¡Felicidades, papá! O no. ¿O qué?

Texto y Fotos por Néster Núñez (Joven Cuba)
HAVANA TIMES —¡Padre mío, felicidades! Tú sabes que yo te tengo por los cielos, ¿no? Aunque, ven acá… ¿Por dónde tú andas? ¿En el agromercado, dándole mantenimiento a la turbina o ayudando al socio con el motor? Asere, ¿por qué usted no aprovechó al menos el día de hoy para quedarse acostado un rato más y dejar que tu «jevita» te diera cariñito? Aprovecha, que ya casi eres un viejito de los que por el día se quedan dormidos en el sillón, y por la noche se desvelan. Bueno, allá tú. Dale, un beso. Regreso a más tardar al mediodía, supongo. Después hablamos. Felicidades de nuevo, puro. Te quiero.
El hombre terminó de escuchar el audio de WhatsApp que le dejó el hijo y, en un acto reflejo, se masajeó las sienes, sin sonreír, sin alegrarse por la felicitación. Estaba sentado a la mesa de la cocina frente a una taza —la blanca de siempre, con una pequeña grieta en el asa, que nunca se rompía del todo— llena de un café que aún no había probado. Delante de la meseta había puesto las jabas con las compras del agro. Por hacer algo, se quitó el pulóver apenas sudado y lo colgó en el espaldar de la silla contigua. Después apoyó los codos en la mesa y se tapó la cara con ambas manos. Parecía que lloraba en silencio, pero era pensando en el audio y en todo. El café dejó de echar humo.

—Que no se puede tener ni un domingo más o menos tranquilo en el país este —dijo—. Ni porque es el Día de los Padres. ¡Del carajo!
Cogió el teléfono y le transfirió 360 pesos al hijo. Después le escribió un SMS: Estoy aquí. Mantenme al tanto. ¡Cuídense!

En otro momento y en otras circunstancias le hubiera puesto: Regresa. No vayas a meterte en líos. No vas a cambiar nada con lo que estás haciendo. O, al menos: Dime dónde andas, con quién estás. O un No te demores, hijo. Yo también te quiero. Pero a estas alturas, luego de casi dos semanas desde que la Universidad hiciera pública su postura en contra del «tarifazo» de Etecsa, había aprendido a contenerse. Bebió un poco de café, ya sin ganas. Enseguida entró un mensaje.
—Puro, compadre, ese dinero que me pasaste fue el que te puso mi hermano por el Día de los Padres. Creí que había quedado claro que no iba a aceptar recargas desde afuera, ni directas, ni a través de terceros, hasta que este asunto no se resuelva para todos los cubanos. Sería muy hipócrita de mi parte aceptar ese privilegio ahora.
El tono firme del mensaje le confirmó lo que había estado pensando.

—Mira, mijo, entiendo tu punto y lo respeto, pero yo te conozco bien. Que tú estés por la calle un domingo a esta hora solo significa que fuiste a reunirte con los otros muchachos. Escúchame bien: no sabes si vas a necesitar grabar audios, filmar, subirlo a la nube o transmitir en vivo… Por favor, deja la «guanajá» y compra ahora mismo los cabrones datos. No los uses si no te parece necesario, pero tenlos ahí por si acaso.
Le mandó el audio y, sin saber bien qué hacer, recogió el pulóver y se lo puso. Después llevó los boniatos para el viandero y guardó los huevos en el refrigerador. Por suerte, recibió rápido la respuesta:
—¡Espíritu de Hitchcock, sal del cuerpo de mi padre! Puro, asere, de pronto armaste en tu cabeza tremendo thriller de suspenso, ¿no? Estás peor que mami. Mira, para que te relajes: sí, vamos a reunirnos un rato, conversar y eso, pero suave. Desde que anunciaron lo del grupo multidisciplinario entre los de ETECSA y la FEU no habíamos tenido chance. Quieren dar tiempo a que algunos se gradúen, a que entremos en pruebas finales, a que lleguen las vacaciones, y juegan a las cartas de que todo se enfríe y que nos desmovilicemos. Lo que pasa es que aquí ya nadie se chupa el dedo. Pero tú, tranquilo, que esto va a ser informal y solo un ratico. Deja el miedo y la paranoia y prepara un desayunito rico para que sorprendas a la pura cuando se levante. Es más, si todavía hay corriente, pon a hacer un boniatillo de los tuyos, dale, que voy a regresar con hambre.

