Biden no regresará a las relaciones de la era Obama con Cuba

A pesar del potencial en el comercio agrícola

Joe Biden y los líderes cubanos Raúl Castro y Miguel Díaz Canel. Fotos de archivo: cubaenmiami.com

Por R. O. Niederstrasser-Hernández and James Gordy*

HAVANA TIMES – Con el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba durante la administración de Trump, muchas de las iniciativas agrícolas desarrolladas durante el Deshielo Cubano de Obama se revirtieron, se introdujeron nuevas restricciones y se fortaleció el embargo económico.

Al comienzo de su presidencia, Trump emitió un comunicado ampliando la declaración de “Emergencia Nacional con Respeto a Cuba” argumentando que la migración masiva y la entrada no autorizada de embarcaciones cubanas a Estados Unidos ponía en peligro la seguridad nacional.

Poco después, activó por primera vez el Título III de la Ley Helms-Burton. Uno de los principales objetivos de la ley era disuadir a las empresas extranjeras de hacer negocios en Cuba al permitir que los reclamantes de propiedad estadounidenses los demandaran en los tribunales estadounidenses por tráfico de propiedades confiscadas.

De esta manera, el Título III allanó el camino para juicios contra empresas extranjeras activas en Cuba, especialmente aquellas que se estaban beneficiando de la expropiación de empresas estadounidenses y propiedad privada después de la Revolución cubana. Desde el mandato de Bill Clinton, todos los presidentes de Estados Unidos suspendieron esta disposición por temor a ofender a los aliados y complicar las relaciones con Cuba.

A medida que el clima político bilateral continúa siendo tenso, las oportunidades económicas se erosionaron. Los programas de fomento de las exportaciones y creación de capacidad en Cuba, desarrollados durante la normalización de las relaciones durante el Gobierno de Obama, se encuentran ahora gravemente limitados en cuanto a su capacidad para avanzar más. Una presidencia de Biden tendría una realidad diferente en la negociación con La Habana que la que tuvo Obama en 2014.

Por ejemplo, las sanciones a Cuba por las exportaciones de petróleo venezolano a la isla se incrementaron en 2019 como castigo por su continuo apoyo al líder venezolano Nicolás Maduro, a quien Washington considera un títere cubano.

Otro tema importante son los derechos humanos en Cuba. Las violaciones de los derechos humanos en la Isla son una de las principales preocupaciones que han dado forma a la política estadounidense hacia la nación isleña. A pesar de la apertura política, los derechos humanos continúan estando severamente restringidos.

Un tercer problema emergente que ha provocado fricciones entre ambos países son los incidentes del “Síndrome de La Habana”. En septiembre de 2017, el Departamento de Estado anunció que retiraba a todo el personal no esencial de la Embajada de Estados Unidos en La Habana. Advirtió a sus ciudadanos que no viajaran a Cuba debido a los informes de que el personal diplomático estadounidense en la isla había sufrido problemas de salud inusuales e inexplicables a fines de 2016.

Alrededor de veintiséis miembros del personal fueron diagnosticados con lesiones cerebrales traumáticas leves y pérdida auditiva permanente, así como síntomas como pérdida del equilibrio, dolor de cabeza intenso, trastornos de percepción e inflamación cerebral. Al 8 de mayo de 2020, aún no se había determinado una conclusión definitiva sobre el caso.

EL POTENCIAL DE LA NORMALIZACIÓN COMERCIAL

Si el gobierno cubano abre la economía al comercio exterior y la inversión, se podría esperar una expansión del crecimiento y la diversificación hacia otros productos en sectores importantes como el Turismo, la restauración, la fabricación de alimentos y la ganadería. Además, un modelo de gestión económica liberalizado aumentaría la productividad, la diversificación y fortalecería el sector independiente.

La Constitución cubana de 2019 reconoció a las empresas privadas, la inversión extranjera y las cooperativas no agrícolas como actores económicos legítimos e importantes en la economía. Pero en general, las leyes económicas y el clima cubano están lejos de ser favorables para la inversión o el comercio extranjeros a gran escala.

Si bien estos sectores ahora son reconocidos, permanecen regulados y subordinados al gobierno cubano, que controla la economía. Por lo tanto, no se percibe la existencia real y objetiva del mercado en términos del “ciclo producción-distribución-intercambio-consumo, y la necesaria interrelación entre macro y microeconomía”.[1]

El modelo de economía dirigida aplicado durante muchas décadas solo creó ineficiencias e híper-centralización que afectaron negativamente a los salarios. Al adoptar un enfoque liberalizado hacia una economía mixta, la propiedad estatal de la tierra debería transferirse a los productores agrícolas en un paso para darles más autonomía. También se les otorgaría un mayor poder de decisión sobre los aspectos de lo que cultivan, a quién contratar, a quién se lo venden ya qué precios.[2] Además, también podría conducir a una reducción del mercado negro en Cuba.

