Lula en posición incómoda
Por Mario Osava
HAVANA TIMES, 27 feb (IPS) — La coincidencia de la muerte del disidente cubano Orlando Zapata Tamayo el martes, cuando llegaba a Cuba el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, amplificó las críticas a la política exterior del gobierno brasileño, acusada de incoherencia en materia de derechos humanos y democracia.
La Constitución brasileña en su artículo cuarto establece que el país «se rige en sus relaciones internacionales» por la «prevalencia de los derechos humanos», además de la autodeterminación de los pueblos y la igualdad entre Estados, entre otros principios, señaló Lucia Nader, coordinadora internacional de Conectas, una organización de defensa de los derechos humanos.
A la luz de ese principio, «es cuestionable» la posición brasileña de ignorar las violaciones en sus relaciones bilaterales, como en el caso de Cuba, y de adoptar posiciones ambiguas de abstención en foros multilaterales, como la Asamblea General o el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, afirmó a IPS.
Sorprendido por la muerte de Zapata horas antes de su llegada a Cuba, Lula dijo «lamentar» el desenlace y a la vez rechazó la huelga de hambre como forma de lucha. El opositor cubano y preso político murió tras 85 días de ayuno.
El ex presidente Fernando Henrique Cardoso reafirmó su permanente oposición a Lula, reclamando posiciones firmes en la cuestión de los presos políticos. Pero durante su gobierno, entre 1995 y 2003, Brasil asumió seguidamente la abstención en foros sobre derechos humanos, por razones políticas.
En general, la diplomacia brasileña justifica su abstención por el aprovechamiento político y los conflictos que involucra la cuestión, especialmente en Cuba, sometida a un bloqueo económico por Estados Unidos desde 1962.
Pero Marina Silva, la ex ministra de Ambiente del gobierno Lula y actual candidata del Partido Verde a la Presidencia de Brasil, criticó, además de la «omisión y el silencio» ante las violaciones de derechos humanos en Cuba, el acercamiento del gobierno de Lula a Irán y a Venezuela, en una larga entrevista concedida el viernes a la radioemisora CBN, una red nacional de noticias.
En Venezuela hay riesgo de «substracción de libertad» y de alternancia en el poder, mientras Irán representa un riesgo nuclear, además de la práctica de la tortura y de la prisión por razones políticas. Brasil no debería conciliar con tales amenazas bajo el pretexto de no injerencia en asuntos internos de otros Estados, sostuvo Silva.
En muchos países se violan derechos humanos, y las condenas contundentes en la materia suelen tener efectos contrarios, agravando la situación, suelen argumentar los diplomáticos brasileños y el asesor especial de Lula para cuestiones internacionales, Marco Aurelio Garcia.
En relación a Irán, ese país tiene derecho a desarrollar su programa nuclear para fines pacíficos, justifica el canciller Celso Amorim, quien no comparte el temor de las potencias occidentales de que esté en desarrollo una bomba atómica iraní.
Pero Cuba pone en situación incómoda a sus propios aliados, al «cercenar la libertad» de sus ciudadanos, opinó Marina Silva, añadiendo que «silenciar» las violaciones de derechos humanos «no ayudan» a ese país caribeño a avanzar en la democracia.
También en el Congreso legislativo hubo reacciones negativas a la actitud de Lula en Cuba. Protestas de opositores trabaron la labor parlamentaria el día miércoles, impidiendo la votación de acuerdos internacionales en la Cámara de Diputados.
«No votaremos nada en solidaridad con el pueblo cubano masacrado por un régimen moribundo», justificó el vicejefe del conservador partido Demócratas.
Se está ejecutando una «escalada de represión política» en la isla caribeña, y en ese cuadro la diplomacia brasileña adopta una «postura vacilante», condenó el diputado Raul Jungmann, del opositor Partido Popular Socialista (PPS, ex comunista).
El oficialismo replicó que no hay una doble posición del gobierno brasileño en relación a los derechos humanos en distintos países, y Lula actúa con la «cautela» y los criterios diplomáticos debidos a un jefe de Estado.
En las organizaciones de derechos humanos, los activistas en general suelen evitar las manifestaciones sobre Cuba, por razones políticas, exponiéndose a los ataques sobre su doble rasero.
La actual política externa brasileña –duramente criticada por diplomáticos retirados que sirvieron en la administración de Cardoso–, es acusada de orientarse «ideológicamente», en desmedro de los intereses nacionales.
La decisión de acoger durante cuatro meses en la embajada de Honduras al depuesto presidente de ese país, Manuel Zelaya, alimentó una ola anterior de ataques.
La vigencia de los derechos humanos en Cuba es un tema de permanente controversia.
La mala suerte de Lula, de llegar a La Habana cuando moría Zapata, será otro tema para la ofensiva opositora, especialmente en víspera de las elecciones presidenciales de octubre, cuando el oficialismo intentará que triunfe la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff, como la primera mujer en llegar a la Presidencia de Brasil.