De la autocracia al autoritarismo, la lección despreciada de José Martí

 

Aquí falta, señores, una voz ¡ay, una voz! De ese sinsonte cubano de ese mártir hermano que Martí se llamó ¡ay, se llamó!  (A Martí, primera canción dedicada al Apóstol, compuesta por Francisco Eligio y Alberto Villalón, 1901.)

Por Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMES – El 10 de abril de 1892, en Nueva York, José Martí proclama al mundo, desde las páginas del  periódico Patria, las bases fundacionales del Partido Revolucionario Cubano (PRC), del cual resultó elegido El Delegado, cargo supremo de una organización democrática cuyo artículo No.-5 resultó más que advertencia, premonición:

“El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita, la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la Patria libre.”

Este 18 de abril la denominada Asamblea Nacional del Poder Popular,  en sesión constitutiva de la IX Legislatura, votó la candidatura al Consejo de Estado, propuesta tutelada por el Partido Comunista de Cuba (PCC), único posible, según la Constitución vigente desde 1976.

Por vez primera en casi 60 años el jefe de Estado no será otro Castro, tampoco alguien de su vieja guardia crecida en lo agreste de la Sierra Maestra. Un rostro relativamente joven presidirá reuniones, hablará en actos públicos y será objeto de las fotografías. Detrás de la inevitable digitalización se afirma que hasta 2021 estará vigilante Raúl Castro junto a sus compañeros sobrevivientes del llamado liderazgo histórico, expuestos  al insoslayable destino genético. 

De los caudillos fundadores, autoritarismo personal, pasaremos a una versión ampliada de autoritarismo, con futuro incierto, porque tratándose del poder, la historia predice que resulta imposible compartir el despotismo. Hasta los subordinados simpatizantes de semejantes métodos de gobierno claman por una sola figura a quien obedecer.

El Maestro Martí había adelantado remedio al peligro:

La guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la Patria libre.

El Partido Revolucionario Cubano reunirá los elementos de revolución hoy existentes y allegará, sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno, cuantos elementos nuevos pueda, a fin de fundar en Cuba, por una guerra de espíritu y método republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos…

El Delegado habla de “todos los cubanos”, sin exclusiones por motivo alguno. Proclama “entregar” la Patria libre, no adueñarse de ella. Bien lo dijo el sacerdote Meurice  “la Patria es de todos.” Enfatiza no acceder a “compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno.” ¿Acaso el imperialismo soviético que determinó con su ruina la nuestra?

 Plantea una guerra “de espíritu y métodos republicanos”. ¿República fidelista de un solo partido excluyente y autoritario? El PRC considera objetivo final respecto al país, “asegurar la dicha durable de sus hijos”. No es preciso comentarios, vivimos en Cuba.

Si al menos un diputado o diputada votante lee el presente artículo o se lo comentan, sumando los posibles lectores ocasionales y habituales, es recomendable analizar el siguiente fragmento de la carta escrita por el Apóstol de nuestras libertades a Máximo Gómez Báez, general en jefe del Ejército Libertador, quien encabezaría a riesgo de la vida propia—así era entonces— auténticas batallas victoriosas contra los bravos y bien entrenados soldados españoles.

Martí enfatiza a Gómez negar su apoyo “…a una carrera de armas por más que fuese brillante y grandiosa; y haya de ser coronada por el éxito, y sea personalmente honrado el que la capitanee; -a una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una invasión despótica; -a una tentativa armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida, del propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las libertades públicas.”

Es la historia sin edulcorantes fabricados por el periódico Granma—órgano del PCC—, lejos de ensayos escritos por “doctores” patrocinados por instituciones de la llamada “sociedad civil” que el referido Partido Comunista permite y ha creado.

Los votantes del autoritarismo deberían estar advertidos contra una pira de libros para los que no falta papel en Cuba, encargados de digerirles a los lectores nacionales o foráneos los 26 tomos escritos por Martí. El periodista Antonio José Ponte los tiene bien calificados:

“Son libros de una secta criminal, hechos para justificar crímenes de Estado.”

Pero falta el clarín de mi Cuba, pero falta su voz que se apagó… Martí no debió de morir ¡ay, de morir!

Vicente Morín Aguado:   [email protected]