Campesinas de Perú protegen biodiversidad milenaria de alimentos

Por Milagros Salazar

HAVANA TIMES, 12, oct (IPS) — Dina Apomayta, de 36 años, es heredera de las imponentes culturas andinas Tiahuanaco y Lupaca, que veneraron la tierra y sus frutos desde el año 2.500 antes de Cristo. Esta aymara de la región de Puno y otras muchas mujeres rurales de Perú protegen la biodiversidad agrícola en nombre de sus familias y sus pueblos.

«Cuidamos la tierra trabajando organizadamente. Como madres participamos en el cultivo, la producción y el almacén de los alimentos de nuestros hijos», contó Apomayta a IPS en un alto de su faena en Curitamaya, su comunidad a 42 kilómetros de esta capital de la región surandina de Puno, con el mismo nombre.

Los frutos de la tierra en los Andes, como las diferentes variedades de la papa, el maíz y la quinua (un seudocereal andino de alto valor nutritivo), dependen en gran medida de las mujeres. Ellas son las que seleccionan las semillas, limpian la chacra (finca) de la mala hierba, ayudan en la cosecha y organizan el almacén.

«Una vez que cosechamos, guardamos, separamos lo que vamos a usar para la casa, para la venta y para las semillas. Ya sabemos cómo se hace», detalló con la naturalidad de quien desde niña fue criada para cultivar y proteger sus alimentos.

Estos son, además, el banco natural de semillas con el que cuenta el mundo andino y ha perdurado por generaciones para beneficio de la humanidad.

Apomayta no sabe, como otras miles de campesinas, que este 15 de octubre es el Día Mundial de la Mujer Rural y que lo que ella hace a diario merece un reconocimiento especial. «La vida en el campo es difícil», reflexionó sin dramatismo. «Enfrentamos las heladas, las granizadas, es duro, pero ahí salimos adelante», apuntó.

En las zonas rurales de este país de 29 millones de habitantes, las mujeres representan 49,2 por ciento de la población, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática. De ellas, un 20 por ciento son productoras agrarias, pero solo 4,7 por ciento posee títulos de propiedad de sus tierras.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) puntualiza que es probable que la cifra de las productoras sea mayor porque existe «un subregistro del trabajo agropecuario de las mujeres».

«La contribución de las mujeres a la agricultura está ampliamente subestimada. Un 52 por ciento de mujeres rurales son consideradas trabajadoras familiares no remuneradas», señala la FAO en un documento sobre la mujer en la agricultura, el ambiente y la producción rural en Perú.

Jazmine Casafranca, responsable en Perú de los proyectos de desarrollo rural de la FAO, dijo a IPS que su organización está brindando asesoría técnica al gobierno peruano para que elabore un nuevo censo agropecuario y que se pueda visibilizar el rol de la mujer en el campo. El anterior se elaboró hace ya 17 años.

«Las mujeres tienen la responsabilidad de que exista alimentos suficiente para cocinar todos los días. Ellas no dejan solo al hombre en esto, se involucran en las diferentes etapas de la producción y eso a veces no se toma en cuenta en las políticas públicas», explicó la especialista.

La funcionaria de la FAO dijo que ese papel crucial de la mujer se hace evidente sobre todo en los llamados periodos estacionales «de hambre», entre septiembre y noviembre, que van del fin de una cosecha al inicio de la nueva siembra.

Hay muchos obstáculos que enfrentar. Las condiciones climáticas adversas y la migración de los esposos por un mejor empleo y de los hijos por una mejor educación, han hecho que también cambien los roles de las mujeres, las que se quedan.

«Cada vez más, las mujeres están asumiendo un papel más importante en el liderazgo de las chacras, son ellas las que muchas veces tienen que asumir el cuidado del ganado y los cultivos a tiempo completo, debido a que su familia se ha ido en busca de nuevas oportunidades», anotó Casafranca.

«La situación se agrava con los cambios severos del clima», resaltó.

Apomayta, quien también es regidora (concejala) del distrito puneño de Acora, dijo a IPS que la realidad contada por la funcionaria de la FAO es cierta, pero también lo es que las mujeres de comunidades como la suya han sabido organizarse para enfrentarla. «En Curitamaya trabajamos en grupo, con la comunidad, para estar preparadas», explicó.

Para Casafranca esta capacidad de organizarse de algunas comunidades rurales debe ser vista como una oportunidad para promover un desarrollo productivo comprometido con la protección de la biodiversidad, el respeto del medio ambiente y la participación de la mujer, lo cual requiere un compromiso del Estado y del sector privado.

Ese llamado de la FAO responde fundamentalmente a un contexto de incremento de precios de alimentos en el mundo que ha acelerado la inseguridad alimentaria y la pobreza en los países más vulnerables. A este tema, por su gravedad, ha dedicado el organismo el Día Mundial de la Alimentación, el domingo 16.

«Se debe dar un reconocimiento especial a estas mujeres y hombres que trabajan por mantener ese tesoro escondido, a esa diversidad de alimentos que preservan bajo la tierra y que está vivo gracias a su cultura y sus tradiciones», aseguró Casafranca.

Precisamente la FAO está trabajando un proyecto mundial llamado Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (Sipam) que se desarrolla en cinco países: Argelia, Chile, China, Filipinas, Perú y Túnez.

El propósito es preservar los sistemas de adaptación de la biodiversidad agrícola y sus conocimientos ancestrales, que han permitido la subsistencia y calidad de vida de muchos pueblos. En Perú, se ha elegido el corredor Puno-Cusco.

El coordinador del proyecto en Perú, Alipio Canahua, explicó a IPS que en Curitamaya se ha logrado rehabilitar 40 hectáreas de camellones, que son terraplenes ancestrales de agricultura y de reservas de agua.

Las mujeres participan de manera activa en este proyecto. El predominio del machismo en los Andes, que para muchos impide que la mujer rural pueda desarrollarse, es un problema que tiene sus matices y no puede generalizarse, según Casafranca. «Ahí hay mucho por investigar», agregó.

«Las mujeres también hemos logrado tener voz y voto, nos hemos ganado ese derecho poco a poco», afirmó a IPS Depi Marca, esposa del presidente de la comunidad de Curitamaya.

Los hombres, por su parte, han aprendido a reconocer el trabajo de sus mujeres.

«Ellas saben ver para qué sirve cada papa, qué cosa se puede cocinar, si está buena, si está mala. Y además son buenas comerciantes, ellas saben», contó a IPS Rafael Pilco, presidente de los conservacionistas de papas nativas de la comunidad de Huama, en la suroriental y andina región de Cusco.

En Huama se cultivan 200 variedades de papas nativas y estos agricultores las protegen de plagas y embates climáticos. Hombres y mujeres ayudan a mantener este legado de generación en generación.