Velada por la paz en tradicional celebración de muertos

Por Daniela Pastrana

HAVANA TIMES, 2 nov. (IPS) — La zona del Ángel de la Independencia, en la capital mexicana, se convirtió en un cementerio en las tradicionales fiestas por los muertos, dando lugar a variadas expresiones de protesta, en las que prevaleció el movimiento de familiares de víctimas de la violencia derivada de la lucha contra el narcotráfico.

“México vive hoy uno de los momentos más dolorosos de la historia. Está incrustado en el poder del país un corazón de piedra, un corazón duro, frío, indolente”, dijo el pastor protestante Humberto Jaramillo, coordinador del Movimiento Social Cristiano, al pie del monumento ubicado en medio del Paseo de la Reforma, la principal avenida de la ciudad de México.

Desde el mismo templete se escucharon cánticos de dos mujeres de la orden islámica Sufi Yeray y de grupos que promueven las tradiciones maya y azteca, así como de católicos que invitaban a salir del dolor y el miedo y modificaron el “líbranos de todo mal”, de las homilías tradicionales, con un “líbranos del silencio cómplice”.

“Desde septiembre estamos formando una comunidad de iglesias que trabaja por la paz. Es una organización mínima que tiene tres ejes: una comisión de enlace, otra de sensibilización y una más de acciones públicas y oraciones por el país”, explicó a IPS la pastora bautista Rebeca Montemayor, una de las promotoras del encuentro ecuménico.

Miles de cruces, veladoras y flores amarillas cubrieron la base del monumento que simboliza la nación mexicana independiente de España, en una jornada lúdico-espiritual que fusionó causas múltiples con la velada por la paz a la que convocó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, liderado por el poeta Javier Sicilia, en protesta por la violencia que asola el país.

Llegaron hasta ese lugar, para acompañar a los deudos que han recorrido el país junto a Sicilia, los “indignados” contra el sistema económico-financiero, que acampan frente a la Bolsa Mexicana de Valores, estudiantes universitarios con sus cruces de madera, cartón o papel, los indígenas wixáritari contrarios a la explotación minera, artistas, intelectuales y religiosos.

También estuvo presente, con una gran cruz al pie de la escalinata, el Sindicato Mexicano de Electricistas, que ha resistido dos años la desaparición de la estatal Compañía de Luz y Fuerza del Centro, decretada por el presidente Felipe Calderón.

El “velatorio”, que comenzó el lunes a las 6 de la tarde y terminó a la misma hora del martes 1, fue una guardia por las personas asesinadas desde enero de 2007, cuando el entonces flamante gobierno de Calderón lanzó su guerra contra grupos del crimen organizado. En ese marco, las autoridades admiten que los muertos son más de 40.000, aunque activistas elevan esa cifra hasta 50.000.

Calderón defiende su política de seguridad militar, que lo llevó a quintuplicar el presupuesto de las fuerzas de seguridad en cuatro años, a pesar de las críticas por sus efectos sociales.

“Hace cuatro años, 50.000 personas estaban vivas y ahora el país está incompleto”, dijo el chihuahuense Julián Le Barón, pilar del movimiento pacifista.

“Lo único que ha hecho esta guerra es convertir a los criminales en corporativos de la violencia y en microempresarios del miedo”, dijo Julia Alonso, quien busca a su hijo desaparecido desde 2008.

El Día de los Muertos es una de las principales fiestas mexicanas, originada en las tradiciones de pueblos prehispánicos que consideraban la muerte un paso a otro nivel espiritual. En la cultura azteca, por ejemplo, las almas tienen que hacer un viaje de cuatro años desde el Mictlan, que es el nivel inferior de la tierra de los muertos, al Tlalocan, el primer paraíso.

Los conquistadores españoles asimilaron la tradición a la conmemoración católica del Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, y el de los Fieles Difuntos, del 2, que por su peso histórico sigue siendo en México día oficial de asueto.

De esa síntesis cultura y religiosa surgió una popular fiesta en la que los mexicanos visitan los cementerios, decoran las tumbas con cempasúchitl (flores amarillas que representan los 400 caminos del Mictlan al Tlalocan), rezan y elaboran coloridos altares con los platillos que fueron los favoritos de sus muertos.

La creencia popular es que los muertos llegan a comer y que esos rituales los acompañan en su camino. Otra costumbre es escribir versos, conocidos como “calaveritas”, con burlas dirigidas a personajes públicos.

Desde la segunda parte del siglo XX, esta fiesta tradicional se ha mezclado también con la celebración estadounidense de Noche de Brujas (Halloween), por lo cual los niños y niñas salen a pedir dulces disfrazados de monstruos.

La particular relación del pueblo mexicano con la muerte se ha estudiado mucho.

“El mexicano, obstinadamente cerrado ante el mundo y sus semejantes, ¿se abre a la muerte? La adula, la festeja, la cultiva, se abraza a ella, definitivamente y para siempre, pero no se entrega (…) ante la muerte, como ante la vida, nos alzamos de hombros y le oponemos un silencio o una sonrisa desdeñosa”, escribió el poeta mexicano Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad” (1950).

Las acciones por la paz se reprodujeron el martes en otros sitios del país envueltos en la violencia, como Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos, donde la policía municipal detuvo a manifestantes cuando colocaban cruces afuera de un banco.

Eso desató el alerta entre los estudiantes, que tienen muy fresco aún el asesinato el 26 de octubre de Carlos Cuevas, alumno de la Universidad Nacional Autónoma de México y activista contra la militarización. “No voy a descansar hasta que haya justicia”, dijo su madre, Lourdes Mejía.

En su declaración política, el movimiento encabezado por Sicilia demandó un memorial para los muertos y la depuración de los partidos políticos, a los que los deudos acusaron de insensibilidad hacia el tema de las víctimas.

También la cantante Chavela Vargas, de 92 años, envió un mensaje grabado por teléfono. “Los que están muertos, no están muertos, se fueron antes. Espérenos, ya llegaremos con ustedes con una flor”, dijo.

Y tres jóvenes del grupo Muna Zul cerraron la jornada con La Llorona, canción oaxaqueña alusiva a una de las principales leyendas mexicanas del Día de Muertos: “Si mueres, muero contigo, Llorona/si vives, te sigo amando”.