Fuera de la ruta turística en Pinar del Río

Graham Sowa

HAVANA TIMES — Durante un viaje que realicé a Pinar del Río recordé lo que significa ser tratado como un don nadie y conocí al organizador de una comunidad que usa un machete.

Mujeres clasificaban el tabaco que se encontraba tirado al aire libre fuera del almacén, estaban separadas del camino solo por una cuerda que decía en español “no cruce”.

Me acerqué con cautela. No confío en las trampas para turistas y mucho menos en los varones cubanos agresivos que las preparan.

Aunque no apareció nadie para ofrecerme algunos Cohibas contrabandeados, continué mirando a las mujeres que clasificaban el tabaco; como esperando que alguien me señalara un intérprete, un guía o algún aviso informando que debía pagar para tomar fotos. Pero nada. Ninguna trampa para turistas y ninguna venta agresiva.

Nadie me haría el favor de justificar mi disposición cansada hacia las personas del lugar.

Las mujeres solo me miraban, pero sin disminuir la velocidad con la que quitan las hojas del tabaco a los tallos. La conversación entre ellas también se mantuvo igual, según pude percatarme estaba relacionada con una de las telenovelas.

El lugar en el que me encontraba era San Diego de los Baños y a nadie le importaba que estuviera allí. Como extranjero viviendo en La Habana durante la temporada alta del turismo les aseguro que esto es algún tipo de sentimiento que está bien cerca de un encuentro con lo divino.

Me había salido del mapa turístico para buscar un parque, un lugar llamado Parque La Güira, cerca de la localidad que mencioné anteriormente. Los cubanos me desalentaron durante todo el camino hasta la entrada principal de este.

“¿Por qué quiere ir a un parque tan lejos? Hay un montón de parques en la ciudad, ¡vaya a uno de esos! “Así respondieron varios amigos de La Habana cuando pregunté sobre el lugar.

“Ese parque está destruido! ¡Dos huracanes lo volaron pá la mierda!” En esencia esa fue la opinión local en San Diego de los Baños.

Pues resultó ser lo que esperaba, la finca de un antiguo rico que fue expropiada y cayó en decadencia.

El entorno es tranquilo, aunque sea interrumpido por la música popular proveniente de un ranchón a estilo de barra y restaurante. No existe suficiente tráfico humano para mantener, al menos, una jauría de perros callejeros.

El director del parque (o sub-director, o algún otro título que tiene un poco poder) fue instructivo, y me dejó montar mi tienda de campaña, aunque acampar no forma parte de los servicios regulares del lugar.

Cuando pregunté por qué la piscina estaba vacía, me dijeron simple y llanamente que es mucho trabajo conseguir un salvavidas y alguien para colocar los productos químicos. Así que la piscina se mantiene vacía y la carga de trabajo se mantiene ligera.

Después de hacer lo mejor que se puede lograr del parque, decidí caminar desde allí hacia unas cuevas en las cuales acampó el Che Guevara durante la Crisis de los Misiles de Cuba.

La caminata fue de 12 km, un poco hacia arriba y otro hacia abajo, pero bastante fácil, porque el día estaba nublado. Me derretiría durante el sol de verano pues el terreno está escasamente poblado.

La primera señal de que estaba regresando a alguna área poblada fue un cartel pintado a mano que decía “Los hipertensos: lunes, miércoles y viernes, de 8:00 a 9:00 am”. Era una idea de la agencia de deportes del gobierno local y sirve para recordar a los pacientes hipertensos de sus clases de gimnasia.

Miguel Antonio Remedios

Básicamente era lo contrario de llegar a un pueblo rural del Oeste de Texas y ver una valla publicitaria para el Dairy Queen.

Después de ver la señal tuve que lidiar con varias encrucijadas en el camino que me dejaron confundido.

En el segundo cruce, un hombre salió de una casa a saludarme como si me hubiera estado esperando durante horas. A juzgar solo por su gran estatura y grosor, no me lo imaginaba como un agricultor local.

