Cuba y las nuevas estafas digitales globales

Ilustración: www.cyberdb

HAVANA TIMES – El bitcoin y otras crypto son conocidas en Cuba desde hace diez años ya, y he tenido noticias antes de la Pandemia de un dueño de restaurante en La Habana Vieja que negocia con acciones en la Bolsa de NYC. Esa “inserción personal” en el mercado financiero global no es por tanto para Cuba algo nuevo hoy, aunque, obviamente, sólo afecta a una pequeña parte de quienes vivimos en este Archipiélago. No obstante, un medio digital alternativo como El Toque publica diariamente las tasas de cambio de las criptomonedas, junto con las locales MLC, USD y Euros.

A pesar de todo, Cuba es ya un país abierto al mundo, como lo deseó algunas décadas el Papa Juan Pablo II.

Entonces, de repente, mientras reviso Telegram se me aparece un mensaje de una joven china (de China), llamémosla Xin, en cuyo perfil puedo ver fotos suyas algo recatadas en lugares turísticos, junto con un post de auto-compromiso (¿una lista de “resoluciones de fin de año?) que incluye algún día nadar desnuda en cierta laguna del Océano Índico.

En su mensaje, Xin se dirige a mí con un nombre que no es el mío. En mi respuesta, breve, se lo explico y le pido que revise el número al que escribe. Ella se disculpa y pregunta por mi edad. Se la digo. Me contesta de un modo algo extraño: resulta que justo estoy en la edad que ella cree genial para un acercamiento romántico: es excelente idea acercarme a un hombre maduro, me escribe.

Me cuenta en mensajes de sus éxitos y de un reciente viaje a Berlín. Yo escribo poco: sólo datos básicos, como ocupación, y por supuesto, que vivo en Cuba. Xin es asesora financiera en los nuevos mercados, incluyendo el de la crypto. Acaba de ayudar a una “friend” a ganar MUCHO dinero, prácticamente la hizo millonaria.

Mis intentos, tímidos, de girar la conversación a otro lado hacen que los temas describan órbitas elípticas, en que Xin, después de algunos guiños eróticos (¿te gustó mi última foto en el bosque?) vuelve al tema del dinero.

Como realmente no llego en dinero como para invertir internacionalmente, y además la cosa se empieza a volver demasiado parecida a aquellos bulos de estafa piramidal que circularon por toda la red durante la Pandemia (¿quieres ser tu propio jefe? ¡si eres pobre, es porque quieres!), pierdo todo interés en Xin: tengo más cosas que hacer. Pero sigo recordando su “estilo”.

Ahora me voy a contradecir un poco: aún cuando Cuba se ha abierto al mundo, no es tan fácil operar con finanzas desde acá, como en otras partes del mundo. Al menos para alguien que no tiene una contraparte en el exterior que pueda enviar las supuestas “ganancias” de las operaciones a Cuba. Cuba no se ha abierto tanto al mundo (también a causa de las medidas del embargo/bloqueo de EEUU), y quienes intentan estafar acá desde el extranjero deberían saberlo.

En Facebook, me pide amistad (y abre conversación) una chica, llamémosla Cindy, que trabaja en una Compañía Militar Privada. Es de EEUU (donde dice haber servido un tiempo en las tropas de desembarco aéreo) y radica en Siria (la conversación ocurrió antes del reciente cambio de gobierno). En la foto, la oficial lleva toda la panoplia de campaña, con indumentaria de camuflaje pixelado. “Ahora mismo debo salir a patrullar. Deséame suerte”.

Sin yo pedírselo, Cindy empieza a mandar mini-cuentos sobre sus más recientes patrullajes en el terreno, a bordo de un blindado. Después, me pregunta dónde vivo. “Cuba”, respondo. No parece inmutarse por estar hablando con alguien de un territorio no considerado demasiado amistoso en USA. A los dos días, tengo en Messenger un mensaje preocupado de Cindy: se le agotó el dinero en su cuenta de Netflix, no tiene en qué entretenerse por las madrugadas, y necesita urgente una recarga. Es poner dinero en una tarjeta, aparentemente de Netflix.

Le explico a Cindy, calmado, que esa operación no es posible desde Cuba (aunque quisiera), precisamente debido a las “sanciones” de USA. ¡Mientes!, responde Cindy: ¡Uds. sí pueden! Y me envía por el mismo Messenger un mapa de los lugares donde se puede poner dinero en tarjetas Netflix, donde efectivamente hay un punto rojo sobre Cuba, curiosamente coincidente con la Base de US Navy en Guantánamo.

Los mal llamados “bulos nigerianos” (de los cuales conocí a al menos dos aspirantes a víctimas en Cuba) que se movían por email, han dado lugar a estas curiosas estafas o cuasi-estafas, en que, a diferencia de los primeros, no es la compasión o lástima (o el simple interés sexual) el trigger primario para hacer arrancar el motor del interés monetario, sino una curiosa mezcla de aventura, erotismo, interés por las finanzas, y, posiblemente, Netflix.

Dicen que ahora están de moda personajes que trabajan en lugares “recónditos” del planeta para esta o aquella ONG humanitaria (¿Médicos sin Fronteras?). Recientemente, me pidió amistad en Facebook una tal Layla, estomatóloga, graduada en Ottawa y que trabaja en Damasco. Usuarios de Facebook postean memes sobre las conversaciones con tales “nuevos actores económicos”: parece que ya el trend resulta conocido para la mayoría.

En Cuba, unos nos reímos de la ingenuidad de quienes intentan agarrarnos de manera tan fácil en un país abierto (aún algo abierto) a las comunicaciones internacionales, pero bastante cerrado a las finanzas; pero seguramente también existen quienes lloran, al caer en el anzuelo (quizás personas con cuentas bancarias en el extranjero, que pueden operar desde Cuba).

Solo falta que aparezcan agentes de Inteligencia Artificial capaces de aprender y adaptarse al modo de ser de los “cubanos en la red”, y comiencen a extraernos transferencias por Transfermóvil y de saldos telefónicos de ETECSA, a través de la construcción de guiones de ficción así de aventureros.

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