Brasileñas conquistan la construcción pesada

Por Mario Osava, enviado especial

HAVANA TIMES, 12 mayo (IPS) — Representan siete por ciento de los trabajadores que construyen la central hidroeléctrica Santo Antonio, en el río Madeira, que atraviesa el noroeste amazónico de Brasil. Pero suman unas 1.200 mujeres y cientos tuvieron que romper muchos tabúes para ocupar puestos que eran exclusivos de varones.

Zenaide Pereira da Silva, de 29 años, es una de ellas. Fue la primera en operar un pórtico rodante, un tipo de grúa sin brazo y con cuatro pilares movidos sobre carriles, de 20 metros de altura y capaz de alzar hasta 250 toneladas para ensamblar las turbinas y otros equipos enormes, que componen la casa de máquinas de generación energética.

“El miedo de cometer un error”, más que el de trabajar a gran altura, la mantiene tensa cuatro meses después de comenzar en esta labor, para la cual se calificó en un curso de Acreditar, el programa de formación de mano de obra local de Odebrecht, la principal constructora de Santo Antonio y socia del consorcio que ganó la concesión de la central.

El trabajo requiere total precisión y “no tener dudas”, porque un mínimo desliz en el encaje puede dañar componentes que costaron años de desarrollo y fabricación, explicó Da Silva. Aún comparte la responsabilidad con un colega, pero pronto deberá trabajar sola, al intensificarse el ensamblaje de la planta generadora de electricidad.

“Paciencia y atención” son otras exigencias, especialmente estar atenta a los muchos comandos e instrumentos del pórtico y al mismo tiempo no perder de vista las señales de los colegas que, desde el suelo, orientan las operaciones, acotóa IPS durante una jornada en Santo Antonio.

Natural del nororiental estado de Maranhão, de donde más trabajadores emigran en Brasil, ella no se quedó en Porto Velho, capital del noroccidental estado de Rondônia, a siete kilómetros de Santo Antonio, donde se reasentó su familia en 2002. Se casó y fue a vivir en el vecino estado de Acre.

Volvió a Porto Velho hace tres años, divorciada y con una hija. Trabajó en la construcción y venta de seguros, hasta inscribirse en Acreditar.

Hizo el curso de operadora del pórtico rodante con otras seis mujeres, a “tiempo completo durante un mes”, y por su buen desempeño fue una de las primeras contratadas.

Se levanta a las 4:30 para y tres horas después comienza la jornada en el aparente caos de las obras, un hormiguero gigante. Lo que peor lleva, dice, son las tres horas en bus del trayecto de ida y vuelta a su casa.

Pero Da Silva asegura que compensa. Suele hacer horas extras y gracias a ello y a otros complementos el último mes ganó 1.000 dólares, aunque su salario básico, de principiante, es de 740 dólares, muy superior al salario mínimo de Brasil que no llega a los 300 dólares.

El “orgullo” de contribuir al desarrollo del país y a la “conquista de espacios” para la mujer no la impide reconocer los daños de la represa, como la inundación de bosques y el desplazamiento de los pobladores ribereños que viven de la pesca. Se debería estudiar mejores formas de compensar a los afectados y al impacto ambiental, opinó Da Silva.

Su presencia en una función “masculina” provoca curiosidad y hay gente que le saca fotos para mostrar que vio a una mujer manejando una maquina tan inmensa.

Prejuicios más duros enfrenta Edcleusa Moreira Viana, que también arribó a Porto Velho hace tres años, cuando empezaba la construcción de la hidroeléctrica, proveniente de Pará, un estado de la vertiente oriental de la Amazonia.

Reconoce que hay “resistencias masculinas” a sus orientaciones y advertencias como miembro del equipo de seguridad de la construcción. “Los machistas creen que queremos mandar” y rechazan “una mujer liderando”, señaló Viana, quien recurre a nueve años de experiencia en varios empleos y a los cursos recibidos, para lidiar con el problema.

A los 34 años, con cuatro hijos y un marido también empleado en Santo Antonio, explicó que recuerda a los reacios a sus señalamientos que “la familia es primero”, para subrayarles la necesidad de cuidar sus propias vidas y evitar accidentes para volver a los suyos con buena salud y el dinero ganado en el trabajo.

“Nuestro principal trabajo es generar conciencia” entre los trabajadores que inicialmente tienden a incumplir las normas, pero luego “empiezan desarrollar una cultura de seguridad”, dijo, antes de defender una mayor presencia de las mujeres en su función.

El ensamblaje de grandes equipos es otro sector que donde en Santo Antonio se rompieron las barreras y ahora es mixto. “Fui la primera mujer en este galpón, al comienzo fue difícil, me sentía una ET (extraterrestre)”, recordó Emyrtes Rocha, auxiliar mecánica.

“Me tomaban herramientas de la mano” y decían que “no me daría cuenta”, citó como ejemplo.

“Que puede hacer una mujer acá, donde se necesita manos fuertes”, dudaba el ingeniero responsable, hasta que ella y otras demostraron su capacidad y ganaron el respeto de los colegas, aseguró Rocha. Actualmente, cuatro mujeres “vencen prejuicios” en una brigada de una veintena, detalló.

“Hay componentes muy pesados que sí exigen la fuerza masculina, pero es más importante la disciplina, el trabajo colectivo y especialmente atención en lo que se hace”, destacó Rocha, de 39 años, que se declara “feliz” por tener un empleo estable después de muchos años trabajando como comerciante informal.

Celebró que como responsable de su hogar, logró comprar un automóvil y reformar su casa, además de mantener a su hija de 22 años y financiarle un curso superior de contabilidad que está realizando.

La participación femenina registró un salto, en cantidad y en la ocupación en funciones calificadas, con relación a grandes obras anteriores, detalló Jorge Luz, gerente administrativo y financiero de Odebrecht, la responsable del ensamblaje electromecánico de la hidroeléctrica.

Fue un proceso “natural”, en que “fuimos sorprendidos por la cantidad de mujeres en busca de un puesto de trabajo”, explicó, para reconocer que los jefes de equipos tuvieron dificultades iniciales porque “no era común tener mujeres en esas funciones”.

Su presencia, como es usual, predomina en el área administrativa, como los comedores y las oficinas, pero hay mujeres en todos los sectores y en toda la jerarquía, desde auxiliares a ingenieras, observó José Carlos de Sá, coordinador de Relaciones Institucionales de Santo Antonio Energía, el consorcio concesionario.

El caso de Santo Antonio representa un escalón más en un “boom” de la participación femenina en la construcción civil en Brasil. Las mujeres en el mercado formal del sector aumentaron en 44 por ciento entre 2007 y 2009, cuando sumaron 172.734 de los dos millones 221.254 trabajadores registrados, según el Ministerio de Trabajo.