Fotos de Nueva York: Contra la prisión política en Cuba

Cubanos protestan ante la sede de Naciones Unidas, Nueva York. Fotografías: Javier Caso.

Por El Estornudo

Fotos: Javier Caso

HAVANA TIMES – Cubanos residentes en diversos puntos de Estados Unidos se congregaron en la mañana del miércoles 23 de junio ante la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, para denunciar la represión gubernamental y, según explicitaron, para solidarizarse con alrededor de 150 presos políticos en las cárceles de Cuba.

Estas fotografías de Javier Caso ilustran un gesto ético y estético que pretendió llamar la atención de la opinión pública norteamericana, las representaciones diplomáticas y las estructuras de la ONU sobre la falta de libertades cívicas en la isla justo en la misma jornada en que la delegación oficial cubana presentaba a votación, como cada año, una resolución de condena al embargo de Estados Unidos.

Por supuesto, el rechazo internacional (184 países miembros de la ONU) a las sanciones de Washington tributó una vez más, ritualmente, a la noria propagandística del gobierno en la isla —que por otra parte jamás se detiene. 

Mientras la televisión nacional transmite la enésima salmodia acerca de «una nueva victoria de la Revolución», se reproducen en las sombras los operativos de vigilancia y control sobre activistas políticos y defensores de derechos humanos; se administran detenciones exprés, interrogatorios, amenazas, retenciones domiciliarias, prohibiciones de salida al exterior; se censura el arte y el periodismo independientes… Todo ello desagregado, minuciosamente, en innumerables experiencias individuales y colectivas de violencia física y psicológica: hechos reales, miedo real, sufrimiento real.

Sin embargo, es la prisión política la instancia más tenebrosa, la carta más despiadada en la baraja del aparato represivo. 

Si un ladrón va a la cárcel por robar, hay en los hechos una relación de causa-efecto, asentada en una inmemorial razón de justicia, que finalmente salva de la locura al sujeto. La prisión política, en cambio, es siempre consecuencia de una culpa nueva, demasiado circunstancial y veleidosa (más aún porque se experimenta como injusta, es decir, ilegítima, inexacta y anacrónica a la vez), que el poder vigente, en efecto, gestiona a discreción. En ciertos extremos, kafkianos, el delito llega incluso después que la condena, pero lo más común es que pueda prepararse instantáneamente: como los postres o los refrescos en polvo… y como el delito de “desacato” en Cuba. 

Todo disidente, toda voz políticamente original y, casi diríamos, toda persona lúcida y sincera al mismo tiempo, en Cuba, se encuentra en una situación predelictiva. 

El delito que conduce a (y encubre) la prisión política en Cuba es con frecuencia un ready made judicial. No lo comete nadie, propiamente, o todo el mundo, en medida variable, lo está cometiendo todo el tiempo. De hecho, es muy probable que el prisionero político se haya limitado, antes de su arresto, a ejercer algún derecho humano, social o político, consagrado por la misma ONU donde se rechaza «el bloqueo».

En mayo pasado, el artista Luis Manuel Otero estuvo retenido —tras ser desalojado de su casa, donde se había declarado en huelga de hambre y de sed— durante unos 30 días bajo estricta vigilancia en el Hospital Calixto García de La Habana. Poco antes de comenzar su limbo hospitalario, 13 ciudadanos fueron arrestados en una esquina de la calle Obispo por protestar pacíficamente luego de que agentes policiacos les impidieran llegar hasta la vivienda de Otero para conocer su estado de salud. Algunos de ellos continúan en prisión. 

En una cárcel de la provincia de Pinar del Río permanece desde hace semanas el rapero contestatario Maykel Osorbo, uno de los compañeros de Otero durante el acuartelamiento en San Isidro de noviembre de 2020, que desencadenó en noches consecutivas la intervención represiva de la Seguridad del Estado cubano y una protesta inédita de cientos de artistas e intelectuales a las puertas del Ministerio de Cultura de La Habana (27N).

La semana pasada, los manifestantes ante el edificio de Naciones Unidas —llegados desde diferentes partes de la gran ciudad, y también desde Miami, Nueva Jersey, Washington o Connecticut— replicaron en el espacio público neoyorquino algunas intervenciones performáticas del propio Luis Manuel Otero. 

El mismo arte por el que es perseguido en Cuba.

El arte político como estrategia para suspender, digamos, la prisión política. 

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