Parque del Este, Caracas, Venezuela

Fotoreportaje por Caridad

HAVANA TIMES, 16 nov. — Llegué a este parque, que ahora lleva el nombre de Francisco de Miranda, por pura casualidad. Sabía de su existencia, pero no de lo atractivo que podría resultar para mí, harta del bullicio de la ciudad, de autos y edificios y tiendas y hasta aviones como único paisaje.

La entrada a sus casi 80 hectáreas, es gratuita, lo que agradecí de antemano teniendo en cuenta mi ridícula economía.
Me cuentan que hace unos años estaba mejor cuidado, la sequía de hace unos meses lo afectó bastante; dicen también que en otro momento habían más animales en el pequeño zoológico que hay allí.

De cualquier modo es un alivio caminar por entre los enormes árboles, encontrar plantas que nunca antes había visto y conocer aves propias de este país. Estoy totalmente en contra del encierro de cualquier especie, mucho más de las aves, pues generalmente se les coloca en jaulas que impiden su vuelo.

Pero por esta vez cerré los ojos a los barrotes, que no aprisionaban demasiado, y me concentré en su canto, en sus colores, en su silencio. Encontré muchas en total libertad, encontré a las inquietas ardillas que continúan maravillándome como si fuese la primera vez que las veo.

Disfruté del encuentro con las palmas reales, a las que detestaba cuando era niña, por su excesiva presencia, y más tarde llegaron a gustarme tanto que les echo de menos cuando voy al campo y no veo un palmar.

La tarde no me alcanzó para recorrer todo lo que hubiese querido, pero pienso volver, para sentirme otra vez como niña.