La gestión que tuvo “final feliz”

Luis Rondón Paz

Abriendo la calle para instalar el agua.

HAVANA TIMES — Finalmente, después de casi 5 años luchando contra la burocracia, lidiando con el oportunismo institucional y la corrupción, logré que la empresa estatal Aguas de La Habana efectuara la instalación de la tubería independiente para el abasto de agua en mi casa.

Considero importante comentar que, lo que experimenté durante los últimos 5 meses para llegar al éxito de mi objetivo, no se lo deseo a ninguna persona. Sin que me quede nada por dentro, fueron desgastantes, decepcionantes y de un constante contar hasta 10 para no ser encarcelado por haber causado un escándalo público.

Aunque tengo que admitir que en varias ocasiones estuve a punto de hacer alguna que otra semejante tontería, por sentirme desesperado e indefenso ante la burocracia institucional cubana, que con su indolencia te aplasta, te humilla y prácticamente te destruye el alma. Por experiencia, estoy convencido de que estos son algunos de los elementos que más daño hace a la población cubana que vive al día a día como puede.

Y bien, les cuento cómo fue que logré ese final feliz:

Hace un tiempo, escribí sobre la gestión sin solución sobre mi gestión con el agua, la cual en el nivel que se encontraba, según palabras de algunos de sus funcionarios, no tendría salida a corto plazo utilizando los canales formales. “Tienes que inscribir tu solicitud nuevamente”, decían. Yo no me conformé con esa respuesta y comencé a buscar canales alternativos, conseguí asesoría legal con mi abogada, y fui recomendado con algunas amistades de ella para ver si se podía presionar por algún canal institucional a la empresa Aguas de La Habana.

Instalación del agua hecha.

Penetrar en el engranaje burocrático de esa institución es más difícil que conocer el estado real de las finanzas en Cuba, pensé mientras recibía la negativa de cada uno de los contactos a los que fui recomendado para tramitar mi gestión, hasta que por medio de una vieja amistad de mi madre logramos meter nuestro caso en el sistema nacional de Aguas de La Habana en forma de queja por mal servicio. “Ahora solo queda esperar”, decía el contacto de la empresa en cuestión.

Pasaron quince días, hasta que una mañana de diciembre, un inspector de Aguas de la Habana se presentó en mi casa para tomar “información específica sobre el caso”, decía a la par que nos tomaba los datos de identidad y las características del inmueble. “Su caso está ya en la lista de quejas”, deben esperar unos días más para que les informen qué acción se tomará desde la Dirección de Aguas de la Habana, para que la Dirección Territorial en Boyeros atienda su caso”, concluyó.

“Bueno, a seguir esperando,” dijo mi madre con cara de que esto demorará más que la eliminación de la doble moneda, y yo contando hasta 10 para no mandarlo todo al carajo. “Paciencia, luis, paciencia”, decía para mi interior.

Ese mismo día, supe que había una persona que por una moderada suma de dinero lograba, en menos de dos semanas, resolver mi problema. Intenté establecer contacto con el sujeto en dos ocasiones sin éxito. Cuando pensé hacerlo en la tercera, supe por mi contacto en la Dirección Nacional de Aguas de La Habana que mi queja había sido aprobada, por tanto, era lógico que la Dirección Territorial en Santiago de Las Vegas ya manejara la orden para tramitar mi caso, así que la instalación de la acometida no demoraría mucho. Eso creía.

Pasaron 15 días y nada sucedía en el lugar. Hasta que mi madre me comentó que el delegado había pasado por mi casa para invitarme a la rendición de cuenta, pues estaban invitados los funcionarios del municipio para informar de su trabajo a la población. Yo de casualidad había pasado ese mismo día por la Dirección Territorial, lugar donde me informaron que no conocían de mi queja y que la única persona autorizada para informarme del caso era la directora, la cual estaba en una reunión en el Gobierno y no tenía horario de regreso.

“Bueno, a ver qué me dice la directora en la reunión de esta noche,” pensé y recluté a un familiar para que me sirviera de asistente para mi intervención en el encuentro, porque yo tenía que grabar en video lo que tenía que decir delante de todo los funcionarios públicos.

Así lo hice, y me costó caro.

Hablando en la reunión de rendición de cuentas.

Cuando terminó aquello, en la puerta de mi casa se presentó una patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR),  demandando que inmediatamente debía rendir declaración en la estación, porque habían recibido una “llamada anónima” denunciando que la rendición de cuenta estaba siendo grabada. Ese acto fue delante de todos mis vecinos y al frente de mi madre que,  pese a su joven edad, padece varios problemas de salud.

Para no hacer larga la historia, cuando expliqué que se trataba de un evento público, al frente de mi casa, el oficial que me interrogó tuvo que reírse, pedir disculpas y dejarme ir. Es importante agregar que estuve retenido en la estación de policía por dos horas.

Al llegar a mi casa supe la indignación de varios de mis vecinos y encontré a mi madre con dolor de cabeza producto de la humillación que tuvo que presenciar. Por gusto, porque al final no incurrí en delito alguno, solo ejercí mi derecho como cualquier ciudadano cubano.

Pasaron varios meses del incidente y el delegado nunca vino a pedir disculpas por haber permitido el “mal entendido”. Suceso que casi le causa la muerte a mi madre.

Pasaron tres meses y nada se movía. Pues la Dirección Territorial de Aguas de La Habana en Boyeros usaba el pretexto de que ya mi caso estaba aprobado, y había que esperar que la dirección de proyecto diera la orden de ejecución.

En eso estuvieron tres meses. “Ahí va Luis a contar nuevamente a contar hasta 10”, decía para mi interior tragando indignación por sentirme impotente. Entonces, determiné hacer nuevamente otra queja con un enfoque distinto, directamente con el sistema de atención a la población perteneciente a la Dirección Nacional de Aguas de La Habana en el capitalino vedado habanero.

Conclusión: producto de mi última queja, en conjunto con la presión que ejercí desde el Gobierno de Boyeros,  en menos de un mes, la dirección territorial en Boyeros de Aguas de La Habana, finalmente ejecutó la instalación del agua independiente en mi casa.

Se puede decir que, hubo un final feliz, pero demasiado caro, muy caro, y siento vergüenza solo de pensar que otra persona en Cuba tenga que pasar por tanto, para obtener algo tan simple como una instalación independiente de agua.

Esto queda como ejemplo de que las organizaciones cubanas, deben cambiar el modo en que trabajan. De lo contrario el país seguirá estancado en la inercia, la indiferencia, la indolencia, la corrupción y el oportunismo.

Luis Rondón

Luis Rondón Paz: Activista, Queer, informático, actor, fotógrafo, estudiante y aprendiz de periodista. Original de Santiago de Cuba. Creo que las personas somos proyectos de vida en constante transformación. Soy consecuente y responsable de mis actos. Comprometido con las causas justas y amante de las buenas acciones. Hoy escribo sobre Cuba en el exilio, libre de la tortura psicológica y persecución de la dictadura cubana.

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One thought on “La gestión que tuvo “final feliz”

  • Si las desorganizaciones cubanas cambiaran el modo en que finjen trabajar ya aquello no seria comunismo, socialismo ni raulismo, seria otra cosa y esa “cosa” es ilegal.

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