Lejos de relajarse, el hombre se preocupó más. No sabía con exactitud si el tono fresco de su hijo se debía a la inexperiencia y al desenfado propios de la edad, o si la intención del muchacho era calmarlo. Antes de responderle se tomó un tiempo. Puso agua a calentar y comenzó a pelar los boniatos en modo automático, mientras pensaba.
«Miedo y paranoia, dice. Miedo, y paranoia. Está bien, sí. No sé cómo llegamos a esto, pero es verdad. Lo tenemos hasta en las vísceras. Es un miedo lógico y aprendido; es un miedo con memoria. El cintazo que me dio mi papá porque dije en la escuela que mi madre escuchaba Radio Martí. No se me olvida esa imagen, pegadita al VEF ruso que todavía anda por ahí tirado. No entendí nada, pero desde entonces aprendí que lo que se decía en la casa no se repetía en la calle. Yo tenía cinco añitos, compadre, cinco o seis, estaba en preescolar. No sé si ya había Radio Martí en esa época, o si lo que dije en la escuela fue que unos amigos de mi familia se habían ido del país por esos días. Fue cuando el Mariel, di tú, qué iba yo a saber de actos de repudio y de todo lo que se formaba por ese entonces. Ay, Dios, qué daño tan grande. A base de aguantar callados, de no enfrentar, de mirar para otro lado, de evitar meternos en problemas, nos dejamos arrebatar la vida y hasta el país».

«Aunque no fue tan así, porque en la Universidad también intentamos que las cosas cambiaran. Que cambiara qué exactamente, ya ni recuerdo. Eran los ´90. Ah, creo fue porque el tremendo cartel que pintaron: LA UNIVERSIDAD ES PARA LOS REVOLUCIONARIOS, y los extremistas querían hacer purga. Sí, por ahí empezó la cosa. Nosotros queríamos conversar, sumar, debatir, participar en el proceso de cambios, pero, como siempre, todo venía de arriba. Desde esos años los economistas de academia están sugiriendo soluciones y no se les ha hecho caso. Entonces, uno se recoge. Llega a la conclusión que adaptarse es mejor que enfrentarse, o por lo menos más fácil. Pasaron ciclones, apagones, Periodo Especial, crisis migratorias, coyuntura, escasez crónica… y lo que hicimos siempre fue sobrevivir “resolviendo”. Rodear lo que no puedes cambiar. La adaptación se convirtió en nuestra estrategia de vida. Y llegamos hasta aquí, que no es poco mérito, pero para los jóvenes solo con estar no es suficiente».

«Ellos quieren construir SU país, y están en todo su derecho. Lo que pasa es que todavía no se han enfrentado a un poder al que no le interesa la participación de nadie, porque tiempo ha tenido de sobra para sentarse a escuchar, y no lo ha hecho. Ahora, porque se les presiona, pero no está en su naturaleza ser democráticos. Y es peligroso desafiar ese orden de cosas. No sé si los muchachos son conscientes de lo que les espera. Bueno, también será parte de su lucha, de su crecimiento, de su aprendizaje. No es justo que yo le transmita a mi hijo mi miedo viejo, pero tampoco puedo hacer como si nada pasara. Ay, carajo, me gustaba más cuando todavía podía cargarlo en mis hombros. Yo no estaba preparado para este momento. Aunque, viéndolo a futuro, creo que este va a ser uno de los mejores días de los padres».

