Silencio tras la muerte del albañil cubano

Por Humberto Márquez

HAVANA TIMES, 3 mar. (IPS) — Una segunda losa, la del silencio de los gobiernos latinoamericanos, cayó al paso de los días sobre la tumba del albañil y opositor cubano Orlando Zapata, quien falleció el 23 de febrero al cabo de casi tres meses en huelga de hambre en una cárcel de la isla caribeña.

«Hay problemas de derechos humanos en el mundo entero», dijo como síntesis el asesor en política internacional de la Presidencia brasileña, Marco Aurelio García.

En tanto, el mandatario izquierdista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lamentó que «alguien se deje morir en huelga de hambre, algo que yo hice cuando era sindicalista, pero no volvería a hacer».

Sólo el presidente electo de Chile, el derechista Sebastián Piñera, emitió una declaración de «enérgica condena a las circunstancias bajo las cuales ocurrió el fallecimiento del defensor de los derechos humanos Orlando Zapata», quien «entregó su vida en defensa de la democracia y la libertad en Cuba».

Hubo declaraciones de puntillosa neutralidad, como las del canciller de Ecuador, Ricardo Patiño. «Lamentamos el fallecimiento del señor Zapata, como siempre lamentaremos el fallecimiento de cualquier ser humano. Pero preferiría no pronunciarme sobre el tema concreto de los presos que se mantienen en Cuba», dijo.

Estados Unidos y la Unión Europea condenaron la muerte de Zapata y reclamaron, como Piñera, la liberación de unas 200 personas que la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional considera presos políticos o de conciencia, una categoría de prisioneros cuya existencia sistemáticamente niega el gobierno de Cuba.

El resto de la agenda política regional siguió copada por declaraciones o encuentros de mandatarios, con motivos disímiles como el terremoto en Chile o la investidura del nuevo presidente uruguayo, José Mujica, tras la cumbre que sostuvieron en México y que dio luz verde a la creación de una comunidad de estados de América Latina y el Caribe, con Canadá y Estados Unidos expresamente excluidos.

La región «guardó silencio como para no importunar a Cuba y a su presidente Raúl Castro justo cuando anunció esta especie de OEA (Organización de los Estados Americanos) sin Canadá y Estados Unidos», observó a IPS la especialista María Teresa Romero, profesora de estudios internacionales en la Universidad Central de Venezuela.

«No es algo nuevo; es la estrategia de la asimilación y el apaciguamiento por oposición al aislacionismo, que América Latina y el Caribe ha aplicado otras veces con relación a La Habana, al creer que al ser más permisivos y cooptar a Cuba se la puede empujar más por el camino de la democracia», agregó Romero.

Tomás Bilbao, director ejecutivo del Cuba Study Group, sostuvo que el silencio sobre Zapata responde «al doble discurso de los líderes de la izquierda, predominante en la región, el cual supone que criticar a Cuba significa dar un espaldarazo a la Casa Blanca».

El Cuba Study Group, con sede en Washington, fue creado en 2000 por «líderes empresarios y comunitarios de ascendencia cubana» para promover reflexiones y políticas que tiendan a «un cambio de régimen pacífico» en esa isla, según su sitio en Internet.

El historiador cubano Rafael Rojas, radicado en México, opinó que La Habana «calculó muy bien de dónde vendrán las reacciones, de Estados Unidos y la Unión Europea, frente a una poca reacción discursiva de América Latina».

Esas tesis sustentan afirmaciones de familiares de Zapata y organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional según las cuales el gobierno «lo dejó morir», al negarle reconocimiento como detenido político, aplicarle penas y condiciones de reclusión muy duras y darle auxilios de salud sólo cuando ya era demasiado tarde.

El presidente cubano Raúl Castro dijo que lamentaba el deceso a los periodistas brasileños que acompañaron a Lula en su visita a La Habana, horas después de la muerte de Zapata.

«No existen torturados, no hubo torturados, no hubo ejecución. Eso sucede en la base de Guantánamo», agregó Castro en alusión a la prisión que Estados Unidos posee en el oriente de Cuba y en la que mantiene a capturados en guerras que libra en distintos lugares del mundo.

También el ex presidente y líder Fidel Castro aludió a la coincidente visita del mandatario brasileño y escribió que «Lula conoce desde hace muchos años que en nuestro país jamás se torturó a nadie, jamás se ordenó el asesinato de un adversario, jamás se mintió al pueblo».

Para el politólogo venezolano Carlos Raúl Hernández, «conductas como la asumida ante la huelga de hambre y muerte de Zapata muestran la lucha entre las líneas políticas que representan cada uno de los hermanos Castro al frente de Cuba».

Según Hernández, «Raúl querría avanzar hacia una apertura, en principio económica, como la efectuada por China o Vietnam, pero Fidel le habría planteado la disyuntiva de dar o no señales de debilidad o retroceso, precisamente por Cuba, justo ahora que la revolución ha ganado espacios en América Latina», dijo a IPS.

Hernández se refería a la llegada al poder político de simpatizantes de La Habana con un discurso socialista, como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y, en menor medida, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua.

Otros gobiernos habrían guardado silencio para no crispar más el debate entre las líneas de Raúl y Fidel Castro, es decir, apostando por el apaciguamiento, según Hernández.

«El endurecimiento de las líneas políticas que emanan de La Habana significan que Fidel Castro –separado de la Presidencia por razones de salud–  ha recuperado el poder en Cuba, contando para ello con el apoyo de Venezuela», que mantiene millonarios acuerdos de cooperación e intercambio con la isla, en opinión de Hernández.

Venezuela albergará, en julio de 2011, la próxima cumbre latinoamericana y caribeña que podría dar a luz la nueva comunidad de naciones.

«Pero, ¿cuál es esa comunidad distinta de la OEA? ¿Una sin carta democrática, sin convención de derechos humanos y organismos que los vigilen?», se interrogó el ex canciller venezolano Simón Alberto Consalvi, que en la década de 1980 fue uno de los arquitectos del Grupo de

Contadora, una instancia que promovió soluciones para pacificar América Central.

Ese grupo, que instalaron en 1983 Colombia, México, Panamá y Venezuela, pronto se amplió a ocho democracias y originó el Grupo de Río, un escenario informal de consultas políticas que se fue ampliando hasta recibir a Cuba en 2008, y abrir las puertas ahora a la novel comunidad de naciones.

Según Romero, «efectivamente el molde que algunos quieren para la nueva comunidad de naciones es el Grupo de Río, que es más informal y no tiene los compromisos ni la institucionalidad de la OEA».

El presidente Chávez reiteró en estos días que «la OEA ya no sirve para nada, algún día desaparecerá», en tanto latinoamericanos y caribeños deben integrar un mecanismo «basado en relaciones de transparencia constituidas sobre el respeto a la soberanía de cada país, sobre la no injerencia en los asuntos internos».

El gobierno de Cuba fue suspendido como miembro pleno de la OEA en 1962.

Aunque en junio de 2009 el foro hemisférico revocó por consenso y sin condiciones esa exclusión, La Habana ha expresado reiteradamente que no desea regresar al seno de la Organización.