Miguel Antonio Remedios resultó ser un lugareño, al menos de  nacimiento, pero no un agricultor. Era un artista. Me lanzó su historia rápidamente y de forma apasionada.

El año pasado se cansó de tratar de competir en el concurrido mercado artístico de La Habana y decidió volver a sus raíces familiares, cerca de La Palma, en Pinar del Río.

Estableció su estudio, galería, y un espacio comunitario para la enseñanza del arte y la música folclórica a los niños. También abrió una panadería y quiere dedicar alguna tierra a la permacultura.

Básicamente, le está poniendo un poco de sudor a lo que la mayoría de los universitarios idealistas mencionan en sus dormitorios.

Él dice que el negocio en el arte es mejor en medio de la nada, aunque sus precios son menos de la mitad de lo que conseguiría en una galería de la capital.

Según Miguel verdaderamente le gusta trabajar más en el campo en comparación con la ciudad. A juzgar por la suciedad debajo de sus uñas creo que voy a creer sus palabras.

Lo interrogué sobre si el gobierno lo ayudó a salir a flote. Me dijo que al principio algunas personas del Ministerio de Cultura le dijeron algunas palabras de aliento, pero luego no pasó nada. Le pregunté, además, qué haría si alguna personalidad oficial trataba de cerrar su proyecto comunitario. “Bueno, tengo un machete,” contestó.

Después de invitarme a tomar café y animarme a volver cuando quisiera irme hacia las cuevas con buenas direcciones.

Estas cuevas no son pasajes largos y oscuros, son exactamente espectaculares cavernas, abiertas en ambos extremos para la entrada del sol y elementos. Bien valían la pena el viaje.

En la entrada de las grutas, un anciano tiene una llave que abre la puerta de un cuarto hecho de bloques de cemento en el que Che estuvo alguna vez. Me dejó encargado de la llave, diciendo que estaba cansado de ir y venir.

Cerca hay un Campismo Popular en buenas condiciones, que oferta cabañas a 48 Pesos cubanos por noche. Una comida cuesta 9 pesos  cubanos y estuvo mejor que la mayoría de los restaurantes de La Habana, en cuanto a porción y calidad. La música llega a través de grandes altavoces y sin coste adicional.

Estos dos lugares se encuentran a una hora de viaje de Viñales y ofrecen experiencias libres de los agresivos vendedores de Cohiba.

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Graham

Graham Sowa: He vivido en Cuba durante tres años. Me gustaría achacar la pérdida de cabello, que se ve claramente en esta foto actual, a los rigores de la vida aquí y a la escuela de medicina, pero probablemente se deba a cuestiones genéticas. Las amistades más fuertes que he hecho durante mi estancia en Cuba han sido con otros autores de este sitio web. La fuerza de esas amistades casi ha restaurado mi fe de que el mundo en la red puede traer cambios tanto fuera de esta como en la vida real. Me he ajustado a utilizar Internet una o dos horas al mes. Mientras tanto he redescubierto cosas tales como pasar páginas de libros, escribir cosas a mano alzada, y tener que admitir que no sé algo en vez de buscar rápidamente la respuesta en Google mientras el profesor no está mirando.

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2 thoughts on “Fuera de la ruta turística en Pinar del Río

  • Graham deberías escribir esos libros para viajeros de bajos ingresos con títulos como “Tal lugar a X$ al día”. Me agrada mucho que te guste Cuba y nuestra gente siendo Americano. Saludos.

  • Yo adoro Pinar del Río. Desde el primer día que puse pies en su tierra roja y me recibió con un golpe de brisa olorosa a tabaco en pleno rostro. Estoy seguro que a futuro será una zona de potencial turístico abrumador. Sólo falta que se hagan unas cuantas inversiones en infraestructura y se abra a discreción esa maravillosa Reserva de la Biosfera. Thanks Graham, for giving us such a ride off the beaten track!!!!!

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