A la espera que desespera

Por Aurelio Pedroso (Progreso Semanal)

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Tan dañino como el virus, lo peor que nos puede suceder es llamarnos a engaños analgésicos y pensar que estamos en tenaz resistencia ante las adversidades, que son muchas y diversas cuando en realidad el panorama no pinta nada bien.

Ilustrado de otra manera, que hagamos como el avestruz o que esperemos que suceda como en ese clásico de la literatura infantil, que sea un niño quien advierta desde lo profundo de la multitud aduladora y oportunista que aplaude con fingido fervor que el rey va en cueros y no luciendo esa supuesta maravillosa vestimenta invisible elaborada por par de estafadores.

A estas alturas de la trama, que ya va para largos, tediosos y desafortunados trece meses, habrá que encontrar un resquicio donde aparezcan nuevos impulsos para seguir adelante. La efectividad de nuestros candidatos vacunales devenidos vacunas, podría ser el inicio de otra y nueva larga marcha, aunque no serán suficientes en el contexto social y económico. ¿Y por qué no decirlo también que en lo político?

Ya sin lograr definir qué es un domingo o un miércoles salvo por la guía de la siempre insatisfactoria programación televisiva con selector a ráfagas de los mismos filmes, el tiempo se nos ha convertido más que un aliado, en un lascivo enemigo que acecha las 24 horas.

Las propias autoridades sanitarias lo reconocen, que el agotamiento está haciendo de las suyas al igual que los efectos mutantes del virus. Y si las políticas no lo certifican públicamente, será no por desconocimiento, sino para no fomentar mayores problemas carentes de solución inmediata.

Vivimos episodios en que no debemos olvidar las enseñanzas de la historia. No sólo la nacional, bien rica, por cierto, sino la de más allá de nuestras fronteras. Con frecuencia repaso el excelente tratado de Lenin acerca del fracaso de la Comuna de París cuando por las claras demostraba los errores de aquellos incipientes socialistas que, con el enemigo a las puertas de Versalles, perdían su tiempo en discutir si los panaderos debían trabajar en las noches, madrugadas o durante la plena luz del día.

Cada error de cara a la población en estos tiempos se convierte en peligroso bumerán no precisamente elaborado en los laboratorios del imperio.

La apuesta de la inmensa mayoría de los cubanos es por el socialismo. Un socialismo de nuevo tipo, reformado, de constante consulta popular, con empuje parejo y sin temores a renovar esquemas obsoletos que la propia vida ha lanzado a la papelera. Donde no llevemos a encendido debate el añejo problema del pan o que si quienes lo hacen deberán trabajar después de una siesta.

Es la supervivencia de todos, de un sistema que precisa renovación para seguir adelante.

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