Casas Particulares en Cuba: ¿Serán galgos o podencos?

Por Aurelio Pedroso  (Progreso Semanal)

Foto: momo

HAVANA TIMES – La antiquísima fábula de Tomás de Iriarte cobra cierta importancia cuando después de escuchar recientemente al Ministro del turismo durante casi una hora de programación televisiva en la conocida Mesa Redonda, no hizo la más mínima referencia a quienes de manera privada forman parte de las opciones para el visitante extranjero y, por lo tanto, para el desarrollo de la nación.

Puede ser discutible que el MINTUR se desentienda de ello porque no sea de su competencia, pero si seguimos el concepto expresado por el Presidente de la República, de “pensar como país”, entonces debería existir mayor compenetración entre unos y otros, no solo para fiscalizar o dar el controvertido visto bueno a las habitaciones de los particulares, sino como parte esencial en la estrategia de desarrollo.

No resulta la primera vez que esto sucede. Tal parece que solo a regañadientes, por respetar lo que dictan numerosas disposiciones oficiales y partidistas, la opción de rentar en casas o apartamentos particulares se mastica, pero no se traga, por funcionarios del sector. Y tal vez por algunos políticos también.

A finales de los 90 del siglo pasado, la empresa Publicitur, entonces la de mayor alcance en su especialidad, disponía de un excelente grupo de investigaciones cuyos resultados eran más que sorprendentes y constituían referencias para planes y estrategias.

En uno de esos estudios/encuestas se le preguntaba al visitante por qué Cuba, y luego, al finalizar la estancia, qué era lo que más le había sorprendido, que si el hotel, la habitación, el desayunador, los servicios, la playa, la arquitectura colonial, la cultura, etc. En inmensa mayoría respondían que el carácter del cubano.

Y ese carácter, por muy variopinto que pueda resultar, que ya se sabe todos no somos iguales de carácter, donde verdaderamente reina visible es en nuestros hogares, en las casas o habitaciones donde pernocten nuestros visitantes.

Hay extranjeros que poco les importa cómo vivimos y pensamos. Prefieren y buscan lujos y extremas comodidades, pero en inmensa mayoría la gente quiere disfrutar y también conocernos, entablar conversación de cualquier naturaleza. Eso ocurre en nuestras casas porque no quiero ver qué sucede si un supervisor o supervisora sorprende a una camarera de habitación explicando al turista cómo es el tema, por ejemplo, del papel sanitario o los medicamentos.

Mientras se les mire como “competencia”, estaremos apuntando al Morro y destrozando a puro cañonazo el fuerte de La Cabaña. O lo que es igual, discutiendo si son galgos o podencos, cuando lo que está en juego es el bienestar de toda una nación gracias al turismo.

Hasta el 2018, disponíamos de 39 986 habitaciones particulares en toda la Isla.

Merece esta potencial fuerza productiva en los servicios más apoyo, facilidades y soluciones, que estrictos controles y supervisiones encaminadas —en algunos casos— a eliminarlos porque le puedan hacer “sombra” a un majestuoso cinco estrellas plus, o piensen algunos que sus dueños son futuros y peligrosos millonarios.

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