Cómo olvidarse de Cuba en tres intentos

Ser cubano es una singularidad, no una identidad que funcione como camisa de fuerza / 14ymedio

Por Yunior García Aguilera (14ymedio)

HAVANA TIMES – Aquellos que han tenido una relación tóxica desean con toda el alma poder decir: se acabó, borrón y cuenta nueva. Pero, ¡ojalá que olvidar fuera tan sencillo! Suele ocurrir que, mientras más intentas dejar atrás esa historia que te duele, más la recuerdas. Para sacarte a tu ex pareja de la cabeza existen decenas de manuales. Lo complejo aquí es que no se trata de olvidar a una persona, sino de sacarte de los huesos, del hígado, a un país entero. 

En ningún supermercado venden la famosa Coca-Cola del olvido. Incluso, los que aseguran habérsela tomado, suelen tener recaídas. Me he encontrado con varios coterráneos que me juran: “Yo había desconectado de Cuba, compadre, hasta el 27 de noviembre o el 11 de julio”. Eso significa que, en realidad, no habían olvidado. Simplemente, habían puesto a Cuba en pausa.

Algunos neurólogos afirman que el cerebro nunca olvida. Los recuerdos siguen allí, atrapados en conjuntos de neuronas llamados “células de engramas”. La ilusión de olvido ocurre cuando se quiebran los circuitos que conectan a esos conjuntos. Es como si un trillo que conduce a un lugar intrincado se llenara de hierba. El lugar sigue existiendo, lo que no encontramos es el camino.

Yo sé de cubanos que continúan con el horario de Cuba en sus teléfonos, aunque vivan en Francia

Yo sé de cubanos que continúan con el horario de Cuba en sus teléfonos, aunque vivan en Francia. Hay otros que se pasan horas hurgando en Facebook, más enterados de lo que ocurre en Marianao que los propios marianenses. Da igual si tienes un pasaporte australiano, es probable que estés al tanto de la relación entre Lázaro y Yarelis; o de Fernando, el pianista de Guanabacoa; o del despido de Lisandra, la “Amy Winehouse cubana”.

Algunos, con mayor conciencia política, se pasan la noche sin dormir cada vez que detienen a un activista y se desgastan el cerebro pensando en mil maneras de hacer caer a la dictadura. Pero, seamos honestos, incluso los más comprometidos con la lucha por la democracia, más de una vez nos hemos sentido profundamente decepcionados y agotados. Sobre todo, cuando después de tanta miseria y abusos, vemos a miles de cubanos marchar y gritar consignas, pretendiendo defender lo indefendible. Es por eso que leemos comentarios como: “Cuba no tiene remedio” o “ese pueblo tiene la dictadura que merece”.

Los que apuestan por pasar página, evaden sitios web y perfiles que les recuerden aquel pedazo de tierra con más marabúes que palmas. Procuran que el algoritmo haga lo suyo y les lance un contenido distinto. “Tú eres masoquista”, me suelta a cada rato un amigo que ha tenido éxito, según él, engañando a Zuckerberg y a Elon Musk para que las redes le muestren noticias sobre Dubái, en lugar de hablarle todo el tiempo de Jatibonico.

El segundo consejo de los desmemoriados exitosos es integrarse en su nuevo contexto. Conocí a una muchacha hace poco que lleva solo un par de meses en Madrid y ya es más española que Lola Flores. En una sola oración es capaz de decir vale, tío, hostias, majo, currante y hasta gilipollas. El único problema es su ortografía, la chica mete la Z donde le da la gana. Pero no seré yo quien la juzgue. Tiene sus motivos para evitar que la cubana se le salga por los poros. Ningún gato matritense la tomará como castiza, pero ella sanará alguna que otra herida.

El tercer y último paso para esconder a Cuba en la gaveta de la amnesia es alcanzar esa condición abstracta e idílica de ser un “ciudadano del mundo”

El tercer y último paso para esconder a Cuba en la gaveta de la amnesia es alcanzar esa condición abstracta e idílica de ser un “ciudadano del mundo”. Suena genial, el problema es lograrlo. A ver… yo mismo estoy en contra de los chovinismos y me parece muy ridículo intentar encajar “de a Pepe” con los estereotipos de eso que llaman la cubanidad. Para mí, ser cubano es una singularidad, no una identidad que funcione como camisa de fuerza. Pero, si conseguir una sola residencia, una sola ciudadanía, ya es un rollo burocrático del carajo, ¡pues imagina alcanzarlas todas y declararte cosmopolita!

Pese a todo, algunos aseguran haberse curado de Cuba usando esta fórmula: evasión, integración, universalidad. Si por el bien de tu salud mental crees necesario enterrar definitivamente el recuerdo del lugar donde naciste, pues… inténtalo. Pero si ya lo has probado todo y Cuba sigue latiendo en tu cerebro, entonces, como yo, padeces de cubanitis crónica. Nos toca seguir haciendo todo lo posible y lo imposible para que esa hermosa tierra sea un lugar que merezca la pena recordar y a donde valga la pena volver… algún día.

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