Alzamientos árabes soslayan la esclavitud doméstica

Por Simba Russeau

HAVANA TIMES, 2 marzo (IPS) — Las revueltas que sacuden al mundo árabe parecen una respuesta a injusticias de larga data, bajos ingresos, brutalidad policial y falta de seguridad social. Mientras el mundo las observa, el sufrimiento de unos tres millones de empleadas domésticas en la región sigue envuelto en un manto de silencio.

Víctimas de abusos, confinamiento y violaciones, las inmigrantes que se emplean en el servicio doméstico son a menudo invisibles, dado que sufren en lugares que permanecen ocultos a la vista del público, principalmente en casas particulares.

“Si una va a la embajada de Indonesia en Jordania verá a cientos de mujeres que se escapan de sus empleadores”, dijo a IPS una indonesia que trabaja de modo independiente en este sector en Jordania.

“Yo también escapé de los maltratos. Quiero volver a Indonesia, pero la embajada no tiene dinero para enviarnos”, agregó.

Una investigación realizada por la revista saudita Sayidaty y titulada “Derechos de las mucamas” revela que más de tres millones de estas trabajadoras en el mundo árabe están sometidas a condiciones similares a la esclavitud.

El estudio concluyó que en varios países como Kuwait, Bahrein, Arabia Saudita y Líbano, la ausencia de leyes que regulen la relación entre el personal doméstico y sus empleadores permite abusos rampantes.

“No dormíamos ni de día ni de noche, teníamos que estar despiertas cada vez que el bebé lloraba”, dijo a IPS Potri, una trabajadora doméstica de Filipinas que trabaja en Jordania.

“Ni siquiera teníamos tiempo para ducharnos o comer durante el día, porque siempre estábamos acunándolo para que no llorara. Eso ocurrió durante dos años y medio”, recordó.

Joan, otra trabajadora, ganaba apenas 100 dólares mensuales, parte de los cuales tenía que darle a su empleador jordano para que comprara los alimentos que ella consumiría. “Es decir que básicamente trabajábamos gratis”, destacó.

Antes de irse de Madagascar, a Dima, de 19 años, le dijeron que encontraría un buen empleo y una oportunidad de aportarle a su familia el dinero que tanto necesitaba. Pero a las pocas horas de haber llegado a la casa de su nuevo empleador en Líbano, a comienzos de abril del año pasado, tuvo que confrontar una realidad diferente.

“Mi empleador me fue a buscar al aeropuerto y, cuando llegamos a su casa, me dijo que tomara un baño”, relató Dima en entrevista con IPS.

“Insistió en que dejara la puerta apenas abierta y mientras estaba bañándome entró y me violó”, dijo.

Las cosas empeoraron algunas semanas después, cuando el hombre en cuestión y dos de sus amigos la ataron y violaron.

Un mes después, Dima escapó. “Mientras la familia se subía al automóvil empecé a correr. Ya no soportaba vivir así”, dijo.

El actual clima financiero en África y en Asia sudoriental obligó a muchas familias a buscar maneras desesperadas de salir de la pobreza extrema.

“Las agencias de reclutamiento de nuestros países de origen están embaucando a las nuevas empleadas domésticas diciéndoles que tendrán un gran trabajo, con un salario elevado y la posibilidad de ahorrar dinero y enviárselo a sus familias”, dijo Aimee, una líder comunitaria oriunda de Madagascar que realiza tareas domésticas de modo independiente.

“Pero cuando ellas llegan se dan cuenta de que todo era mentira”, agregó.

La demanda de trabajadoras domésticas extranjeras en los países árabes es alimentada por el ingreso de las mujeres árabes a la fuerza laboral, y por una definición del estatus social según las cual se considera que éste es mayor cuanta más servidumbre se tenga.

Esa mayor demanda ha absorbido a la población de expatriadas, que en algunos lugares superan a las trabajadoras locales.

Según un estudio del Centro para las Mujeres y los Estudios de Género, casi 85 por ciento de los cuatro millones de habitantes de Emiratos Árabes Unidos son trabajadores inmigrantes.

En Bahrein y Arabia Saudita, 65 por ciento de la fuerza laboral está compuesta por expatriados. En Kuwait son 82 por ciento, y en Qatar casi 90 por ciento.

En Bahrein, la concesión de la ciudadanía a trabajadores extranjeros como medio para cambiar el equilibrio sectario del país es una importante fuente de descontento entre los manifestantes.