Zona de la embajada EE.UU. en La Habana

Por   Progreso Semanal

Zona de la embajada estadounidense en La Habana
Zona de la embajada estadounidense en La Habana

HAVANA TIMES – “Se llenan planillas, guardamos bolsos y celulares”, vocea una señora, frente a la cola; que no es una fila, sino un continuum de gentes que se abanican, sudan, llaman por teléfono, se ponen la mano en la frente, miran el reloj, hablan sin parar, piensan y repiensan… Con razón lo apodan “el Parque de los suspiros”. Tal vez sea de mal gusto que la embajada estadounidense esté tan cerca de la funeraria. “Cripy”, diría algún personaje, si esto fuera una película.

A escasos 200 metros, tras el mostrador, Zenaida –aceptemos nombrarla así- lamenta lo demasiado tranquilo que está el ambiente. Porque “hace poquito” a los trabajadores de la antigua SINA les recortaron el horario de almuerzo, y ya no les da tiempo venir a tomar café. “Yo hasta los esperaba. Cuando daban las 12 yo decía: está al caer el piquete”.

Un grupo de obreros le da mantenimiento a los mástiles del Monte de las banderas, otros pintan los edificios laterales, por la calle Calzada. Incluso mientras era Sección de Intereses muchos le llamaban embajada; “la embajada americana”.

“La vida sigue igual”, remata Gonzalo, uno de los parqueadores de la zona. Cuenta que días atrás han atendido menos solicitantes, pues llegó un contenedor con equipos nuevos, para remodelaciones electrónicas, “y allá adentro todo es computarizado”. “Están esperando que venga este señor el día 14”.

Llegan carros de turismo, particulares, estatales. Aquí el servicio cuesta 0,50 CUC o 1 CUC, más caro que en otros lugares. “Si son los del restaurant de la esquina, cobran tres pesos por parking: te lo reciben, lo dejan por ahí, y después te lo devuelven”, explica Ramón, e interrumpe unos minutos la labor, cuando, como de costumbre, pasa en bicicleta el muchacho que vende tamales.

Dentro, las “oficinas de trámites” están equipadas con lo necesario: escáner, impresora, fotocopiadora, cámara fotográfica… Tal vez hay demasiada competencia, pero tanta oferta significa una cosa: demanda.

¿Cuándo se les ocurrió la idea de este negocio? ¿Cuántas personas atienden a diario? ¿Las cosas han cambiado por aquí desde el 17 de diciembre? ¿Algo será diferente ahora que hay embajadas? A pesar de los letreros, casi nadie responde. “No, no me interesa…”, niega una muchacha, detrás de la computadora instalada en la sala, al lado del título de Licenciada en Comunicación Social.

En un radio de dos o tres cuadras las cafeterías crecen como hongos. “Tengo comida”, se adelanta una mujer con un pañuelo y una lycra con la bandera norteamericana. De momento, da la impresión de que tuviera puesto un uniforme.

Hay agentes de telecomunicaciones, habitaciones de alquiler en CUC y en pesos cubanos, vendedores ambulantes. “¡Taxi, taxi!”, repiten varias voces. Guardar el bolso vale un CUC hasta las 5 de la tarde, “o hasta la hora que sea”, precisa Dinora.

La gente se arracima, se acomoda como puede: cualquier contén sirve de asiento, cualquier árbol o portal para protegerse del sol. Hay muchos modos de esperar. Algunos vienen de muy, muy lejos. “Nos bañamos, descansamos un rato… ahorita vamos a Coppelia… ‘pérate que te pongo a tu mamá…”, reporta por el celular un señor que supera los sesenta años. Un niño se agobia –de calor, o por estar sentado en el coche- y chilla. Parece que la cola no avanza. “Oyeee, es Dayana, la hermana de Luis… todavía nada”.

Según fuentes oficiales, viven fuera de la Isla alrededor de 1,4 millones de cubanos (12,5 % de la población nacional), de los cuales 85,7 % reside en Estados Unidos. En 2012 hubo 47 mil 384 salidas hacia ese país, y 80 mil 522  en 2013; tanto con visa de no emigrante, como por reunificación familiar. Todos ellos pasaron por aquí.