Callejeando en La Habana
Fotorreportaje por Irina Pino
HAVANA TIMES – Cuando se anda en la calle, es casi imposible no ver un paisaje decadente. Todo se ha transformado en desesperanza. El entorno es hostil, con aceras rotas, latones en las esquinas, que rebosan de basura, a veces tirados en el piso, o aguas albañales que hay que sortear para poder llegar limpios a nuestro destino.
La calle está dura, es una frase muy popular que refleja la situación actual. Es abarcadora igualmente, donde sólo unos pocos levantan cabeza.
Después del último huracán, poco ha vuelto a la normalidad. En muchas zonas del Vedado, un barrio muy estimado por sus bellas residencias y arboledas, siguen los problemas con el abastecimiento de agua, y esto ocurre desde hace meses. En Alamar está pasando lo mismo, la gente está pagando precios altísimos por las pipas de agua, para que llenen las cisternas de los edificios, y así disponer de ese líquido indispensable para la vida.
Y para qué referirnos a los precios de los agro-mercados y las tiendas privadas, extrayéndole el dinero a la población, como vampiros modernos. El otro día vi que la libra de limón cuesta 400 pesos. La vitamina C equivale a un metal precioso.
Cuando suelo ir al agro-mercado, a comprar viandas, frutas y vegetales, tengo que caminar hacia el Vedado, porque los agro-mercados del municipio donde vivo están más caros y a una distancia mayor. Entonces debo cruzar el túnel de 5ta Avenida, que recién lo restauraron; o sea, lo pintaron de azul y arreglaron un poco las roturas. Adentro había grafitis, de esos que abundan por toda la ciudad. Sin embargo, las aguas albañales y la pestilencia de este lado (Miramar), continúan. No me queda más remedio que aguantar la respiración antes de atravesarlo.
Caminando por la calle Línea, observo a una señora mayor, que debe estar cercana a los 80 años. Tiene una escoba y un recogedor, ella se dedica a barrer la acera diariamente. Es su primera tarea, supongo. Quizás sólo sea una manera de limpiar todo lo negativo que la rodea. Despojarse de la mugre implica su limpieza espiritual.
Hay otra señora que también me resulta interesante, ella se sienta cada día en un quicio al lado de la tienda de la calle 18, a la salida del túnel. Vestida muy limpia, siempre con una expresión de nostalgia en su rostro, y su mirada perdida en la lejanía. ¿Estará recordando su juventud, o los mejores tiempos de Cuba?
Nos queda intacto nuestro malecón, donde los pescadores se apostan para obtener un regalo del mar y alimentar a sus familias.
Es una costumbre tomar fotografías callejeras. Pienso que es un medidor importante de lo que ocurre en un país.
Los cubanos en la Isla estamos obligados a respirar destrucción… Es un proceso que comenzó hace décadas pero ahora el desplome es tan evidente y asfixiante. Cuba DUELE ya demasiado.
Buenas Irina, captaste muy bien el espíritu de los amaneceres en las calles de Cuba ,muy bueno y me gustó mucho porque tú siempre le das un toque poético a todo a las fotos también