Otro aspecto importante es que la democratización del sistema político liberará el monopolio económico del Estado. El sistema comunista en Cuba ha pasado por algunas oleadas moderadas de reformas políticas. Las reformas posteriores a la muerte de Fidel Castro, por ejemplo, descentralizaron el poder del presidente hacia el partido comunista.

Si bien muchos aspectos de la burocracia estatal han sido empujados hacia nuevos puestos como primer ministro y gobernadores, estas reformas aún otorgan al Partido Comunista de Cuba (PCC) el monopolio del poder dentro del sistema político y económico cubano.

La democratización garantizará la expansión de las libertades y los derechos humanos de la población cubana. En términos económicos, se traducirá en una pérdida de los mecanismos de control sobre la población y, en cambio, en un enfoque hacia los mercados. Se podrían evitar las dañinas medidas de protección del Gobierno cubano en la economía, como la reversión de las amplias reformas agrícolas de 2010 que flexibilizaron las regulaciones que favorecen las fuerzas del mercado y los precios.

Si estos cambios ocurren en Cuba, la eliminación de restricciones, que está perjudicando las exportaciones agrícolas a Cuba, serían inminente. Estados Unidos ha optado unilateralmente por restringir sus mercados de exportación por razones políticas, abandonando un mercado de 2 mil millones de dólares en el que razonablemente podría esperar capturar un estimado de 959 millones de dólares en ventas.[3]

Cuba actualmente importa productos como el arroz a precios más altos de países como Vietnam, cuando Estados Unidos tendría la ventaja comparativa natural por la proximidad. Las restricciones que impiden estas importaciones, incluida la prohibición del crédito y las restricciones de envío, elevan el precio de los productos estadounidenses por encima de los precios de la competencia.

La decisión de levantar las restricciones comerciales no debe depender de decisiones tomadas dentro de Cuba. Mediante la codificación del embargo en Helms-Burton, Estados Unidos ha restringido su capacidad para determinar su política exterior y su política comercial, basando en cambio dicha política únicamente en la política interna de Cuba.

La eliminación de las restricciones basadas en la legislación introducirá más flexibilidad en la política comercial de Estados Unidos con Cuba y permitirá que Estados Unidos se relacione de manera más eficaz con Cuba.

Además, la inversión en programas de promoción de las exportaciones aumentará la captura de mercado y abrirá el comercio de nuevos productos. A pesar de las posibilidades de un comercio agrícola enormemente expandido, Estados Unidos no podrá aprovechar todo su potencial en participación de mercado a menos que aplique los programas habituales de promoción de exportaciones.

Para los programas a considerar en Cuba, los legisladores estadounidenses deben buscar programas actualmente en vigor en la República Dominicana, incluidas cámaras de comercio y representantes comerciales, así como ofrecer servicios para exportadores estadounidenses, incluidos asesoramiento comercial, informes de inteligencia de mercado y programas de diplomacia comercial.

Estos programas son partes clave de las relaciones comerciales de Estados Unidos en todo el mundo, no hay razón para no aplicarlos al mercado cubano dado el potencial de crecimiento identificado.

Por último, un aspecto importante es tomar medidas para paliar los efectos negativos de las sanciones. Los impactos de las sanciones siguen siendo un factor importante incluso después de que se levantan.

Las sanciones reducen la inversión extranjera directa, las empresas conjuntas y el interés en participar en el comercio entre dos países, con efectos que duran una vez que se levantan las sanciones debido a la incertidumbre que rodea las relaciones económicas.

Dada la historia del comercio entre Estados Unidos y Cuba con repetidos ciclos de flexibilización y endurecimiento de las restricciones comerciales, los responsables de la formulación de políticas deben dejar en claro que el espacio abierto para el comercio agrícola entre los dos países no se cerrará nuevamente.

*Lectores de Havana Times invitados a opinar


[1] Jolly, Curtis M., Thomson, Henry: “Free trade with Cuba: The effects of a lifted embargo in Alabama,” Southern Economics and Business Journal (2008), http://webhome.auburn.edu/~thomph1/simcuba.pdf

[2] ibid

[3] Gordy, James and Niederstrasser-Hernández, R. O.: “U.S.-Cuba Agricultural Trade: How Trade Normalization will affect Exports and Investment,” Walsh School of Foreign Service, Georgetown University, May 2020.