Madres estables tras huelga de hambre, afirman que seguirán lucha por la liberación

Fin de la huelga de hambre de las madres de los presos políticos, tras nueve días de cerco policial, en Masaya. // Foto: Carlos Herrera

 

 

Por la vida del padre Edwin Román, que estaba en peligro a falta de insulina, madres de reos políticos suspendieron huelga de hambre

Por Ismael López  (Confidencial)

HAVANA TIMES – La desesperación y el temor comenzó apoderarse de las 14 personas encerradas en la iglesia San Miguel, de Masaya, el pasado viernes en la mañana. Las reservas de agua y suero se habían agotado y el medicamento para la diabetes del padre Edwin Román también. Fue el propio sacerdote que pidió al grupo que suspendieran la huelga de hambre.

“Por mi salud”, dijo. Y el grupo, por el inmenso respeto que le profesa al religioso lo aceptó en consenso. “Por la vida de todos, pero principalmente por la vida del padre”, dijo la mañana de este viernes desde su cama de enferma en el Hospital Vivian Pellas la abogada Yonarqui Martínez, que acompañó a las madres en la parroquia y quedó hospitalizada anoche, pero fuera de peligro.

El grupo de nueve madres, más Martínez, y la activista Flor Ramírez, habían cumplido el viernes por la mañana nueve días en huelga de hambre, para exigirle a la dictadura de Daniel Ortega libertad para todos los presos políticos. Ortega respondió aislándolos con paramilitares y policías en la parroquia para que nadie pudiera llevarles ayuda, y ordenó cortarles los servicios de agua y luz.

Román tomó su celular, que cargaba encendiendo el motor de su pequeño Suzuki alto 800 color amarillo que quedó lleno de combustible estacionado dentro de la casa cural y llamó al cardenal Brenes, como lo hacía dos veces al día desde que estalló la huelga.

-El grupo quiere salir, va a suspender la huelga- le dijo Román, luego de contarle todo lo que estaban pasando en la parroquia y de saludarlo como cuando un hijo saluda a un padre: con total reverencia.

El padre Román, había manifestado que acompañar a las madres y a las víctimas él lo sentía como un deber moral y espiritual. “Es un apostolado”, expresó el sacerdote de 60 años.

 “Durante todo este tiempo se ha respetado la voluntad del padre Edwin de permanecer acompañando moral, espiritual y físicamente a estas personas”, dijo la noche del viernes en una nota de prensa la Arquidiócesis de Managua.

El cardenal Brenes, hombre de extremada prudencia, sintió un alivio. En los últimos días la situación del padre Román lo tenía asfixiado. En las redes sociales le reclamaban por qué no iba a Masaya a intentar auxiliar al religioso.

“Tengo que cuidar al padre Román”, dijo en días pasados en una entrevista a CONFIDENCIAL, donde también reveló que estaba trabajando como hormiguita, sin divulgarlo, para resolver la situación en Masaya.

Luego de la llamada del padre, Brenes avisó al nuncio Waldemar Snanislaw Sommertag e “iniciaron los debidos contactos con las autoridades, solicitando abrir un canal humanitario para el ingreso de ambulancias privadas para trasladar y brindar asistencia médica en el hospital Vivian Pellas a todas las personas que por nueve días estuvieron encerradas”, dijo el arzobispado en la nota de prensa.

La luz verde del Gobierno para el ingreso de las ambulancias llegó el viernes en la tarde. La Policía permitió el ingreso de dos ambulancias, una del hospital Vivian Pellas y una de la Cruz Roja Nicaragüense, que llegó en labores de acompañamiento y volvió acordonar el lugar para que nadie se acercara al perímetro de la iglesia San Miguel.

Pero por los vecinos se logró vencer el cerco informativo. Un video grabado desde un costado de la iglesia, mostraba a cada uno de las madres y sus acompañantes salir por una pequeña puerta de la casa cural y subir al microbús convertido en ambulancia. El último en subir fue el padre Román.

Las ambulancias salieron de la ciudad en medio de las tropas de antimotines y se abrieron paso por toda la Carretera a Masaya. Minutos antes de las cinco de la tarde ingresaron las 14 personas al hospital.

“Preliminarmente todos están estables”, dijo en las afueras del hospital la doctora María Eugenia Espinoza, directora médica del Vivian Pellas.

Espinoza dijo que algunos de ellos presentaban deshidratación, “por el ayuno prologado”, pero que todos estaban fuera de peligro. Finalmente 11 fueron dados de alta la noche del viernes y solo quedaron tres hospitalizados: el padre Román, Martínez y Flor Rivera.

“Estamos con fuerza, esta dictadura pronto va a caer, estos puchitos lo hicimos temblar a Daniel Ortega, y de que se van, se van”, dijo a la salida del hospital María Gómez, una de las personas que estaba en huelga de hambre, antes exiliada política de la dictadura, que exige la libertad de su amigo chontaleño Ulises Rivas.

Gómez dijo que quien los llegó a evacuar a la iglesia fue una delegación de la Cruz Roja Internacional, sin embargo, un vocero de ese organismo, basado en México, dijo a CONFIDENCIAL que ellos no habían participado. “Me confirman que no estamos en Masaya”, aseguró el viernes en la tarde.

“Sobrevivimos con agua”, dijo Gómez. “Terminamos la huelga por la salud del padre, nosotros no queríamos abandonar la lucha, pero lo hicimos por el padre”, resaltó.

Las madres y los familiares de los presos políticos salieron del hospital aproximadamente a las ocho de la noche, pero desde el automotor coreaban: “Las madres no se rinden, exigen justicia”.

“Seguimos en la lucha”, advirtieron. “Vamos a lograr la libertad de todos los presos políticos”.