Metió los últimos pedazos de boniato en la olla, prendió el fogón y abrió de nuevo el WhatsApp para dejarle otro audio:
—Escucha esto, mijo, porque es mejor precaver. Oye bien: se están reuniendo fuera de la universidad, que es el espacio «legal» para el debate. Después, a modo de presión, podrán decirles que se reunieron para conspirar y que eso es un delito grave penado por la ley. No se vean en ninguna casa, porque al que viva ahí lo van a tildar de cabecilla, de agitador y de no sé cuántas otras falacias. Ellos saben meter bien adentro la duda, la culpa y el miedo. Irán a por ustedes cuando estén más vulnerables, que es cuando estén solos, los llamarán uno a uno. A ver, esta conversación no debería ser por aquí, pero no tengo otra opción, así que sigo. Asegúrense de que no haya nadie ajeno al grupo, aunque, bueno, asume desde ya que todo lo que se diga en ese encuentro se va a conocer tarde o temprano, incluso si ustedes no quieren. Cualquier decisión, que sea por consenso. Debatan y llévense tarea para la casa. Cada cual que piense de forma independiente y llegue a sus propias conclusiones. Que nadie trate de convencer o de arrastrar a los otros, porque a ese le van a caer arriba con especial saña. Por último, céntrense en el problema concreto, que son las tarifas de ETECSA. No vayan más allá. No se tiren con la guagua andando. Sobre esa base, piensen con lógica. Traten de controlar un poco el entusiasmo y la pasión de ustedes los jóvenes. Expongan argumentos, analicen todas las posibles acciones y sus consecuencias a mediano y largo plazo. Y por favor, dime paranoico y todo lo que quieras, pero borra este y todos los mensajes relacionados con este tema enseguida que lo escuches.

Aún con el piyama puesto, bostezando y estirando los brazos, la mujer entró en la cocina justo para oír la última frase.
—¿Quién tiene que borrar esos mensajes? ¿Con quién has estado hablando? ¿Algún motivo para preocuparse?
El padre le puso la tapa al caldero y le pasó el móvil a su esposa de toda la vida.
—Nuestro hijo, que ya es grande.
La madre escuchó la conversación de punta a cabo. Después suspiró.
—Yo sabía que de alguna forma esto no se iba a quedar ahí, pero pensé que iban a recesar, que cualquier reacción que tuvieran les iba a tomar más tiempo. ¿Hiciste café?
—Ya está frío.
—No importa. Sírveme un poco así mismo y siéntate para conversar.

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El hombre obedeció, agradecido de que ella estuviera, como siempre, para compartir y ver desde otro ángulo las dudas y preocupaciones.
—¿Cómo te sientes? ¿Han saltado todos los fantasmas, no? —ella bebió de la taza blanca con el asa resentida—. Ya pasó por tu cabeza que tu vida aquí ha sido una mierda, que pudiste ser un profesional de primer nivel si no te hubieran tronchado la carrera por no ser políticamente confiable… ¿Qué más? Ya te recriminaste no haber aguantado el interrogatorio, no haberte ido hace 30 años con toda la familia…
—Estás siendo injusta conmigo.
—Tú sabes que yo no te reprocho nada. Estoy sacando los temas más complicados para analizar el lugar desde el que le estás hablando a nuestro hijo. Como mismo todo eso pasó de verdad, se te olvida que ni así dejaste de expresar tu opinión en el trabajo, en el CDR, dondequiera que pasaste. Las mismas razones por las que estás donde estás, te convirtieron en un tipo respetado. Y nuestro hijo lo sabe. Lo vio, lo vivió. Aprendió de ti más cosas de las que puedes imaginar. Lo veo ahora y veo la misma imagen tuya cuando estabas en la universidad.
—Por eso mismo tengo que cuidarlo. No quiero que cuando pasen los años sea igual…

