Padre Korta…Hermano Ajishäma

Caridad

HAVANA TIMES — No lo conocí personalmente.  Apenas unos meses después del asesinato del Cacique Sabino Romero, del que – por cierto – no se ha dicho ni hecho nada en claro; muere el Padre José María Korta en un accidente de tránsito.

Lo leí en algún sitio, luego los mensajes de algunos amigos de Tauca me lo confirmaron: iba o venía a Maripa, uno de esos pueblitos pequeños en el Estado de Bolívar, cerca de la Universidad Indígena del Tauca que él mismo fundó.

Cuando estuve en Venezuela en el 2010, supe de un jesuíta que  hacía huelga de hambre por la liberación del Cacique Romero y Alexander Fernández (ambos yukpas asesinados) quienes en aquellos momentos estaban presos, como es de esperar, por falsas acusaciones.

En aquel momento Korta ya andaba por los 80 años y me impresionó que alguien de esa edad asumiera el no alimentarse por más de una semana. También fue la primera vez que vi un grupo de personas de pueblos originarios en una marcha por el centro de la ciudad.

Dos años después, por esas vueltas que da la vida, conocí la Universidad Indígena de Venezuela. Y lo que más me entusiasmó – conociendo el trabajo intenso del Padre Korta para fundarla – fue que la universidad no estuviera hecha para enseñar las culturas occidentales y mucho menos la religión de los jesuítas.

El padre Korta no fue un misionero cualquiera, celoso del dogma de su religión. Para él “la identidad de cada pueblo se construye desde la propia fe. Un misionero jamás debe aplastar la idiosincrasia del pueblo indígena”.

Desde su llegada a Venezuela, por los años ´60, Korta se vinculó a los indígenas, asumiendo su cultura y promoviendo proyectos de autogestión económica no desarrollista, y muchos proyectos de educación (en los años ´70 realizó un texto de matemáticas en idioma yekwana).

No fueron pocas sus “aventuras” juntos a los pueblos originarios, de eso supe cuando visité la Universidad en Tauca.

Por supuesto que su labor en el Amazonas molestó a todos los que ostentaban el poder por aquellos años – incluyendo a la Iglesia – y fue expulsado del territorio. El vasco, testarudo al fin, por supuesto que regresó años después, a pedido de sus hermanos indígenas, y continuó con los proyectos.

No tuve la suerte de conocerlo. Solo coincidimos una tarde en el mismo espacio, en una reunión de apoyo a los yukpas.

Me perdí de tener una conversación con él, de haber participado en alguno de sus proyectos.