Mailin y Bladilien, una historia de la calle
A muchos sus familiares le vendieron la casa para irse del país, o ellos mismos lo hicieron, no lograron su propósito y quedaron desamparados.
Fotorreportaje por Idania Cárdenas
HAVANA TIMES – Ellos viven en el restaurante abandonado How Yueng de la calle Infanta, sus edades oscilan entre los 38 y 43 años de edad. Me comentan que recogen cosas de la basura y la venden para vivir: libros, ropa de uso, mandos de televisores, discos de vinilo, calzado, entre otros artículos. Llevan ya 5 años en la calle.
El número de personas sin techo ha aumentado en las calles en Cuba, el desarraigo familiar, los problemas sociales como el alcoholismo, las drogas, la emigración y el envejecimiento demográfico son algunos de los problemas de estas personas que viven hoy en las calles.
A muchos sus familiares le vendieron la casa para irse del país, o ellos mismos lo hicieron, no lograron su propósito y quedaron desamparados.
Mailin y Bladilien son pareja, llevan tres años juntos, se conocieron en la calle, ellos cocinan lo que pueden comprar cuando hay dinero, en una pequeña cocina eléctrica en este establecimiento estatal. Comenzaron durmiendo en el portal hasta que el administrador del establecimiento los dejo dormir adentro.
La casa de Mailin en mal estado se derrumbó totalmente y fueron reubicados en un espacio de cuatro metros de un albergue en Guanabacoa: «siempre fuimos muchos en mi familia, no tuve oportunidad de tener hijos, me fui de mi casa muy joven porque quería salir de aquel infierno de vida donde casi no cabíamos en la casa, me casé y estudié economía hasta que caí presa y todo en mi vida cambió para peor».
Bladilien desde joven tomó el mal camino de las drogas, su madre alcohólica lo maltrataba desde pequeño, con nueve y diez años empezó consumiendo, con amigos del barrio: «Era el escape que tenía, mi madre además de alcohólica se prostituía y me botaba de la casa, yo deambulaba por la calle el día entero.
Vendí mi cuartico para irme del país y me regresaron. Eso me deprimió muchísimo, hasta que conocí a Mailin y juntos nos hacemos compañía». Bladilien estuvo hospitalizado en un hospital psiquiátrico por trastornos de la personalidad producto de las drogas.
Ellos conocieron a Miguel Ángel y le dicen el padre, conviven con él y han hecho una familia. Ese día tenían para comer una piña, y una canequita de ron artesanal. Les di dinero para que compraran algo más para comer y les dije: «No se los gasten en ron»; me aseguraron que no lo harían y Bladilien me dijo: «si quiere nos puede acompañar aquí al lado venden bolsas de pan». Antes de irme lo hice para asegurarme. Bladilien emocionado me dijo: «que dios la bendiga», “gracias por escucharnos y compartir con nosotros”.
En esta nación insular del Caribe, que eliminó la mendicidad pública hace décadas, hoy está en aumento, los puedes encontrar en edificios abandonados, parques, portales. Aunque el gobierno ha reiterado en muchas ocasiones que «nadie quedará desamparado», muchas personas siguen abandonadas en las calles.