y preciso análisis de la coyuntura y factores geopolíticos, el régimen concluyó que la única manera de mantener el poder era fortalecer su alianza con el bloque autoritario, asumir su modelo de gobernanza y manifestarse enemigo de Estados Unidos, como lo hizo en Moscú el canciller Moncada en 2022, después de la invasión rusa a Ucrania.
A nivel retórico, para consolidarse y “animar a sus bases”, el régimen proclama e implementa aspectos del modelo chino de gobernanza autoritaria: eliminar el Estado de Derecho, la sociedad civil y los derechos civiles y políticos, abolir la libertad de expresión y de prensa, imponer un partido único de tendencia promarxista-leninista y control total del pueblo. Con la diferencia de que en China el Partido Comunista tiene casi 100 millones de miembros, y aunque Xi Jinping está impulsando el retorno al marxismo-leninismo, se reconoce neocapitalista, prioriza llegar a tener la mayor economía del mundo y desafía a Estados Unidos para remodelar el sistema internacional y el equilibrio mundial de poder para asegurar el ascenso de China.
En Nicaragua, alusiones al marxismo-leninismo se dan en el contexto de supuestamente defender la fallida Revolución Sandinista, aunque el FSLN fue desmantelado hace tiempo y convertido en un partido familiar, con estructuras leales a Rosario Murillo y Daniel Ortega. En la realidad, su forma de gobierno autoritario se asemeja a Putin en Rusia y su régimen seguirá siendo una cleptocracia, un Estado mafioso, corrupto, aliado con el narcotráfico, y sustentado en el terror y la maldad.
(Próximo: Negociación, elecciones 2026 y sucesión dinástica).