Ravsberg enfrenta una guerra sucia

Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — La lucha por el control del ciberespacio cubano ha despertado “el lado oscuro” de algunos de los combatientes, que se adentran en la “guerra sucia”, utilizando como armas la infamia, la mentira y el chisme para dañar la integridad de las personas.

Hace pocos días apareció en las redes un falso comentario, escrito contra la familia de Fidel Castro y firmado con mi nombre. En medio de la campaña contra Cartas desde Cuba, el objetivo era evidente, aunque propio de aprendices de guerra mediática.

En este caso, en concreto, hubo un daño colateral, el texto atacaba la integridad de un miembro de la familia del líder de la Revolución. Al parecer, alguien creyó que valía la pena pagar ese costo con tal de poner a Fernando Ravsberg en una situación difícil.

Pocos días después me enviaron un material con un contenido aún peor, un post del blog Teo Pereira en Cuba, donde se regodean en la supuesta relación sexual entre una periodista de EE.UU. y un disidente, mientras la novia de este lo espera en Cuba. (1)

En el texto aparecen fotos del opositor, de la periodista desnuda y de la mujer engañada. El lenguaje, con calificativos de “mofetica farandulera” o “periodistucha”, quiere ser gracioso, pero es triste, como triste resulta que este tipo de “periodismo” llegue a la política.

Para rematarla, el autor del blog se hace pasar por gay, estigmatizándolos, como si esas bajezas fueran “típicas” de la comunidad LGBTI. Desconoce que en esa comunidad están algunos de los artistas, intelectuales y periodistas más brillantes, íntegros y dignos de la nación.

Este blog hace un “periodismo político” al mejor estilo de la TV-basura, con chismes de quién se acuesta con quién, condimentado con fotos escandalosas.

Quien distribuye esta infamia en las redes se define a sí mismo como “revolucionario cubano” y encabeza su Facebook con fotos del Che, Silvio, Martí y Fidel Castro. (2)  Resulta en extremo paradójico, porque ninguna de esas personalidades caería en semejantes bajezas.

Incluso el enemigo merece ser combatido con decoro. Durante el gobierno de Bill Clinton -el mismo que aprobó la ley Helms Burton- entrevisté a Fidel Castro en la embajada de México. Le hice 8 preguntas y el único tema que evadió fue el de Mónica Lewinsky.

En ese  momento Clinton estaba acorralado en su país por el escándalo, hubiera resultado muy fácil atacarlo por ahí, pero no lo hizo. Confieso que a mí, como periodista y también como ser humano, me gustó que no se aprovechara de un asunto como ese.

Pero Fidel Castro tampoco escapó de esa guerra sucia, de su casa fue extraído un video familiar y vendido a un canal de Miami. Pagaron un precio disparatado para hacer un reportaje donde lo “acusan” hasta de comer más toronjas que sus hijos, de tener una meseta de cocina de acero inoxidable o de regalarle una carriola a su nieto.

Este “periodismo”, en el que se viola la privacidad de las personas, no es ético y ninguna causa puede justificar tan sucios medios. Quien meta el enfrentamiento político en semejante estercolero terminará con más inmundicias encima que sus propios oponentes.

Algo que hay que rescatar de la prensa cubana es que se mantuvo al margen del periodismo de escándalos, tan común en otros países, donde los medios viven hurgando en la vida de los famosos para cultivar un morbo enfermizo en la gente común.

Escondiéndose tras la imagen de Fidel Castro, desde esta página de Facebook se distribuyen las groserías del “periodismo” de Teo Pereira, anunciándolas jocosamente como una ¡bomba!.

Meter el debate político en esas arenas movedizas afectará a todos. La guerra sucia es un boomerang que termina golpeando, incluso, al que la inicia, porque nadie, absolutamente nadie, está tan libre de pecados como para arrojar la primera piedra.

Si muchos empezaran a escribir comentarios difamatorios, firmados con el nombre de quienes piensan diferente para desacreditarlos, los internautas terminaríamos sin saber a ciencia cierta cuáles son las opiniones verdaderas de unos y de otros.

Imaginemos, por un momento, que el estilo del blog de Teo Pereira en Cuba se populariza y comienzan a aparecer chismes sobre quién vive un romance con su secretaria, con quién lo engaña la esposa o sobre las relaciones sexuales de nuestros hijos e hijas.

¿Es ético lanzar esas ciberbombas sin mirar a quien le caen encima? ¿Es justo que los familiares terminen convertidos en “daños colaterales” de esta triste batalla por el control del ciberespacio? ¿Sería honorable “vencer” a costa de dañar a tantos inocentes?

En los dos extremos hay quienes dedican sus vidas a inventar comentarios, a calumniar o a difundir intimidades de sus oponentes. Merecerían desprecio, pero en realidad son dignos de lástima, porque la guerra sucia siempre degrada más al victimario que a la víctima.

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