Cuba: Carta Magna amordazada

Martín Guevara

Foto: cibercuba.com

HAVANA TIMES – Bruno Rodríguez, canciller cubano, dijo que, el próximo domingo, en la Isla “se votará por la nueva Constitución que garantiza, protege y defiende el futuro de la Cuba revolucionaria y socialista y la felicidad de los cubanos”.

¿La felicidad de los cubanos?

¿Dónde nacieron los millones de exiliados, de desterrados, de apestados que a lo largo de estos sesenta años han sido sometidos y expulsados del país, de sus carreras, de sus vidas, de sus dignidades?

El súmmum de la expresión de la superioridad nacional o étnica, es decir, que un sistema socio económico es capaz de garantizar la felicidad a todos los nacidos en determinado espacio geográfico. En este caso el socialismo, así como en Alemania fue el nacionalsocialismo o en Afganistán el Islam.

Es curioso como la extrema izquierda populista Latinoamericana usa los mismos mecanismos que la extrema derecha populista europea actual e histórica.

O viceversa.

Lo primero que estudia esta gente, a partir de la “Involución” cubana, es cómo conseguir que todo un país se identifique con un significado y significante inexacto, volátil, incendiario, en definitiva: manipulado, de la palabra “Pueblo”.

Una vez que logran que la gente se sienta un rebaño, o sea: un pueblo, señalan al enemigo que es todo aquel que no quiere formar parte de esa masa informe. Les colocan un apodo degradante, ya sea “gusanos” “ratas” o “cucarachas” “rojos”, como hicieron los nazis con los judíos, los hutus con los tutsis y hutus moderados, los fascistas de Franco con los demócratas españoles y el Gobierno cubano con todos los “desafectos”.

Tras deshumanizarlos los humillan, los ejecutan, los encarcelan, los exilian; los limpian y el “Pueblo” no solo no se opone, sino que participa de la limpieza ideológica, de la estigmatización del diferente, aplaudiendo o denunciando, porque ya no son personas, ni siquiera enemigos, solo son plagas.

Si no cuentan con derecho a la vida, mucho menos a opinar, a pensar, a votar.

El próximo domingo, en Cuba, es un deber ciudadano, como individuo cubano no sometido a las distorsiones semánticas del término “pueblo”, ni socialista, ni acérrimo militante del “trumpismo” , ni ningún otra posición, filosofía, cultura o barniz ideológico que se le quiera adjudicar o suponer, ir a votar con su propia conciencia, estudiando a fondo desde su perspectiva como ser humano de este mundo, de este momento histórico, si aprueba o no, una Carta Magna compuesta, discutida y aggiornada por los mismos que definieron la de 1976, que recurren a la treta de impedir votar a los millones de cubanos residentes en el exterior, que se fueron forzosamente por razones políticas y, en alguna medida, económicas, que criminaliza el pensamiento crítico, la expresión cultural libre a través de caprichosas aplicaciones de decretos, como el 349 aprobado en abril del pasado año, que limita y reprime, en espacios estatales y no estatales el alcance y cariz del mensaje de la obra artística.

Mi vida, cultura, personalidad y noción de nacionalidad, la componen tres países de un triángulo identitario perfectamente equilátero: Argentina, Cuba y España.

En Cuba, mi segunda Patria, votaría No.

No a todos y a cada atropello que se han cometido en estos sesenta años con cada cubano que no ha formado parte, por decisión propia o ajena, de la masa adoctrinada. No a todos y cada uno de los atropellos que se continuarán cometiendo, sobre todo, cubano con un punto de vista discordante, diferente, antagónico, opuesto al del Partido único que seguirá rigiendo los destinos de los cada vez menos decididos a dejarse incluir en el pelotón de “Pueblo”.

Y de inmediato empezaría a votar Sí.

Sí porque no queremos seguir identificándonos en torno a un antagonismo, sino construimos alrededor de un proyecto común. Sí a un cambio integral que incluya absolutamente a todos, donde ningún cubano vuelva a sentir jamás en la comisura de sus labios la tirantez de una mordaza, ni un par de esposas en su capacidad creativa y crítica.