—No va a ser nada igual, porque son otros tiempos. Su generación creció con el mundo en las manos. Vieron memes, blogs, debates, canciones, la realidad de otros países, protestas, democracias o formas distintas de hacer política. Tenían 14 o 15 años cuando empezó el wifi en los parques, y 16 cuando los pusieron a ver la caravana fúnebre de Fidel. ¿Alguna vez le preguntamos qué sintió, qué significó eso para él? Y los pioneritos de hoy todavía dicen el mismo lema: Pioneros por el comunismo, seremos como el Che. ¿Quién es el Che? ¿Qué es el comunismo? Ellos quieren vivir tranquilos, estudiar algo que les guste, que su trabajo les alcance para vivir decorosamente, viajar si pueden. Lo más peligroso que yo veo, quizá, es que están creciendo sin una teoría que los guíe, pero quién quita que vayan encontrando ese camino en encuentros como el de hoy.
—No es tan fácil como lo pintas.
—No he dicho que vaya a ser fácil.
Él vuelve a llevarse las manos a la cara, escondiéndose o buscando fuerzas en esa oscuridad:
—Entonces es que no estoy preparado para lo que viene.
—Tú siempre sacas fuerzas, no sé de dónde. Eres el padre de esta familia, con todas las letras.
—Pero no pude impedir… Es que por mi culpa…

La notificación de un nuevo mensaje interrumpe una idea que, a todas luces, él no sabía cómo expresar. La mujer hace una seña y reproduce el audio en altavoz:
—Gracias, padre, por los consejos y por el apoyo que hay detrás. Ya te hice caso: borré todos los mensajes, aunque sigo pensando que exageras. Lo otro, puro, asere, nosotros lo sabemos, ustedes lo saben y los de más arriba también: la protesta es contra el «tarifazo», pero lo incluye todo. No es solo ETECSA. Estamos cansados de ver cómo todo se decide sin nosotros. A veces pienso que sería más fácil si no me importara, pero me importa. Cada vez las medidas son más y más impopulares. Cualquier día ponen el gas, la electricidad y el agua en dólares. No saben hacer otra cosa que no sea vivir del dinero que otros producen afuera, y así no va. Eso no fue lo que me enseñaste. Toda la vida te vi inventando para llevar comida a la casa, pero ahora ya es imposible, y no somos de los peores. Lo que me jode es que los de arriba no tienen ningún plan que no sea pedirnos resistencia y aguante y, si lo tienen, nada garantiza que funcione. El Mariel fue de lo último que se habló, ¿te acuerdas? Puerto inmenso, Zona de Desarrollo Especial, libre comercio… ¿Resolvió algo? No hay turismo, no hay nada.

Yo sé que tu dolor de padre también se debe a que mi hermano se haya ido. El 11 de julio te pusiste de madre para que él no saliera a manifestarse. Y sí, quizá hoy estuviera preso y no en Estados Unidos. Él me llamó el otro día. Solo me lleva cuatro años y también me dijo que no valía la pena meterme en problemas. Que terminara la carrera, que él está reuniendo para sacarme del país de alguna forma, lo más pronto posible. ¿Ves? ¿Eso es lo que tú y la pura quieren? Porque si las cosas no cambian, no hay muchas más opciones. ¿Trabajar por un salario de tres mil o cuatro mil pesos? Si con el tuyo y el de mami juntos no alcanza. ¿O cuelgo el título y me voy a trabajar en una mipyme? Todo esto tú lo sabes, puro. No hay que revolver la mierda. Yo te quiero muchísimo, pero por el momento voy a luchar mi propio camino. Ya veremos después qué pase. Un abrazo. Y atiende el boniatillo, que siempre le das demasiada candela.
La madre se levantó a apagar la hornilla y después dijo:
—¿Qué vamos a hacer? Hay que ponerse a la altura.
El padre cogió el teléfono y llamó al primer padre de los muchachos del grupo. «Tenemos que hablar», le dijo. «No podemos dejarlos solos».
