Cuba y Corea del Norte jugando a los escondidos

Vicente Morín Aguado

El buque norcoreano detenido en Panamá. Foto: panamericana.com.pa –

HAVANA TIMES — De las noticias de última hora sobre el barco norcoreano con una carga de azúcar y armamento cubano, nada nuevo hasta que los inspectores enviados a Panamá ofrezcan su dictamen. Podemos hacernos algunas preguntas e intentar responderlas, despejando el asunto de su matiz novelesco, para acercarnos a la cruda realidad.

¿Tiene Cuba en la actualidad acuerdos político militares con alguna de las grandes potencias enemigas o mejor dicho, no directamente vinculadas a Estados Unidos? La respuesta es NO.

Por  lo menos en los últimos veinticinco años nuestro país no ha recibido armamento de gran impacto ofensivo o defensivo. Lo último que se recuerda fue un lote de 12 MIG-29, enviados en tiempos de Gorbachov, quien cumplía acuerdos anteriores a su mandato.

De ahí en adelante se impuso la obligatoriedad de pagar los suministros, algo imposible para el país, por lo demás envuelto en un complicado litigio con Rusia en torno a la abultada deuda con esa nación, heredera de los compromisos hechos por la desaparecida Unión Soviética.

Conclusión primera: El gobierno cubano dice la verdad, otra cosa no puede decir, al menos cuando declara sobre la calidad, origen y otros datos de las armas detectadas en el barco norcoreano cuando cruzaba el canal de Panamá.

¿Por qué esconder el alijo de 240 toneladas, si al parecer se trata de un arsenal relativamente pequeño y fuera de servicio? Evidentemente porque era transportado en un mercante de la Corea comunista. Ya se conoce como andan las cosas entre Washington y Pyongyang.

La pregunta clave es, ¿Cuál es la razón de tan arriesgado acuerdo entre Cuba y Corea del Norte? Las autoridades de La Habana conocen bien los peligros que surgirían al hacerlo, ¿Por qué lo hicieron? No creo sinceramente que las reparaciones previstas sean un aporte decisivo a la capacidad defensiva del país antillano.

Entonces nos queda pensar en motivaciones políticas con una fachada militar de bajo impacto. Los dos países tienen una larga amistad desde los tiempos de Kim Il Sung, relación que desean refrendar ante las narices de su proclamado enemigo eterno, Los Estados Unidos.

No nos es dable un análisis de precios, pero tal vez el lote azucarero pagaría las reparaciones militares, aportando una ayuda extra a un país en franca crisis alimentaria. Quizás fue un gesto de los norcoreanos ante la oferta cubana en materia de un producto energético de gran valor como lo es el Azúcar.

Lo cierto es que los empecinados hijos de la generación KIM cuentan con misiles de alcance medio, centenares de aviones de combate y ojivas atómicas. Para nada precisan de viejos cacharros soviéticos aportados por Cuba.

Como es su costumbre, Corea del Norte continua impertérrita, sin abandonar su programa nuclear, inclusive le avisa a Washington cuando decide realizar un nuevo experimento.

La lógica de los acontecimientos indicaba declarar la existencia del controvertido cargamento antes de cruzar el canal, no parece prudente en este caso jugar a los escondidos, conociendo la tensión permanente entre ambos lados de Panmunjeon, con implicaciones hacia los países vecinos. Armas son armas y nunca serán inofensivas aunque se declare lo contrario.

Ahora nos queda el espectáculo mediático. Vendrán inspectores, declaraciones diplomáticas, amenazas y advertencias. No sabemos si finalmente las armas serán devueltas junto con el azúcar, rumbo a su destino final.

Vicente Morín Aguado:  morfamily@correodecuba.cu

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