Temer, contra viento y marea: la crisis continúa en Brasil

Por Isaac Risco (dpa)

El presidente brasileño Michel Temer. agenciabrasilebc.com.br

HAVANA TIMES – Su país está sacudido desde hace semanas por una grave crisis política, pero el presidente de Brasil, Michel Temer, no dejará pronto el cargo forzado por un tribunal ni cederá a las presiones para que dimita debido a sus escándalos de corrupción.

“Continuamos sin definición en el escenario político y no hay perspectiva de superar esta situación”, lamentó el politólogo Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas de Sao Paulo, después de que Temer sobreviviese el viernes a un juicio que era considerado como la vía más rápida para forzar su renuncia.

El Tribunal Superior Electoral (TSE) rechazó entonces en una votación de 4 contra 3 jueces una demanda para declarar la vacancia presidencial por cargos de que la candidatura ganadora de las elecciones de 2014 – compuesta por la ex presidenta Dilma Rousseff y su vicepresidente Temer – recibió donaciones ilegales.

“No se sustituye a un presidente de la república a toda hora, aunque se quiera”, justificó su voto el presidente del TSE, el juez Gilmar Mendes.

Aunque el juicio no estaba vinculado con la actual crisis institucional, en Brasil se esperaba desde hace días que la sentencia contribuyese a solucionarla. La denuncia de 2014 afectaba principalmente a Temer después de que su antecesora ya fuera destituida el año pasado en un juicio de “impeachment”.

El desenlace frustró también a los fiscales implicados en el caso “Lava Jato” (“Lavado de autos”), la megacausa que empezó a destapar hace tres años el enorme entramado de corrupción política en el gigante sudamericano.

“Lamentablemente, la cúpula de poderes se acaba guiando por intereses. En el caso del TSE, lo que vemos es que algunos jueces decidieron cerrar los ojos a las pruebas”, criticó Deltan Dallagnol, uno de los fiscales a cargo de “Lava Jato”.

La sentencia del TSE pareció favorecer por el contrario a Temer, que aguanta todos los embates desde que se dieron a conocer las denuncias de corrupción hace tres semanas.

“El juicio fortalece al presidente y aumenta la posibilidad de que consiga terminar el mandato”, dijo a la agencia dpa el politólogo Stuenkel. Temer debe estar en el cargo hasta el 31 de diciembre de 2018.

Al mismo tiempo, la crisis institucional no se detiene. En esta semana surgieron nuevas incriminaciones contra Temer, después de que el líder conservador se contradijese al negar primero, y después admitir, que usó en 2011 un avión privado del empresario Joesley Batista para viajar con su familia.

Batista, dueño del mayor productor de carne del mundo, la procesadora JBS, desencadenó el terremoto político al acusar a Temer de haberse beneficiado de sobornos pagados por JBS durante años.

En las calles, además, aumenta cada vez más el descontento con el presidente, cuyo índice de aprobación es de apenas nueve por ciento.

“Hasta los asesores de Temer reconocen que será impopular hasta el fin”, explica Stuenkel. “Parece cada vez más evidente que tendremos una situación de inestabilidad permanente hasta las elecciones”.

Pero también las reformas económicas que le aseguraban a Temer hasta ahora el apoyo de élites financieras del país podrían estar en peligro.

El Producto Interno Bruto brasileño volvió a crecer en los primeros tres meses del año tras ocho trimestres consecutivos de caída (la recesión acumulada fue de -7,4 por ciento), pero entre los aliados del Gobierno crece el temor a que la parálisis impida ahora seguir impulsando la agenda de ajustes en el Parlamento.

“Pueden surgir cualquier día nuevos hechos que impliquen al presidente”, dijo a dpa Stuenkel. “Eso hará que el Gobierno piense a corto plazo y convierte al presidente en vulnerable y lo debilita en las negociaciones con el Congreso”, vaticinó.

Con el país en crisis permanente y la clase política desacreditada, otros temen también a un escenario explosivo en las elecciones de 2018.

Por detrás del actual favorito en las encuestas, el ex presidente Luis Inácio Lula de Silva – también investigado por corrupción -, asoma ya otro candidato: el populista de extrema derecha Jair Bolsonaro, calificado a menudo como el “Donald Trump” brasileño.