P´al latón la burocracia

Pedro Campos

Vista del punto mas occidental de Cuba. foto: Caridad

Desde que en 1889, la II Internacional declarara el 1ro de Mayo como el Día internacional de los Trabajadores, originado en el asesinato  en Chicago de ocho trabajadores anarquistas que pedían la jornada de 8 horas, los movimientos y partidos obreros recuerdan la fecha con grandes manifestaciones en todo el mundo. En EE.UU., Puerto Rico e Islas Vírgenes, el día del trabajo se celebra el 1ro de septiembre.

Según las condiciones socio-políticas de cada país, la fecha deviene en jornadas por reivindicaciones económicas, sociales y políticas. El Día del Trabajo, ha sido reconocido por casi todos los gobiernos burgueses, incluyendo además a la Iglesia Católica, que lo han declarado de asueto y no solo permiten, sino que apoyan la celebración de la fecha y los desfiles de trabajadores.

Es el resultado de las luchas de los trabajadores por sus derechos dentro del sistema capitalista que existirá, hasta que ellos puedan acabar con la explotación asalariada.

El movimiento obrero  internacional, que en la época del 1ra Internacional se proponía la toma del poder por los trabajadores y la eliminación del trabajo asalariado, con las políticas conciliatorias de la II Internacional, que Carlos Marx (1818-1883)  jamás hubiera compartido, fue transformándose cada vez más en un apéndice sistémico del estado burgués que servía para balancear, en la mayoría de los países capitalistas, los excesos de los explotadores.

Los Partidos Socialdemócratas derivados de aquella II Internacional se dividieron en dos corrientes fundamentales, los que siguieron la línea de la conciliación con la burguesía y los que continuaron la lucha por el poder para los trabajadores, encabezados por los bolcheviques rusos, liderados por V. I. Lenin, quien fundó el primer estado obrero en 1917.

Sin embargo, las desviaciones burocráticas del “estado obrero” luego de su muerte, el abandonar como objetivo de la lucha la abolición del trabajo asalariado y la revisión estalinista de todas las teorías, planes y programas revolucionarios de la 1ra internacional, condujeron al desastre por todos conocidos.

No obstante, las corrientes revolucionarias fieles a los legados de los socialistas revolucionarios de la 2da Mitad del Siglo XIX, continuaron batallando a pesar de la traición de la socialdemocracia y del estalinismo que transformó la toma del poder por partidos obreros, en estados burocratizados en los que imperaba un capitalismo monopolista administrado por un partido, lo cual se quiso vender al mundo por socialismo, donde apareció una especie de nueva clase neo-burguesa que ejercía el control efectivo de los medios de producción y el excedente social general, imponiendo dictaduras que ejercían sobre los mismos asalariados  y terminaron restaurando el capitalismo privado.

Aquellas desviaciones desacreditaban la  idea socialista y concitaban el rechazo internacional de los propios trabajadores, demócratas y revolucionarios en todas partes. Los estalinistas llamaban “anticomunistas” a todos los que no compartían los esquemas sectarios, hegemonista-burocráticos desarrollados desde la III Internacional.

Hoy ya no es posible seguir ignorando la experiencia del fracaso de los partidos obreros que tomaron el poder y reprodujeron como “socialistas” los sistemas de gobierno “democráticos-representativos-indirectos” burgueses, absolutizaron el papel del aparato burocrático del estado en detrimento del autogobierno de los trabajadores y el pueblo  -la democracia directa y verdaderamente participativa, sin intermediarios- y obstaculizaron el desarrollo de las relaciones de producción libremente asociadas, cooperativas, genéricas del socialismo y continuaron con la lógica capitalista de la obtención de ganancias a través del trabajo asalariado.

Se demostraron así en la práctica, las teorías de Marx, Engels y Lenin y de otros revolucionarios, vulneradas por los estalinistas y sus seguidores, sobre la necesidad de “destruir” el estado burgués y conducirlo a su extinción, por medio del autogobierno de los trabajadores y el pueblo, en lugar de copiarlo y hasta fortalecerlo.

Para los  “comunistas” estalinistas se trataba de cambiar a todos los burgueses y sus representantes en las instituciones de gobierno y en las empresas, por “representantes” de la clase obrera, preferiblemente miembros o seguidores del “partido comunista.” Ya con eso, creían,  la “maquinaria burguesa habría sido destruida y sustituida por  el estado proletario.” Los Soviets, -los Consejos de obreros, campesinos y soldados- en los que imperaba la democracia directa y decisoria, participativa, fueron sustituidos por instituciones burocráticas verticalistas controladas por el partido comunista.

Todos sabemos a dónde condujo esa interpretación “revolucionaria” del papel del Partido y del estado en el socialismo, todavía presente en muchos “comunistas” que no han podido deshacerse de esos prejuicios estalinistas que muchos compartimos en otros tiempos, educados como fuimos en las tradiciones neoestalinistas.

Baste señalar que no hay socialismo posible si el poder no es ejercido directa y democráticamente por el pueblo y los trabajadores. Se llamaría Comuna y no estado, según Engels, pues ya no lo sería en su sentido estricto, dado que el gobierno y la acción del estado se realizan sobre la otredad, las clases poseedoras ahora expropiadas, cuya resistencia interna iría disminuyendo, en virtud del autogobierno. La defensa de la revolución socialista sería la obra de todos los trabajadores, de todo el pueblo organizado en función de sus intereses como clases trabajadoras.

Las teorías originales del marxismo, toman vigencia y fuerza en la Cuba de hoy, en cuyo seno revolucionario tiene lugar una pacífica pero enconada lucha ideológica y política entre los que desean hacer avanzar el socialismo y otros “revolucionarios”  que se obstinan en preservar el sistema estatista centralizado que junto al trabajo asalariado, genera burocracia y corrupción, obstaculizan el libre desarrollo de las fuerzas productivas, de la Ciencia y la Técnica modernas e impide el autogobierno de los colectivos laborales y sociales, generando estancamiento en la revolución que no es otra cosa que el proceso de socialización/democratización.

El estudio del origen y evolución del 1ro de Mayo, como Día Internacional de los Trabajadores es un arma fundamental en manos de los revolucionarios cubanos que aspiran a preservar la Revolución y hacerla avanzar hacia un verdadero socialismo que implique el poder en manos de los trabajadores y no de sectores retrógrados de la burocracia que tratarían de secuestrarla para terminar como todos aquellos estados del socialismo “real.”

Por eso en este desfile por el 1ro de Mayo en La Habana, a pesar de todas las trabas que se le pusieron, estuvo presente este cartel:

“Socialismo es Democracia. Pa´l latón la burocracia”