Desabastecimiento en Cuba y vivir de la ilusión

Por Alejandro Langape

Cola para comprar el pollo o huevos por la libreta de racionamiento.

HAVANA TIMES – Probablemente el más popular de los espacios televisivos made in Cuba, que consumen hoy mis compatriotas en la isla, es el humorístico Vivir del cuento. En una de las emisiones más recientes, Pánfilo, ese anciano señor que brega día a día con las insuficiencias de la Cuba actual, ha encontrado una cartera.

Al registrarla, más que la significativa cantidad de dinero en euros que encuentra, Pánfilo se conmueve al hallar una tirilla íntegra con pastillas de duralgina. Convencido de que el dinero debe ser devuelto a su dueña, decide guardar en su bolsillo las tabletas del medicamento difícil de encontrar.

La situación, narrada en clave de humor, es el reflejo de un fenómeno que los cubanos vivimos a diario: el desabastecimiento.

Por estos días pululan en las redes las fotos de colas gigantescas para comprar aceite en las llamadas shoppings y se cuentan historias de reyertas, agresiones, presencia de cuerpos policiales para controlar los ánimos exaltados de quienes intentan colarse, los que rechazan estos intentos porque están allí desde hace horas, los que pretenden acaparar el producto para hacer zafra en las reventas.

Pero no se trata solo del aceite, cuya carencia, según los medios oficiales, se debió a problemas en la planta envasadora. Antes y a día de hoy han sido la harina de pan, los huevos, las frazadas de piso, el pollo, el alimento para los criadores de cerdos, los medicamentos.

Los cubanos hemos hecho de las colas parte inseparable de nuestras vidas. Consideramos cosa de poca monta dormir un par de noches seguidas ante una tienda para comprar el menage para una cocina de inducción o estar siete horas al sol para llevarnos a casa las pastillas del abuelo. Eso porque, si el pobre señor tiene que dispararse esta espera le puede ocurrir como al viejito de la esquina, que le subió la presión a los elementos.

En ciclos más o menos largos, la escasez de bienes y productos de primera necesidad, su desaparición de los centros de venta regulados, es el pan de cada día, un pan que, dicho sea de paso, a veces resulta incomible por la ausencia de harina para su horneado.

En los medios oficiales a veces se comentan estos asuntos. Existe déficit de materias primas que provoca que estén en falta tantos medicamentos. Hay problemas con tal molino de trigo. El precio del pollo en el mercado mundial se ha incrementado a determinado por ciento. El bloqueo impide la compra de insumos. Todo cubano ha escuchado estas o parecidas frases.

Mientras tanto, el mercado negro florece y los precios se disparan. Si falta el aceite, subirá el precio de la fritura, la minuta. Si escasea la harina, las pizzas se pondrán a la altura de la torre…, esa, la inclinada. Si faltan analgésicos en las farmacias, aquellas personas que los acumulan en sus casas los venderán dos o tres pesos por encima del valor actual de la reventa. Así, esa inflación real, esa constante depreciación del salario del cubano, seguirá su espiral ascendente, pues aun cuando algún día vuelva a normalizarse el suministro de aceite en las shopping, el precio de frituras y minutas no volverá a ser el de antes.

Ahora bien, cómo es posible que el desabastecimiento abarque tantos renglones de la vida común, en un país donde, “supuestamente”, la economía estatal planificada tiene el papel protagónico, debería imaginarse un mayor sentido de la previsión, unas políticas que tendieran a mantener el abasto de bienes de primera necesidad durante todo el año.

Teniendo en cuenta que el crecimiento poblacional en nuestro país es prácticamente nulo desde hace bastante, las cuentas a sacar no parecen muy complicadas, porque reitero que no se trata de artículos de lujo, sino de bienes elementales que garanticen una alimentación más o menos equilibrada (este tema requeriría un montón de cuartillas), el aseo personal y la limpieza de los hogares.

Pero los funcionarios implicados se limitan a asegurar que se avizoran mejorías, que pronto se estabilizará el suministro de este o aquel producto. Sin embargo, para el pueblo que intenta subsistir en medio de carencias múltiples, no bastan las promesas. Esa gente que se amontona ante las vidrieras, que se pregunta si podrá saborear el supremo placer de unas papitas fritas en la comida, que ya no sabe qué preparar de merienda para sus hijos, esa gente merece respuestas, explicaciones, no simples promesas, ni los dedos acusadores siempre vueltos al enemigo del Norte.

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Europa vivió las horas difíciles de la cartilla de racionamiento. Cuba no ha sufrido bombardeos, agresiones militares, sin embargo, nuestros establecimientos comerciales evocan aquella realidad europea. Hace muchos años se nos prometió lo contrario, se nos habló de una bahía de La Habana desbordada de leche. Hoy, la realidad de las tiendas vacías lo confirma: de ilusión también se vive, pero no por siempre.

 

One thought on “Desabastecimiento en Cuba y vivir de la ilusión

  • Creo que la ilusión ya no funciona para los cubanos y el gobierno lo sabe, pero confía en el miedo inoculado y establecido por medio de la falta de poder económico, jurídico, político. Basta escuchar a la gente para darse cuenta del grado extremo de decepción que comparten.

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