De nuevo acecha el período “coyuntural” en Cuba

El presidente cubano, Miguel Díaz Canel, y el ministro del exterior, Bruno Rodríguez

Por Francisco Acevedo

HAVANA TIMES – Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,  coyuntural equivale a efímero, a lo relacionado con determinada coyuntura, o sea, un conjunto de circunstancias contingentes y cambiantes que determinan una situación, en contraste con lo que tiene carácter estructural y es de larga duración.

Evidentemente nuestro entrañable Miguel Díaz-Canel no va mucho al diccionario, porque así bautizó una situación que vivió Cuba en 2019, que se repitió luego en 2021, 2022 y ahora estamos a las puertas de revivir. De hecho, más bien durante estos cuatro años lo que hemos tenido han sido períodos “coyunturales” de semi-normalidad, porque las crisis con el combustible son cíclicas, y con ellas arrastran a todos los sectores económicos y sociales del país.

Llevamos meses de apagones (teniendo, según reconoce el propio Ministerio de Energía y Minas, mejores condiciones en las termoeléctricas y que los especialistas trabajan como “un reloj suizo”), que llegan a ser de siete y ocho horas diarias fuera de La Habana, y con la capital en crisis en varias zonas con el abasto de agua y con la recogida de basura.

Con toda la cara dura del mundo, el ministro de Energía se vanaglorió de que lograron en algún momento eliminar los apagones del día (claramente, esos son los que les interesan a ellos porque ahí están las empresas estatales, por la noche que los cubanos duerman como puedan), y lo dijo con toda la normalidad del mundo, como si los apagones programados fueran parte de la cotidianidad del ser humano moderno.

En su opinión la estrategia seguida ha sido muy buena, a pesar de que no vieron venir la crisis actual, porque los apagones no aumentaron pese a que la demanda sigue en ascenso (un 13 por ciento exactamente, y según él ninguna compañía del planeta se enfrenta a un crecimiento así de un año a otro, porque normalmente es apenas de un tres por ciento). No se entiende muy bien ese aumento cuando cada vez Cuba tiene menos consumidores por el éxodo masivo de los últimos años.

Pues esta semana el ministro de Economía, Alejandro Gil, nos advirtió que todo se va a poner peor, sobre todo en las próximas dos semanas. Si algo bueno hizo fue reconocer que prácticamente el ciento por ciento de la canasta básica es importado, hasta ese café que no sabe a nada (según sus proyecciones no habrá producción nacional hasta noviembre) debía provenir del exterior, pero ni siquiera lo han podido importar por el “incremento de los precios internacionales”. ¿En serio?, no sale a las calles a ver cuánto cuesta cada cosa en sus narices y habla del mercado mundial.

Sin embargo, hace un par de semanas acogimos la Cumbre del Grupo de los 77 países menos industrializados más China, donde le llenamos la barriga a las delegaciones con la comida que no se comen los cubanos. A ellos no se les habló de “desplazamiento en el tiempo”, comieron y bebieron a su hora, sin baches.

Nos siguen queriendo convencer de que tenemos muchas “potencialidades”, y no es mentira, pero Jamaica, Barbados, Martinica, Islas Caimán o Guadalupe, con muchas menos potencialidades tienen energía eléctrica, pescado, café, azúcar, arroz y todo lo que resulta una odisea conseguir en Cuba. ¿Para qué queremos tanta “potencialidad”, primero garantiza mis necesidades básicas? Es la historia clásica de convertir reveses en victorias.

Antes de la Revolución podíamos exportar azúcar y café, y ahora tenemos que comprarlo fuera, pero qué va, eso no es un retroceso cuando todo el mundo cada día produce más porque la tecnología marca ese camino, sino efecto del bloqueo de Estados Unidos, el gran responsable de que nos hayamos empobrecido. Sin embargo, si de verdad hay bloqueo, ¿cómo llegan tantas toneladas de pollo (por solo mencionar un producto) del propio vecino del Norte?

“Con la participación del pueblo vamos a minimizar” esos problemas, dijo Gil. De entrada, el pueblo tiene que participar por obligación, no lo puede evitar, y en segundo, sabemos que es la población la que tendrá que amarrarse más fuerte el cinturón, porque en casa de nuestros ministros no se va ir la corriente, ni el refrigerador quedará vacío.

“Somos cubanos todos”, le advirtió a las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (Mypimes) para que sepan que los apagones les tocarán a ellos también. No es suficiente que las Mypimes prácticamente no puedan importar nada (incluyendo las que sirven de fachada al mismo Gobierno), sino que lo que logren traer se les puede echar a perder en las próximas semanas.

No he visto a ningún ministro decir que hay problemas con el combustible, ni siquiera los de Ucrania, que está en guerra. Las empresas petroleras tienen todo el combustible que Cuba pueda necesitar, y lo mismo pasa con la harina, el café, los insumos, etc., lo que pasa es que si no pagas lo que debes, nadie querrá venderte. Detrás de esto está el anuncio reciente de México, de que no regalará un barril de petróleo más.

La mediocridad y la estupidez parecen no tener fin, nos siguen tomando por tontos para embotar nuestros sentidos y seguir en la inercia y seguir pidiendo apoyo y confianza, que ellos seguirán trabajando “sin descanso, pero sin renunciar un milímetro a lo que les ha enseñado la vocación socialista para defender esas conquistas”. ¿Hasta cuándo, por favor?

Gil considera que su tarea es más difícil que la de sus colegas de todo el mundo, porque tiene el “compromiso” de garantizar las necesidades básicas del pueblo cubano, que no logran con 64 años de empeño y encadenando errores con errores, pero si le preguntamos a esa misma gente, preferirían que no se tomaran tanto trabajo viviendo en aire acondicionado, con transporte y comida a su disposición, y los dejaran a ellos, con pleno derecho, resolverse sus vidas.

“Si hiciéramos mejor las cosas” repitió Gil, como antes lo hicieron otros miembros de la nomenclatura, pero nadie renuncia. Seis décadas de experimentos fallidos y no vemos la luz al final del túnel, porque como mismo dice él, para ellos la “única salida es la Revolución”, aunque esté en el piso.

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